La policía cree que la dermatóloga Elisa Pinto se hizo pasar por un sicario, se autoenvió notas amenazantes y luego denunció al empresario Javier López Madrid para destruir su reputación. Para dificultar la investigación y según explican los informes policiales, la doctora hizo que su hijo de once años escribiera varias notas amenazantes. Luego, ella misma recibió esos mensajes en su casa y los presentó ante los agentes como prueba para acreditar su acoso.
Desde que se presentó la primera denuncia en diciembre de 2013, Policía, Guardia Civil, dos juzgados de instrucción y la fiscalía de Madrid tratan de determinar si la doctora Pinto fue víctima de acoso y agresiones por encargo o si, por el contrario, es la autora de un montaje que ha servido para desprestigiar tanto al empresario Javier López Madrid, yerno de Juan Miguel Villar Mir, como al comisario José Villarejo. Los últimos peritajes presentados ante la Justicia apuntalan con fuerza esta segunda tesis.
El hombre del tatuaje
El 21 de diciembre de 2013, cuatro días antes de Navidad, la dermatóloga Elisa Pinto interpuso la primera denuncia por acoso. La doctora se presentó a primera hora de la tarde en la Comisaría de la Policía Nacional en el distrito madrileño de Chamartín acompañada por su hijo menor (en ese momento tenía nueve años). Aseguró que un individuo anónimo, de unos 50 años de edad, se había acercado al niño para lanzarle un mensaje. Antes, la dermatóloga había recibido llamadas amenazantes desde números ocultos. Mensajes velados que le ponían en alerta: "Tienes unos hijos muy guapos".
Fue entonces cuando Elisa Pinto contó a los agentes que desde "marzo o abril de 2012" mantenía una relación de "coqueteo" con el empresario López Madrid. Una relación que se había torcido contra su voluntad hasta convertirse en acoso. Según su relato, el empresario llegó a su consulta para tratar un problema epitelial de su hija. El consejero delegado del Grupo Villar Mir consiguió su teléfono personal y tras varios meses, terminó haciéndole proposiciones groseras que se transformaron en acoso.
A lo largo de los días siguientes, la doctora acudió de nuevo a comisaría junto a su hijo para aportar más datos. El menor declaró haber visto de nuevo al hombre desconocido, al menos en tres ocasiones, a la salida del colegio. El 13 de enero de 2014, Elisa Pinto realizó una nueva ampliación de su denuncia. Aseguró entonces que había sido acuchillada en el hombro izquierdo a la salida del colegio de su hijo. Siempre según su versión, el agresor era una persona de unos 50 años de edad, con abrigo gris y "un tatuaje circular en la mano derecha". El parte de lesiones expedido en el hospital Gregorio Marañón de Madrid confirma que la denunciante tenía una "herida incisa de tres centímetros en el hombro".
Denuncias cruzadas
El 9 de abril de 2014, Elisa Pinto ratificó sus denuncias ante el equipo de Atención a la Mujer de la Guardia Civil, con sede en Tres Cantos. Una semana después, el caso recayó en el Juzgado de Instrucción número 39 de Madrid, que incoó las diligencias 487/2014. De forma paralela, fue el empresario López Madrid quien, por su parte, denunció llamadas amenazantes en un segundo juzgado de la capital. Por lo tanto, el caso quedó abierto en dos juzgados distintos (el 26 y el 39 de Madrid), con denuncias cruzadas por cada una de las partes.
El diez de abril de 2014, tres días antes de que López Madrid acudiera al juzgado, la doctora Pinto se presentó de nuevo en comisaría. A las ocho de la tarde la doctora presentó una serie de mensajes amenazantes recogidos en su teléfono móvil. Además, denunció haber sido víctima de un ataque con arma blanca. Según su relato, un hombre sin identificar le asestó una puñalada en el abdomen tras recoger a su hijo del colegio. La doctora paró en una calle poco transitada para buscar algo en el maletero. Fue en ese momento cuando recibió el corte mientras el agresor le advertía: "López Madrid quiere que cierres la boca". Además, la doctora presentó más mensajes amenazantes. "Sabes que al final el destino de esto será que te matemos", rezaba uno de ellos.
El 21 de mayo de 2014, la jueza Belén Sánchez tomó declaración por primera vez a César, el hijo mayor de Elisa Pinto. Con tan solo once años, mantuvo palabra por palabra las versiones aportadas con anterioridad tanto por él como por su madre ante policía y Guardia Civil. "Vi a mi madre con la camisa llena de sangre y me dijo que llamara al 112", relató el menor sobre el asalto que presuntamente sufrió la doctora.
La instrucción se centró entonces en los números de teléfono. En especial, los agentes analizaron un terminal de la compañía Lebana que una ciudadana había encontrado y depositado también en comisaría. Desde el mismo se enviaron la mayoría de los mensajes amenazantes recibidos por la doctora Pinto. Al analizar las horas y el envío de los mensajes, los agentes se toparon con un dato extraño: en el momento de los envíos, el teléfono se encontraba siempre en las cercanías de la casa de la doctora Pinto donde, lógicamente, también se encontraba su teléfono personal. Se barajaron entonces dos hipótesis. O Elisa Pinto era sometida a seguimientos intensivos, o quien enviaba los mensajes estaba en realidad en su propio entorno.
Los mensajes del sicario
La investigación prosiguió en los dos juzgados mientras Policía y Guardia Civil se afanaban por localizar al autor de los mensajes amenazantes. En el Juzgado de Instrucción número 26, Javier López Madrid mantenía que recibía amenazas en su teléfono desde el mes de octubre de 2013. El empresario reconocía haber tenido una relación personal con la dermatóloga pero aseguró que fue ella quien le presionaba hasta el acoso. Además, el consejero delegado del Grupo Villar Mir presentó ante el juez una batería de mensajes. Comunicaciones de texto enviadas a su teléfono y que parecían la prueba de que él había contratado a un sicario para que siguiera y agrediera a la doctora Pinto. Ante el juez, López Madrid negó haber contratado a sicario alguno y aseguró desconocer la procedencia de dichos mensajes.
Aparece el comisario Villarejo
En su declaración judicial de junio de 2014, López Madrid reconoce que, cuando se sintió acosado, buscó los servicios de una de las empresas vinculadas con el comisario José Villarejo. Fue entonces cuando la hostilidad del caso pasó a un siguiente nivel, desatándose un combate entre varios responsables policiales. La presión y el desconcierto era tal que los agentes pincharon el teléfono de los principales implicados. El 17 de junio de 2014, Elisa Pinto realizó una nueva ampliación de su denuncia "al no haber sido explícita con toda la información, movida por el terror a que Javier López Madrid y el comisario Villarejo me matasen en caso de revelar su identidad".
En el documento, la dermatóloga señaló directamente a alguien del entorno de comisario como la persona que le propinó la puñalada en el abdomen: "Quiero que quede claro en esta declaración: el hombre que me apuñaló el 13 de enero de 2014 es para mí un completo desconocido, pero el hombre que me apuñaló el 10 de abril de 2014 fue el mismo que acompañó a Javier López Madrid a mi despacho el 10 de diciembre de 2013. Por ese motivo -prosigue la denuncia de la doctora- mis hijos y yo vamos acompañados permanentemente de un escolta pues la posibilidad de que un comisario de policía y sus amigos sean los responsables de las agresiones sufridas por mí y por mis hijos en el último año [...] genera un miedo y un temor al que es difícil enfrentarse".
En este mismo diario, la dermatóloga mantuvo una versión similar el pasado mes de marzo. "Lo que me han hecho es abominable", relataba a EL ESPAÑOL en referencia al presunto acoso sexual que venía sufriendo con la "complicidad de miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado". Ahora, se ha negado a hablar con este periódico alegando que ya no habla con la prensa.
Y entonces llegaron los indios
La investigación del caso quedó entonces en manos del comisario Jaime Barrado, responsable en esas fechas del distrito madrileño de Chamartín, donde Elisa Pinto interpuso su primera denuncia. En este punto se cruzó de nuevo una pelea policial. El detonante fue una investigación del Departamento de Asuntos Internos en el curso de la denominada 'Operación Prima', incoada para detectar a un topo policial que filtraba datos a un clan indio encabezado por el empresario Tarachan Varma.
En el marco de estas pesquisas se enfrentaron dos facciones policiales. De una parte, uno de los salpicados era el comisario Villarejo. De otra, aparecía el nombre de Jaime Barrado junto con otros agentes.
Fue entonces cuando el cerco sobre Villarejo se estrechó en el caso de la doctora Pinto. Tras la declaración de la dermatóloga, la jueza citó como imputado a un abogado del entorno del comisario. R.R. fue llamado a comparecer en una rueda de reconocimiento para esclarecer la puñalada a Elisa Pinto. Él fue la persona que acompañó como letrado a López Madrid a la reunión que la doctora cita en su denuncia. Sin embargo, el letrado no fue señalado en la rueda de reconocimiento y las acusaciones contra él quedaron archivadas.
El 11 de mayo de 2015, dos abogados vinculados a la 'Operación Prima' denunciaron a Barrado por maltrato. Lo hicieron primero ante la policía y después por medio del Colegio de Abogados de Madrid. En ambos lados relataron cómo el comisario había obligado a uno de ellos a desnudarse para confirmar que no llevaban encima una grabadora. Como prueba, los letrados presentaron una grabación del encuentro.
Un día después del incidente, el comisario de Chamartín emitió una nota informativa para la Jefatura Superior de Policía de Madrid. En el escrito, explicaba que uno de sus confidentes -el abogado al que pidió desnudar- señaló al comisario Villarejo como el topo que pasaba información confidencial a la red de la 'Operación Prima'. Esta versión es diametralmente opuesta a lo declarado por varios de los acusados en la causa. La nota informativa mantiene que estas declaraciones se obtuvieron bajo coacción. El sumario del caso muestra también los seguimientos a los que fueron sometidos los abogados denunciantes.
Identificación y pelea
El 19 de mayo de 2015, una semana después del conflicto con los abogados, Elisa Pinto realizó ante el comisario Barrado un acta de reconocimiento fotográfico. En él, la dermatóloga reconoció en dos tandas distintas y sin género de dudas al comisario Villarejo como "el autor de las lesiones por apuñalamiento de arma blanca" que sufrió el 10 de abril de 2014. La identificación se realizó en dos tandas, comparando sendas imágenes del responsable policial con la de otras diez personas de una edad similar. Desde entonces, el juzgado que instruye el caso ha citado en dos ocasiones (el 16 de julio y 3 de septiembre) al comisario Villarejo para que acuda a una rueda de reconocimiento. El policía alegó en las dos ocasiones que se encontraba fuera de España por razones laborales.
Mientras tanto, el pasado 16 de junio el comisario Barrado vio cómo la dirección policial incoaba un expediente disciplinario en su contra por "hiperactividad policial" y era trasladado de forma forzosa desde la comisaría de Chamberí a Carabanchel. El Ministerio del Interior le impuso también una sanción preventiva, que el Tribunal Superior de Justicia de Madrid ha obligado a retirar.
La situación actual del caso
Dos años después de que la doctora Elisa Pinto presentara su primera denuncia, los informes policiales apuntan cada vez más a la tesis de un montaje, urdido personalmente por la dermatóloga o alguien de su entorno. En resumen, y si los informes policiales se confirman, Elisa Pinto o alguien cercano a ella se habría inventado las acusaciones contra López Madrid y habría confeccionado pruebas falsas para destruirle, involucrando al comisario Villarejo. Desde el entorno de la dermatóloga, por el contrario, mantienen que estos informen están hechos ad hoc por parte de la policía para perjudicarla y aseguran que aportaran pruebas sólidas para desacreditarlos.
El pasado mes de julio, la Sección de Análisis de Conducta de la Unidad Central de Inteligencia Criminal envió su dictamen al juzgado. El peritaje analiza los mensajes extraídos del teléfono del empresario López Madrid. Mensajes que probarían la contratación de un asesino a sueldo para atacar a la doctora Pinto, que después intentaba extorsionar también al empresario.
La conclusión de los agentes es que los mensajes carecen de "ánimo de lucro" y que corresponden en realidad a un sentimiento de "despecho". "Nadie se cree tu historia. Ni siquiera a los que pagas"."Nosotros te vamos a dar lo que te mereces, la cárcel y la fama en la prensa", rezaban algunos de ellos.
En otros casos y según las conclusiones policiales, los mensajes son enviados al empresario con "la mera satisfacción de insultar y humillar: "Está loco y sus perversiones pasarán factura". "Habrá que recordarla que eres un loco que quiere matarla". "Tío en el fondo envidiamos que seas un picha brava".
En uno de los puntos más importantes, los agentes descartan que los mensajes procedan en realidad de un asesino a sueldo. Y lo hacen con el argumento de que el auténtico remitente conoce detalles que un sicario nunca podría conocer tras escapar de la escena del crimen: "Hicimos lo que querías el jueves por la tarde. Iba con su hijo pequeño que no paraba de llorar. Fue en la tripa. ¡Cómo sangraba la puta! Ahora sí tiene miedo. Llevamos en la puerta de su casa varios días y no se ha atrevido a salir. La llevaron al Marañón en la uvi móvil y su hijo tenía un ataque". "En la última puñalada habrías disfrutado", dice otro de los mensajes. "En la tripa y de 10 centímetros. Su hijo pequeño ha chillado. Ella sangrando como una cerda y pidiéndole que no saliese del coche. La policía lleva a su hijo a casa mientras una uvi la lleva al Marañón".
A juicio de los investigadores, "resulta llamativo que si el mensaje está escrito por uno de los supuestos agresores que tras cometer el delito se dio a la fuga, este sea conocedor de a qué hospital fue llevada ella. Y dónde trasladó la policía a su hijo, además del estado en el que se encontraba". "Ambos hechos son incompatibles con la existencia de una tercera persona ajena a Elisa Pinto y contratada para agredirla", explican los agentes.
Sospechas sobre el niño
A juicio de los investigadores, "el autor de los mensajes encuentra satisfacción y se conforma con el mero hecho de insultar y humillar a la víctima y dejar claro que él es el inductor de las agresiones a Elisa Pinto". Esta motivación "se puede corresponder con un sentimiento de despecho" hacia el consejero delegado del Grupo Villar Mir. Los expertos en análisis de conducta consideran que los mensaje son demasiado explícitos como para ser enviados por un auténtico sicario, ya que son "poco naturales y expontaneos". "El autor de los mensajes puede tratarse de una persona muy cercana a a Elisa Pinto o incluso la propia Elisa Pinto", refleja el documento policial.
El pasado mes de julio, los agentes propusieron al juez que tomara declaración de nuevo al hijo de la dermatóloga, el menor de 11 años que ha confirmado de forma sistemática todo lo aportado por su madre. Y le solicitaron que lo hiciera en presencia del fiscal de Menores y no de su madre, para evitar la contaminación de testigos.
La primera medida aprobada por el juez fue un análisis caligráfico de la letra del menor, encargado a la Unidad Central de Criminalística de la Policía Científica.
En su informe, los agentes compararon dos notas amenazantes (una de ellas recibida por su propia madre) con varios exámenes de clase realizados por el hijo menor de la doctora. La conclusión de los investigadores (con la salvedad de que el informe se ha realizado sobre una muestra fotocopiada) no deja lugar a dudas. A juicio de la Policía Científica, la letra del pequeño César coincide con la de las amenazas que asegura haber recibido su madre.