Soraya Sáenz de Santamaría es la suplente de oro del Partido Popular, la mujer que el próximo lunes dará la cara por un Mariano Rajoy que deserta ante las cámaras. Ella será la voz del PP en el debate que le enfrentará a los candidatos de PSOE, Podemos y Ciudadanos por la presidencia del Gobierno. Y suyo es el reto de tapar con las cifras del paro y la revolución económica los escándalos de corrupción ante una audiencia millonaria. La fecha es el culmen de un proceso. Una mutación que ha transformado a la mujer que mece el Gobierno en un busto confiable: esa vecina de sonrisa eterna a la que cualquier español le confiaría sus llaves.
La fórmula del cambio es sencilla: una mezcla de bailes, paseos en coche, entrevistas triviales y la máxima de evitar las preguntas incómodas a cualquier precio. Ya no basta con fingir que Bárcenas no existe. Hay que conseguir que realmente el tema quede desterrado de la agenda. El dinero negro ha dado paso a preguntas blancas. De cara a la galería, la vicepresidenta mantiene fija su sonrisa. En la trastienda, sus partidarios y colaboradores atienden la tramoya; ese grupo de adherencias y resortes que le han servido para manejar el Ejecutivo con mano de hierro y acallar a sus detractores. Las luces de la campaña ya están en los medios.
Estas son las principales sombras de la 'Operación Soraya', bautizada este sábado como 'Operación Menina' por el líder de Podemos, Pablo Iglesias, aludiendo a un apodo de la vicepresidenta que se atribuye al ministro García Margallo. El PP ha puesto en marcha la operación "para que Soraya sea la presidenta apoyada por los votos de Albert Rivera", según Iglesias, quien ha emplazado al candidato naranja a aclarar si la investiría presidenta.
1.- La guerra con Cospedal
La vicepresidenta ha vivido durante los últimos dos años de legislatura una guerra abierta contra la secretaria general del partido, María Dolores de Cospedal. De cara a la galería, todo son sonrisas y buenas palabras entre ambas, mientras la trastienda es un escenario mucho más oscuro. Las diferencias entre ellas han dividido el partido y el Gobierno en dos grandes bandos. Y han dejado distintas bajas por el camino.
La guerra entre ambos bandos se ha traducido en un fuego amigo disparado desde los medios de comunicación. Como ejemplo, la noticia publicada el pasado mes de abril que situaba a Alberto Núñez Feijoo, actual presidente de la Xunta, como secretario general del partido impuesto por Rajoy para ocupar el puesto de María Dolores de Cospedal. Algo que nunca sucedió y que desde el entorno de la líder popular manchega consideran una maniobra para debilitarla. Tuvo su respuesta. El pasado mes de octubre se filtró la noticia de que la secretaria general sería la número dos de las listas del PP en Madrid. Eso reafirmaba su postura como sucesora de Mariano Rajoy frente a la vicepresidenta. Pero tampoco sucedió.
Según confirman a EL ESPAÑOL fuentes populares, los últimos disparos de esta batalla han impactado en dos nombres conocidos dentro del partido: el presidente de la SEPI, Ramón Aguirre, y el vicesecretario general de Comunicación, Pablo Casado. Aguirre, cercano a Cospedal, vio primero cómo se filtraba su entrada a dedo en las listas del PP por Guadalajara y trascendía después a la prensa su currículo personal. El documento confirmaba su falta de estudios superiores, frente al sueldo de 200.000 euros al año que cobra como máximo responsable de la SEPI. La información era parte de un dossier sobre el exdiputado que circuló durante días por varias redacciones.
En un caso todavía más reciente, el 29 de octubre la prensa desveló que Aznar utilizó recursos públicos para cerrar un contrato privado en Libia. El caso salpica directamente al actual vicesecretario general de Comunicación del Partido Popular. Pablo Casado es una de las nuevas caras incorporadas a l equipo de Cospedal para intentar dar una imagen renovada al frente del partido. Fuentes del PP también colocan la filtración de la información en el entorno de la vicepresidenta.
2.- El pulso contra el G-8
Soraya Sáenz de Santamaría ha intentado imponer también su disciplina dentro del Gobierno. Tanto que del respeto, algunos integrantes del Partido Popular han pasado al miedo, al temor por disentir y sufrir las represalias. El férreo control ejercido sobre los ministros ha fraccionado también el equipo Ejecutivo. Por un lado, el grupo de Los Sorayos, con el Secretario General de la Presidencia Jorge Moragas a la cabeza, se mantiene fiel a la vicepresidenta. Allí se integra la ministra de Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez, el de Sanidad, Alfonso Alonso –avalado después por Sáenz de Santamaría para liderar el PP vasco- y el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, una vez superadas sus tensiones.
En el otro bando, los ministros díscolos han sido apelados como el G-8. Siendo algunos de ellos amigos personales de Mariano Rajoy, intentan escapar del control de la vicepresidenta y tener acceso directo al presidente. En el G-8 se enmarcan José Manuel García-Margallo, ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Soria, ministro de Industria, Isabel García Tejerina, de Agricultura, Ana Pastor, de Fomento, Jorge Fernández Díaz, ministro del Interior, Rafael Catalá, responsable de Justicia y Pedro Morenés, de Defensa. El elenco lo completaba el dimitido José Ignacio Wert.
Las diferencias entre los dos grupos han sido evidentes. Primero por la voluntad de Sáenz de Santamaría de llevar el Ejecutivo al margen de las decisiones tomadas por los órganos directivos de su propio partido (esquivando de nuevo el control de la secretaria general). Y segundo por su voluntad de acumular cada vez más poder. Sáenz de Santamaría ha llegado a ocupar once cargos ejecutivos simultáneos: era presidenta de la comisión especializada para la gestión del Ébola, vicepresidenta de la Presidencia, portavoz del Ejecutivo, responsable del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), de la Agencia Estatal del Boletín Oficial del Estado, del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, máxima responsable del Consejo de Administración de Patrimonio Nacional, presidenta de la Comisión General de Secretarios de Estado y Subsecretarios…
En los últimos meses y pese a la aparente imagen de respaldo, las diferencias se han hecho palpables también entre Soraya y el propio Mariano Rajoy, que afeaba a su pupila una falta de información en temas de especial importancia como la lucha contra el terrorismo.
3.- La relegación de Montoro
El 3 de junio de 2013, el Gobierno modificó por sorpresa la disposición adicional tercera del Real Decreto 1886/2011, de 30 de diciembre, por el que se establecen las Comisiones Delegadas del Gobierno. El asunto parecía un mero trámite. Un proceso administrativo como tantos otros, que escondía detrás la intención de retirar a Cristóbal Montoro al frente de la Comisión Delegada de Asuntos Económicos, la más importante de todas las que conforman el Gobierno, para poner en su lugar a la vicepresidenta. Ante la prensa, el asunto se anunció simplemente como una adecuación de la norma. Una confirmación legal de lo que ya era una realidad; que cuando el presidente del Gobierno no podía presidir el grupo de trabajo, lo hacía Soraya.
Sin embargo, la razón del cambio legal era otra bien distinta: garantizar que, en ausencia del presidente, sería Sáenz de Santamaría quien tendría el control del organismo. La prueba la aportó el propio Partido Popular en el Congreso. A preguntas de la oposición, el ejecutivo reconoció que la Comisión Delegada de economía se reunió 35 veces durante 2012. De ellas 30, fueron presididas por Mariano Rajoy, y las cinco restantes, por Cristóbal Montoro en su calidad de ministro de Hacienda. Ninguna de ellas tuvo como responsable a la vicepresidenta, tal y como mantenía el Gobierno para explicar el cambio en la norma. Sáenz de Santamaría carece de hecho de formación económica o experiencia empresarial alguna.
4.- Los manejos de María González Pico
La vicepresidenta del Gobierno se ha rodeado, a lo largo de los años, de una estructura de poder. Una base de colaboradores colocados de forma estratégica en los principales puntos de decisión dentro de la Administración. Hombres como Alfonso Alonso o José Manuel Moreno, líderes del PP en el País Vasco y Andalucía. Y en la cima de la pirámide figura un nombre concreto. El de la mano derecha de Soraya Sáenz de Santamaría, María González Pico.
Licenciada en Ciencias de la Información, González Pico hizo prácticas en un medio local como única experiencia periodística antes de pasar a la política. Hija de un hostelero de Aranda de Duero (Burgos) González Pico fue durante años jefa de gabinete de Gabriel Elorriaga, subsecretario del Gabinete de Presidencia del Gobierno entre 1996 y 2000 cuando Elorriaga parecía el delfín de Rajoy. Allí ganó los contactos y conoció los secretos de la política de alto nivel. Unos secretos que en 2008 puso al servicio de Soraya Sáenz de Santamaría cuando fue elegida portavoz del Gobierno tras la dimisión de Eduardo Zaplana. De chica para todo, González Pico pasó a ser la principal colaboradora de la vicepresidenta del Gobierno. Y la mujer que realiza la mayoría de los encargos delicados. Suya es la función de controlar a los medios, de mantener relaciones con los periodistas afines, de apagar los fuegos y de canalizar la relación diaria de la vicepresidenta con el Centro Nacional de Inteligencia.
5.- La ayuda oculta a Bárcenas
La vicepresidenta del Gobierno hizo gestiones para favorecer a Luis Bárcenas ante la policía. Y lo hizo –según la versión del extesorero- por medio de su mano derecha María González Pico. El pasado 2 de diciembre, EL ESPAÑOL hizo pública la prueba: una carta manuscrita de Luis Bárcenas donde el hombre que controló las finanzas del PP narra las maniobras orquestadas por Vicepresidencia del Gobierno y en las que participó como intermediario el empresario Mauricio Casals, presidente del diario La Razón y directivo de Atresmedia, grupo propietario de Antena 3 y La Sexta.
En su manuscrito, Bárcenas confirma sus gestiones para que la policía retirase de los informes las conclusiones que le relacionan con los pagos en la Operación Gürtel anotados a nombre de “Luis el Cabrón”. Para ello y según su carta, destinada a la Audiencia Nacional, Bárcenas utilizó a Casals como intermediario “con consentimiento de Rajoy”. Tras la publicación de la noticia por parte de EL ESPAÑOL, directivos de La Razón reconocieron que Bárcenas visitó “diez o doce veces” la sede del diario, aunque enmarcaron estos encuentros en su necesidad de confirmar la versión del exsenador sobre las noticias que le vinculaban con la financiación ilegal del PP.
Bárcenas explica en su escrito al juez Ruz que en agosto de 2012 recibió “una llamada de María González Pico (jefa de Gabinete de Soraya)” para que presentara “urgentemente un escrito en la Dirección General de la Policía pidiendo que se investigue quién era ‘Luis el Cabrón’. De cara a los ciudadanos, lejos de reconocer estas gestiones, Sáenz de Santamaría ha mantenido una y otra vez la versión oficial del partido sobre el dinero oculto en Suiza. Como portavoz del Gobierno, se ha esforzado por presentar a Luis Bárcenas como un delincuente que engañó también al Partido Popular y se enriqueció a sus espaldas, obviando pruebas como los sms donde el actual presidente del Gobierno le decía al extesorero “Luis se fuerte" o "Hacemos lo que podemos”.
6.- El control sobre el CNI
La acumulación de poder de Soraya Sáenz de Santamaría se confirmó de forma efectiva el 21 de diciembre de 2011. Esa fecha, una restructuración del Ejecutivo dejó en sus manos el control absoluto del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), que hasta la fecha dependía directamente del Ministerio de Defensa. Bajo su mano quedó entonces la gestión de fondos reservados que controla el organismo –con un presupuesto total de 240 millones de euros- y toda la red de agentes que el CNI tiene sobre el terreno en distintas partes del globo. El organismo vio bajo su mando cómo su presupuesto se incrementaba un 9% en plena crisis. Es la tercera subida más importante de todos los presupuestos durante la legislatura.
Para garantizar el control sobre el organismo, Sáenz de Santamaría dejó como máximo responsable y director a Félix Sanz Roldán, jefe del Estado Mayor de la Defensa con José Bono como ministro de Defensa y hombre de confianza de su sucesora Carmén Chacón. Pero colocó como segunda en la línea de mando a una persona de su entera confianza: Beatriz Méndez de Vigo, hermana del actual ministro de Cultura, Iñigo Méndez de Vigo y que con anterioridad era oficial de enlace entre el CNI y los servicios de inteligencia alemanes.
El nombramiento de Méndez de Vigo como número dos del CNI gustó poco en el seno de los espías españoles, hasta el punto de abrir una brecha entre algunos de los operativos más experimentados y la cúpula directiva del organismo.
7.- Su relación con el Pequeño Nicolás
Su nombre es Francisco Nicolás y con 19 años fue capaz de provocar una de las crisis de imagen más importantes a la vicepresidenta. En octubre de 2014, el joven fue detenido y acusado de presuntos delitos de falsedad documental, estafa en grado de tentativa y usurpación de funciones públicas. La última imputación tiene que ver con la tendencia de Francisco Nicolás a hacerse pasar por agente del CNI y persona de confianza de Soraya Sáenz de Santamaría. En sus declaraciones judiciales, el joven mantuvo siempre que colaboraba con los servicios de inteligencia españoles y que tenía relación personal con la vicepresidenta.
El relato del pequeño Nicolás carecería de sentido alguno, si no fuera por las pruebas que le colocan, al menos, cerca de ese entorno. Suyas son, por ejemplo, las fotos de Soraya Sánez de Santamaría escalando por una mesa en el balcón de la sede central del PP en las elecciones de 2004, ayudada por Jorge Moragas. También son evidentes las vinculaciones del Pequeño Nicolás con el secretario de Estado de Comercio, Jaime García Legaz, o con personal del CNI, que se vio obligado a reconocer públicamente que el joven visitó al menos en una ocasión sus instalaciones. Sin embargo, sobre el papel, la Vicepresidencia del Gobierno consiguió desligarse del chico al iniciar María González Pico el procedimiento de denuncia que se saldó con la detención del joven. La presión sobre el caso del Pequeño Nicolás se trasladó pronto a los medios. La propia vicepresidencia llegó a llamar a radios y periódicos para evitar que su nombre se viera vinculado de forma alguna con el joven.
8.- El fichaje de su marido por Telefónica
El 22 de marzo de 2012, Telefónica confirmó públicamente el fichaje de Iván Rosa Vallejo para su equipo jurídico. Antes de ser contratado por la multinacional, el marido de la vicepresidenta trabajó durante ocho años como abogado del Estado para el Ministerio de Economía. Su fichaje fue polémico por la aparente capacidad de influencia que Telefónica ganaba con este movimiento frente al Ejecutivo. Tras el anuncio, Soraya Sáenz de Santamaría guardó silencio, mientras sus asesores se apresuraron a filtrar la versión oficial sobre el contrato: el fichaje de Iván Rosa por Telefónica era una cuestión meramente personal que en nada afectaba al Gobierno.
El acuerdo entre Telefónica y el marido de Soraya supuso incluso un cambio en la normativa sobre conflicto de intereses. Tras una pregunta parlamentaria del PSOE, el pasado verano la abogacía del Estado realizó un informe explicando que la vicepresidenta no debía inhibirse en las decisiones que afectaran directamente a la empresa de su marido. La explicación del informe se basa en que Rosa Vallejo es un responsable de tercer nivel del servicio jurídico de Telefónica, y no el máximo dirigente del departamento. De facto, el informe posibilita que cualquier ministro en ejercicio de su cargo participe en las decisiones que afecten a empresas donde tengan amigos, familiares o personas con cualquier otro tipo de interés o relación, siempre que no sean responsables ejecutivos de la compañía.
9.- El patinazo de la amnistía fiscal
El Gobierno de Mariano Rajoy retorció el lenguaje durante meses. Lo llamó regularización fiscal, declaración tributaria especial, proceso para aflorar bienes no declarados… Cualquier cosa para no reconocer que lo firmado en 8 de octubre de 2012 fue simplemente una amnistía fiscal donde, por razones de necesidad económica, 29.065 defraudadores consiguieron legalizar su dinero a cambio de una mínima sanción del 10%.
El espejismo dialéctico duró más de dos años, hasta que en la vicepresidenta del Gobierno pronunció por equivocación las temidas palabras. Fue en una sesión de control de la cámara baja y tuvo que salir Montoro al quite. Tras el error, la vicepresidenta alejó las penas a ritmo de rumba en la Feria de Abril de Sevilla. En el vídeo del momento, Sáenz de Santamaría taconea junto a su principal colaboradora, María González Pico. Un día después, se escudó en rueda de prensa en la utilización del término y matizó que lo hizo únicamente para que los ciudadanos pudieran entenderla con más facilidad.
10.- El error Echenique en RTVE
A estas alturas pocos recuerdan a Leopoldo González-Echenique. Este abogado del Estado llegó a la presidencia de Radiotelevisión Española (RTVE) con la vitola de ser un sorayo de pura cepa. Iba a ser el gestor que iba a variar el rumbo de una cadena pública arruinada y tan politizada como siempre. Los hechos, tozudos como son, contradijeron esas previsiones. Y finalmente, en octubre de 2014, Echenique dejó los mandos de una RTVE que tuvo que volver a ser rescatada por el Ministerio de Hacienda y que alcanzó sus mínimos históricos de audiencia.
La solución de Soraya y Rajoy fue rescatar como presidente de la corporación a José Antonio Sánchez, que ya había ocupado el mismo cargo (entonces como director general) en el último gobierno de Aznar. Además de la gestión errónea del sorayo Echenique, la politización de TVE a favor del Gobierno ha sido tan descarada y evidente que tanto los diferentes sindicatos como el potente Consejo de Informativos llevan varios años en pie de guerra, con continuas denuncias de manipulación del partido gobernante.
11.- Las licencias del duopolio
Como portavoz, Soraya Sáenz de Santamaría ha sido la encargada de pilotar las relaciones entre el Ejecutivo y los medios de comunicación. Uno de los principales puntos de fricción tiene que ver con las licencias de emisión en Televisión Digital Terrestre (TDT). Siempre con la concesión de canales como evidente elemento de presión, durante esta legislatura se ha vivido un curioso tira y afloja entre los medios y el Gobierno en el que la vicepresidenta también ha jugado un papel oscuro. Ella y el titular de Industria, José Manuel Soria, han sido algo así como la policía buena y el policía malo respecto a las dos compañías que conforman el duopolio televisivo: Mediaset y Atresmedia.
Así, a mediados de 2014, cuando el fenómeno de Podemos había nacido y crecido sobremanera en las tertulias televisivas, el Ejecutivo ordenó ejecutar una sentencia por sorpresa que suponía el cierre de ocho canales de TDT. Un golpe que los capos mediáticos no encajaron nada bien. Sin embargo, en el otoño de 2015, después de que Rajoy hablase del “martilleo” televisivo contra el PP, las relaciones se recompusieron y, finalmente, el brazo ejecutor de Soraya volvió a repartir canales, con premios para Atresmedia y Mediaset, claro, pero también con castigo para Vocento, justo cuando el diario Abc más ponía en duda al Ejecutivo del PP.
12.- La cercanía al grupo Prisa
Quizás este punto es el más llamativo en el currículum mediático de la vicepresidenta del Gobierno. Es evidente su excelsa sintonía con el presidente de Prisa, Juan Luis Cebrián, y con el resto de mandamases del conglomerado mediático. Así lo prueba, por ejemplo, la famosa foto de Soraya en Barcelona durante la puesta en marcha de la edición en catalán del rotativo del holding mediático. Pero, más allá de las fotos, el caso es que Prisa ha conseguido en esta legislatura dos operaciones más que relevantes para salvar su futuro. Y en ambas ha necesitado la ayuda del Gobierno. Se trata de la la refinanciación de la deuda por parte de bancos acreedores y, por encima de todo, la venta de Digital Plus a Telefónica. Este último caso es quizás el más decisivo.
En un principio, las autoridades de la Unión Europea tenían que decidir sobre si esta operación entre Prisa y Telefónica era contraria a la competencia entre operadores de la televisión de pago, teniendo en cuenta que gracias al acuerdo Movistar pasaría a tener en sus manos el 80% del negocio. Sin embargo, la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) reclamó a Bruselas ocuparse del asunto. Y después aprobó la operación con condiciones más que accesibles para los dos implicados.
Solo hay que repasar la hemeroteca para comprobar que apenas ha habido informaciones críticas de El País o la Ser sobre Soraya. Y, de hecho, un caso reciente atestigua que la números dos del Gobierno es intocable en los medios que controla Cebrián. Dos redactores del diario de Prisa escribieron el 15 de julio un artículo sobre la vicepresidenta del Gobierno y su marido, Iván Rosa, que trabaja como asesor en Telefónica. La primera versión de la noticia, basada en el informe de la Abogacía del Estado al que habían accedido los informadores, decía: “Justicia permite a Santamaría tratar asuntos de Telefónica, donde trabaja su marido”. Éste fue, de hecho, el enfoque de la noticia que se publicó en la edición impresa. Sin embargo, en la edición en internet la dirección decidió cambiar el enfoque: “Santamaría se abstiene en los asuntos de Telefónica pese a no estar obligada”. Hoy esos dos periodistas trabajan en otro medio de comunicación.
13.- Su obsesión por gustar
Soraya Sáenz de Santamaría comparte con Mariano Rajoy la cartelería electoral en las calles de Madrid. El gesto ha sido interpretado, de facto, como un guiño a la hora de elegir sucesor. Soraya gana la batalla frente a Cospedal y Núñez Feijoo, los otros dos candidatos a protagonizar el futuro del PP. Y posa en su cartel con la mirada serena. No hay que ser experto para adivinar el Photoshop: los retoques aportan luminosidad a su rostro y quitan algunos kilos.
No es la primera vez que la vicepresidenta, obsesionada con su imagen, adquiere notoriedad iconográfica. Lo hizo ya en 2009 cuando posó tendida en el suelo, descalza y con un vestido con apariencia de deshabillé para el Magazine de El Mundo. Llovieron las críticas sobre si era pertinente que una persona con responsabilidad pública mezclara la política con enseñar pantorrilla.
Poco antes, Sáenz de Santamaría había posado de nuevo para la revista ELLE. Allí el reportaje incluía primeros planos, maquillaje estudiado y pose de modelo. Arreglada pero informal. El interés por proyectar su imagen contrasta con su voluntad por enmascarar parte de su físico: muchos primeros planos y pocos elementos de referencia camuflan su escasa estatura. Y eso contando con su baile en El Hormiguero días después después de las críticas a Miquel Iceta por cerrar sus mitines en Cataluña al ritmo del Don't stop me now de Queen.
Esta semana, Sáenz de Santamaría ha vuelto al quiosko. Esta vez con más ropa, la vicepresidenta del Gobierno es portada de Yo Dona. Vuelve al blanco y negro, al traje chaqueta y a los primeros planos. Vuelve a las entrevistas personales, como si el votante debiera conocer sus sentimientos y su apuesta por la moda antes que sus soluciones para arreglar los problemas de España.