Todo comenzó en Bidart. La operación que la Gendarmería francesa y la Guardia Civil efectuaron contra la cúpula de ETA en esta pequeña localidad gala no sólo sirvió para descabezarla, sino también para comprender su funcionamiento y entramado. Era marzo de 1992 y, con la caída de Pakito, Txelis y Fitipaldi, la organización cayó en una debilidad del que tardó en años en recuperarse. Era el inicio de la colaboración entre las Fuerzas de Seguridad a ambos lados de la frontera. Ahora, 23 años después, la Policía francesa y la Benemérita cierran el círculo con un nuevo golpe, el definitivo, a la cúpula de la banda..
Pocas veces se reunía la cúpula de ETA como en encuentros como el de Bidart. Francisco Múgica Garmendia, alias Pakito, era uno de los hombres más buscados en España. No era frecuente que los servicios de información recibiesen detalles sobre su paradero y la mayoría de las ocasiones eran infundados. Hasta febrero de 1992.
Entonces, cayó en las manos de la Guardia Civil una información que parecía indicar el paradero del terrorista, un paraje ubicado en el País Vasco francés; cualquier dato se antojaba crucial ante la próxima celebración de la Expo en Sevilla, en abril de ese mismo año, sobre la que ETA había planeado una campaña de atentados.
Entonces, los agentes se jugaron todo a una carta.
En lugar de activar la operación para detener a Pakito, decidieron seguir sus pasos durante quince días. El objetivo no era otro que obtener más información sobre la banda y dar con el paradero de otros jefes etarras. La Policía francesa y la Benemérita asumieron conjuntamente la maniobra y, aún con el riesgo de ser descubiertos, siguieron los pasos del dirigente de ETA. Era la primera operación de envergadura en la que colaboraban ambos cuerpos.
Durante esta estrecha vigilancia -en la que se vivieron momentos de tensión y que muy cerca estuvo de ser descubierta-, los agentes hallaron indicios del encuentro que la cúpula de la banda tenía previsto en la localidad de Bidart, de apenas 4.000 habitantes y próxima a San Juan de Luz. A ella asistirían otros compañeros de Pakito, aunque su identidad todavía no había trascendido.
Llegó el 29 de marzo de 1992, el día señalado para la cumbre. Decenas de agentes se apostaron en las inmediaciones del chalé y aguardaron la llegada de los etarras. A la cita, efectivamente, se presentó Pakito. Para sorpresa de las Fuerzas de Seguridad del Estado, también lo hicieron José Luis Álvarez Santacristina, alias Txelis, y José María Arregui Erostarbe, Fiti. Este era el golpe que las Fuerzas de Seguridad venían persiguiendo desde hacía años: los tres constituían el núcleo duro de ETA en los llamados años de plomo de la banda, aquellos en los que los asesinatos de la banda se contaban por decenas.
La rapidez con las que las fuerzas de élite actuaron fueron clave para detener a los dirigentes y proteger los documentos que estos habían empezado a destruir tras escuchar los primeros ruidos. Entre los papeles se descubrió numerosa documentación que señalaba a Herri Batasuna como el brazo político de ETA y al entramado KAS como la base para sustentar a la banda.
Tras estas detenciones, los terroristas nunca llegaron a tener la misma fuerza como la que había alcanzado en 1992. Fuentes de la lucha antiterrorista señalan, además, que esta fecha marcó el inicio de la colaboración entre la Gendarmería gala y la Guardia Civil, que ahora ha culminado con la reciente desarticulación de la cúpula etarra.
Nuevos liderazgos en ETA
A pesar de todos los golpes policiales que ETA padeció derivados de Bidart, la banda consiguió reorganizarse y formar nuevos comandos. Los jóvenes de Jarrai engrosaron las filas del grupo y la asiduidad de los atentados comenzaba a recordar -aunque todavía de lejos- a la de los primeros años de los noventa. Era el año 2001 y buena parte de la responsabilidad recaía en un nombre: Xabier García Gaztelu, Txapote.
Pero la colaboración entre las Fuerzas de Seguridad francesa y española sirvió para dar con el paradero del terrorista. Su nombre estaba vinculado con varios crímenes de gran repercusión, como el del concejal de Ermua Miguel Ángel Blanco, el del socialista Fernando Múgica, o el del popular Gregorio Ordóñez, entre otros. Además, como dirigente de la banda, ordenó el asesinato de, al menos, medio centenar de personas.
De nuevo, una operación conjunta entre las Fuerzas de Seguridad de ambos países permitió dar con el responsable del aparato militar de ETA. Pasadas las dos de la tarde del 23 de febrero de 2001, los agentes lo detuvieron cuando este tomaba el aperitivo en la terraza del café Havana, en la localidad francesa de Anglet. En ese momento, Txapote iba armado con una pistola automática. Con su detención, los comandos terroristas quedaron temporalmente descabezados.
Juan Antonio Olarra Guridi y Ainhoa Mujika Goñi, compañeros sentimentales, retomaron el papel de Txapote dentro de la banda. Aquello sólo duraría unos meses: en septiembre de 2002, ambos fueron detenidos en Burdeos. De nuevo, la colaboración entre Francia y España fundamentó la operación.
Según el entonces vicepresidente primero y ministro portavoz del Gobierno, Mariano Rajoy, los dos terroristas “daban las órdenes de qué acciones terroristas había que llevar a término”: “Es una jornada histórica en la lucha contra ETA […] que sólo se puede comparar con otros dos o tres acontecimientos de esas características, como el de Bidart”, aseveró Rajoy. Entre otros cargos, la Audiencia Nacional condenó a ambos -el primero, considerado máximo jefe militar de ETA; la segunda, su lugarteniente- a 1.253 años de prisión por el atentado perpetrado en Vallecas en 1995, en el que murieron seis personas y resultaron heridas otras 44.
El refugio francés había acabado para los terroristas. La Gendarmería gala protagonizó varias operaciones en las que se debilitó considerablemente a ETA.
El golpe definitivo
Fuentes de la lucha antiterrorista comparan la operación efectuada en Bidart en 1992 con la de Saint-Étienne-de-Baïgorry de la semana pasada, en la que cayeron David Pla e Iratxe Sorzabal.
En esta ocasión, al igual que entonces, Francia y España desplegaron un amplio operativo para vigilar a una treintena de personas, tanto en territorio galo como en el País Vasco. Muchas de ellas quedaron descartadas como parte de ETA, pero los pasos de otras condujeron al caserío en el que los terroristas tenían previsto.
El encuentro podría suponer el fin de las ocho líneas de investigación que la Guardia Civil mantenía sobre Pla y Sorzabal. A la operación se le bautizó con el nombre de Pardines, el primer agente del Cuerpo asesinado por ETA.
Durante meses se siguió a los dirigentes etarras hasta que por fin concluyeron que se iban a reunir en el caserío de Saint-Étienne-de-Baïgorry. Fuentes policiales revelan que los terroristas se encontraban para preparar un comunicado que tenían previsto difundir en el Gudari Eguna, o Día del Soldado, fecha señalada en el calendario abertzale.
En las inmediaciones del caserío se desarrolló una escena muy similar a la de Bidart, con decenas de agentes desplegados durante horas. Las fuerzas de élite volvieron a actuar con rapidez para detener a los sospechosos e intervenir la posible documentación.
El resultado de la operación fue el previsto y, aunque todavía con algunos restos de la banda repartidos por el mundo, su capacidad operativa ha sido anulada. “[El operativo] pone de manifiesto la extraordinaria colaboración bilateral con Francia”, apuntó el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz. Algo que, desde la Guardia Civil, señalan como “fundamental” para dar el que se supone como el golpe definitivo a ETA.