Agosto suele definirse como un mes improductivo; el calor azota al hemisferio norte y nos creemos que la vida se detiene. Sin embargo, bien sabemos que el tiempo es una medida en crecimiento constante y detenerlo es un trabajo infructuoso.
Al contrario de mis columnas, que sí se han tomado un pequeño descanso de cuatro semanas, la ciencia no se ha interrumpido. Mientras las temperaturas no paraban en su ascenso, varias noticias saltaban de las penumbras y el silencio de los laboratorios al bullicio de los telediarios y las redes sociales.
En un apretadísimo resumen te digo que: se ha identificado un grupo de genes relacionados con una sana longevidad, se completó el genoma humano con la secuenciación entera del cromosoma Y, las infecciones por Covid-19 han subido casi exponencialmente –pero no son una preocupación sanitaria aún–, una nave espacial de la India alcanzó las cercanías del polo sur lunar y se ha generado la primera mosca de la fruta con las modificaciones necesarias para poder reproducirse sin necesidad del macho.
Mas algo me he dejado para el postre en esta comida posestival. La noticia científica del verano no estaba en ninguno de los hitos que te he mencionado. El bombazo se lo llevaba la física de los materiales con un anuncio inaudito: superconducción eléctrica a temperatura ambiente.
En palabras del físico Pedro David García, investigador titular de CSIC, “tener un superconductor a temperatura ambiente sería lo que a veces llamamos un breakthrough, es decir, un avance disruptivo”.
Un material conductor de la electricidad, como puede ser un metal, siempre ofrece cierta resistencia. Algo que se traduce en una reducción significativa de la eficacia en el transporte de la electricidad. En palabras sencillas, se pierde energía por el camino.
En cambio, en un material superconductor la resistencia es cercana a cero, convirtiéndolo en el ideal para transportar energía eléctrica de un punto a otro. Pero, no todo es tan fácil. La superconducción es una propiedad que está ligada a lo que denominamos temperatura crítica de transición: cuando esta temperatura se supera, vuelve la resistencia y se acaba la conducción casi perfecta de la electricidad.
Hasta ahora las temperaturas críticas de transición de los superconductores conocidos son extremadamente baja. Por esta razón no ha sido viable su uso masivo.
El anuncio de la generación de un material superconductor a temperatura ambiente revolvió el mundo científico en plenas olas de calor estival. Según Juan Francisco Sierra-García, investigador del Instituto Catalán de Nanociencia y Nanotecnología (ICN2), “se puede decir que encontrar este material es uno de los santos griales de la física. Sus aplicaciones revolucionarían el mundo actual. Las aplicaciones irían desde poder transmitir corrientes eléctricas sin disipación térmica, con un ahorro energético enorme, hasta las tecnologías cuánticas a temperatura ambiente, pasando por los trenes levitando”.
Pero, como siempre digo, “la ciencia es verdad, creas en ella o no”. La reproducibilidad de los resultados es esencial para sentar las bases de cualquier nuevo concepto o verdad científica. Los artículos que anunciaban este hito científico-tecnológico inmediatamente fueron escudriñados por cientos de investigadores del campo y la verdad saltó.
La primera sospecha está en los manuscritos publicados. “Muy mal escrito, diría que escrito en una tarde y sin datos concluyentes”, me confirma Sierra-García refiriéndose al primero de los dos publicados. Luego vinieron los inútiles intentos de reproducir los ensayos: nadie ha sido capaz de replicarlos.
Por ahora sigue siendo una entelequia poder llevar electricidad sin resistencia desde un punto a otro y a temperatura ambiente.
Los dos artículos, divulgados en régimen de preprint, lo cual significa que el trabajo no había sido revisado por científicos independientes, que aseguraban la obtención de un superconductor a temperatura ambiente denominado LK-99 no han sido reproducidos por la comunidad científica. Ergo, no son reales. Noticias de última hora dicen que uno de los equipos planea enviar otro artículo donde aportan nuevas evidencias, quizá más convincentes. Por ahora, no hay superconductor a temperatura ambiente.
En conversación con Pedro David García llegábamos a la conclusión de que lo más interesante del proceso que hemos vivido este verano ha sido ver, en directo, cómo funciona la ciencia. Demostramos, una vez más, que es un consenso que se ajusta a los datos empíricos. En ello radica su fortaleza, siempre al lado de la verdad.
“Ver a tantos científicos testear experimentalmente el nuevo material es una prueba más del rigor que impregna a la ciencia como actividad colectiva. A veces lenta, pero siempre segura”, fueron las palabras de García.