En estos tiempos de ¿corrección?, donde todo lo que se dice o escribe pasa por el implacable escrutinio de unas y otros, se nos está escapando la propagación de infecciones de transmisión sexual –también conocidas como ITS– por no hablar con claridad.
Quienes trabajan en atención primaria, centros especializados y servicios de infecciosos cada día se percatan de una realidad palmaria: están aumentando los casos de sífilis, gonorrea, clamidia y un, por ahora, finito etcétera de ITS. Mientras tanto la sociedad y los gestores miran hacia otro lado o se entretienen con canciones despechadas y reales biografías que tocan temas de millonarios malcriados con vidas de ilusión.
Con una educación sexual en mínimos y sin campañas de comunicación efectivas, las otrora reinas de prostíbulos y cuartos oscuros van ganando espacio en nuestras vidas; todo ello sin necesidad de confinamientos en espacios de tolerancia que huelen a pasado remoto.
Según los números, la tasa de incidencia de las ITS, es decir, el porcentaje de casos por cada 100.000 habitantes, alcanzó el 67% en España el año pasado. A pesar de este alarmante dato, es muy probable que pienses: “Esto es un problema de otras personas, de otros colectivos… de los otros”. Sin embargo, a veces los “otros” devienen “nosotros”.
[Las infecciones de transmisión sexual crecen un 84% y los casos de VIH se triplican]
Cuando hablamos de ITS la primera población que nos aparece en la mente son los homosexuales masculinos, los gays o como se han empeñado en renombrar: hombres que tienen sexo con hombres. ¿Es esto así?
En parte, hay cierta razón para pensar de esta manera. Muchas son las causas por las que la incidencia de las ITS en este sector de la población se mantiene elevada. Sin maquillaje ni corrección te puedo mencionar: las llamadas ChemSex, la proliferación de las apps para contactos inmediatos por proximidad física, el uso de la PreP, la característica liberación sexual del colectivo y algunas cuestiones más.
¿ChemSex y PreP? Quizá sea lo que te preguntes en estos momentos.
Vayamos por partes, la ChemSex es un tipo particular de consumo sexualizado de sustancias que se vincula a la cultura sexual gay. Sin muchos rodeos: es el consumo de drogas con fines sexuales que propicia largas sesiones de sexo, te hablo de varias horas, o incluso días.
La ChemSex es una práctica muy popular en grandes ciudades como Madrid, Londres, Barcelona, Nueva York y Berlín, mas no es exclusivo de estas urbes. Es evidente que, bajo los efectos de las drogas consumidas, en estos entornos el sexo practicado con varias personas no es controlado y en muchos casos, por no decir todos, la ausencia de esa protección llamada condón se torna protagonista absoluta. Una fiesta para las ITS.
Por lo general, las personas que practican ChemSex suelen decir que están tomando PreP, una terapia profiláctica que, usada correctamente, evita el contagio del VIH en un porcentaje cercano al 100. Ergo, se sienten protegidas frente al VIH y no usan condones, ¿y las demás ITS?
La PreP se popularizó hace algunos años en los Estados Unidos, y Europa la ha ido asumiendo en los últimos tiempos. Para consumir PreP, al menos en España, la persona debe estar en un programa de seguimiento cubierto por la seguridad social para controlar los efectos secundarios y su efectividad. Sin embargo, los números no concuerdan.
El año pasado, según un cálculo oficial, algo más de 13.000 personas se inscribieron en el programa de la PreP, pero esta cifra es muy inferior a las personas que dicen estar en PreP según las redes y las Apps de contactos. ¿Cuál es la realidad? Especulo que aquí entran en juego: el mercado extraoficial, la mentira y aquellos que en realidad son VIH positivos con carga indetectable, por lo tanto intransmisible, que están medicados.
Sea cual sea el motivo, el uso del condón se va haciendo anecdótico y florecen las otras ITS, aquellas que, gracias a la ciencia, han dejado de ser mortales. Pero, ¿esto seguirá siendo así?
Es un problema de todas y todos
El fenómeno de las resistencias a los tratamientos repetitivos es un problema que mantiene en vilo el alma de los microbiólogos e infectólogos. Por citar un ejemplo: la aparición de súper-sífilis ya se han reportado. ¿Cuánto falta para que aflore alguna cepa que escape a todos los tratamientos disponibles? No lo puedo predecir, pero los ciclos contagio-medicación aumentan la probabilidad su aparición de manera significativa.
Entonces, ¿qué hacemos? ¿Sería una solución perseguir a los consumidores de ChemSex? ¿Convendría arremeter contra esa población promiscua que sólo piensa en tener sexo sin protección e identificamos como hombres que tiene sexo con hombres? Antes que respondas te voy a proporcionar un dato oficial: los casos de ITS en mujeres españolas han crecido más de un 1000% en los últimos 7 años. No me he equivocado, después del uno hay tres ceros.
De hecho, el 80% de los nuevos casos de ITS se diagnostican en mujeres menores de 34 años y más de la tercera parte de los nuevos casos de VIH se detectan en personas heterosexuales. En este último caso, el doble en mujeres que en hombres según las estadísticas de Estados Unidos. Es decir, esto es un problema de todas y todos.
Las cifras de ITS en nuestro país ya son superiores a las de los años de la heroína. Los números asociados a la gonorrea, la clamidia, la sífilis e incluso el virus del papiloma humano se han multiplicado. Mientras tanto, campañas como el mítico Póntelo, pónselo o aquel Entre nosotros úsalo han desaparecido. Las nuevas generaciones no reconocen el condón como un fiel aliado y los mayores se han sumado a esa supuesta liberación que significa mantener relaciones sexuales sin protección.
Mi recomendación: siempre con condón.