Saquemos pecho y comamos plátanos, el alimento con menor huella de CO2 del mundo. Además de ser uno de los productos nacionales más conocidos, contamina una tercera parte que una banana convencional.
La huella de lo que comemos es la más invisible y vital, pues es pura supervivencia. Y aunque últimamente es difícil acertar con qué comer sin pecar en el mandamiento de “protegerás el planeta sobre todas las cosas”, hay alimentos que nos ayudan a reducir nuestro impacto.
Los plátanos, si son de Canarias y llevan el sello de Indicación Geográfica Protegida (IGP), lo hacen. Un sello que avala su calidad diferenciada, cultivada bajo los más estrictos estándares de la UE (control fitosanitario, medioambiental y de seguridad alimentaria).
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Al hablar de huella de CO2, son las zanahorias las que más tienen entre las frutas y verduras con 300 gramos, y las bananas, con 80 gramos, las que menos. Lo sabemos, entre otras cosas, gracias al libro How Bad Are Bananas, The Carbon Foot Print of Everything”.
Es un referente en el mundo de la sostenibilidad, en el que el investigador y escritor inglés Mike Berners-Lee ordena de menor a mayor las emisiones de CO2 de todo (las directas y las indirectas) a lo largo de todo el ciclo de vida (desde que se fabrica hasta que se convierte en residuo).
¿Alguna vez te habías preguntado cuánto contamina una guerra, un partido de fútbol o tener un hijo? En el libro de Berners-Lee podemos saber estos datos. Tener un hijo, en concreto, 373 toneladas de CO2, y una guerra como la de Irak, de 250 a 600 millones de toneladas.
Según el autor un plátano tiene 25 gramos, frente a los 80 gramos de cualquier otra banana. Nuestro sector platanero canario es además pionero en España, desde hace nueve años, en certificar la veracidad del cálculo de sus emisiones de CO2 en toda su cadena de valor: cultivo, procesado, distribución, consumo y fin de vida.
“En un ejercicio de máxima transparencia, el sector no limita su certificación al cultivo, sino que además incluye el transporte y la distribución en la Península”, explica la Asociación de Organizaciones de Productores de Plátanos de Canarias (ASPROCAN), que desde el año 2013 han reducido en más del 50% las emisiones de CO2. AENOR, la entidad de referencia en certificación, acaba de verificar el kg de Plátano de Canarias, incluyendo las etapas de campo, empaquetado, distribución, consumo y fin de vida, en una huella de Carbono de 120,71 gr de CO2.
Un alimento de alto valor nutricional que se mantiene de temporada y proximidad todo el año. En concreto, desde enero hasta diciembre gracias al clima de nuestras islas, que permite cultivarlos durante 12 meses.
También la distancia ayuda en su pequeña huella de CO2, explica Nestor Rodríguez, de Europlátano: “No es lo mismo viajar desde América o África, con desplazamientos largos que conllevan mayor contaminación, que desde nuestras islas”, añade. Y, por supuesto, es capital cómo se lleva a cabo el cultivo.
Nuestras medidas de conservación del suelo, el uso eficiente de los recursos y la gestión integrada de plagas han logrado esta huella tan baja frente a otros cultivos fuera de nuestras fronteras, añade Rodríguez.
Cultivo por goteo
Si hablamos de huella hídrica el plátano, también gana frente a todos desde hace 40 años gracias a su cultivo por goteo. Mientras que el plátano no llega a los 300 litros de agua por cada kilo, el aguacate supera los 700 litros, por ejemplo.
“En Canarias hay una producción muy controlada que utiliza riego por goteo desde hace más de 40 años,” explica Dulce Acevedo, dueña de la Finca Ecológica La Calabacera, desde donde han apostado por ir aún más allá y ser una finca de cultivo sin residuo.
“Una vez se corta la piña (que contiene los plátanos), se tritura y se devuelve a la propia tierra como material orgánico que crea una cubierta que ayuda a que no se evapore el agua, no salgan malas hierbas y a que la lluvia y el sol no incidan directamente sobre la tierra”, añade Acevedo.
Además, la digitalización es el último paso que garantiza la trazabilidad y reducción de su huella. “Mediante el programa de seguimiento Kaampo desarrollado de forma íntegra en Tenerife, cada piña que nace tiene un QR que se une al programa de riego para saber la cantidad que se ha necesitado. Un programa de seguimiento que además controla toda la cadena de producción”, explica Acevedo.
“En resumen, llevo el mismo modelo productivo que ya se utiliza con éxito en otros sectores como la industria, logística o el sector textil, pero al último sector sin digitalizar: la agricultura”, explica su desarrollador, Nicolás Hernández, oriundo de Tenerife.
Y es que el plátano, además de saludable y sostenible, tiene efectos muy positivos en la calidad y en el entorno. “Se calcula que más de 15.000 familias de manera directa o indirecta viven del plátano en las islas”, aclara Elisa Martínez, responsable de marketing de Europlátano.
Sin obsesionarnos con los gramos, es importante valorar que cada uno que compramos no termine en la basura sin ser comido. Cuando los alimentos se convierten en residuos, la huella se multiplica por dos. La propia del residuo y la de desechar todos los recursos que se ha necesitado para su creación, distribución y comercialización.
Para ello, webs y apps como Too Good To Go tienen buenos consejos con trucos para mantenerlos en buen estado, además de recetas de aprovechamiento cuando el etinol les pone la piel negra, y hasta consejos de qué hacer con ella para garantizar que su fin de vida sea un éxito asegurado.