Hay ganas de acceder a una movilidad sostenible que elimine el 18% de las emisiones de CO₂. Por ello, las marcas apuestan por ser más ecológicas mientras crece la intención de compra de la ciudadanía. Según un reciente estudio de coches.net, en 2021 un 30% de españoles escogerá un eléctrico.
Pero, a pesar de la voluntad, todavía hay trabas que, para cumplir con los objetivos de descarbonización de la Unión Europea, habría que superar. Una de ellas, por ejemplo, es la fuente de energía utilizada para fabricar la chapa y pintura de los coches eléctricos, que para ser 100% sostenible debería proceder de renovables.
Cuestión de etiqueta
En los coches limpios hay dos etiquetas que pueden llevar a confusión o hacer caer en el ecopostureo: CERO emisiones y ECO. Mientras que la primera, que encontramos en eléctricos y de hidrógeno, hace referencia a anular las emisiones de CO₂; la segunda, de híbridos y propulsados por gas, no menciona el combustible fósil que necesita para funcionar y que en ningún caso podrá ser ecológico.
El coche eléctrico ya no es una quimera, sino una carrera que recorre Europa
La incongruencia pudiera parecer greeenwashing, pero no hay intención de engaño: es una herencia de cuando ser eléctrico era ser un unicornio alado. El primer vehículo que combinó electricidad y combustión, el Toyota Prius, abrió las categorías y etiquetas ECO. Era lo más ecológico que habíamos visto jamás y servía para diferenciarle de los coches diésel y gasolina.
A día de hoy, el coche eléctrico ya no es una quimera, sino una carrera que recorre Europa y cuya meta es igualar a Noruega, donde este tipo de vehículo supera a los de carburantes y en cinco años serán los únicos a la venta.
En España ese objetivo todavía se encuentra un tanto lejano, aunque avanza sin descanso. Más allá de las grandes urbes –donde los eléctricos han convencido a los usuarios por la capacidad de economizar tiempo en desplazamientos, coste y facilidad de aparcamiento–, queda un largo camino por recorrer.
La ensalada de datos nos lleva a tres grandes hándicaps para los usuarios a la hora de pasarse al eléctrico: precio (54%), puntos de carga (62%) y autonomía (59%).
Cuestión de precio
Según datos de Bloomberg New Energy Finance, se prevé que la democratización real de este vehículo enchufable pueda conseguirse en 4 años, cuando su precio iguale al de los movidos por combustibles fósiles. Esto será en 2025 para las furgonetas, en 2026 para los turismos y SUV, y en 2027 para los modelos compactos.
Porque, por el momento, de media un coche eléctrico en nuestro país ronda los 40.000 euros. Es decir, algo más de dos años del salario medio español: 18.489,74 euros, según el Instituto Nacional de Estadística (INE).
Si bien es cierto que están exentos del impuesto de matriculación, tienen tasas de circulación más reducidas –hasta el 75% según el municipio– y cumplen las condiciones para obtener los 7.000 euros de subvención del nuevo Plan Moves III. Pese a ello, seguimos sin igualarnos a los países nórdicos.
El coche eléctrico y de hidrógeno han venido a descarbonizarnos
Allí, el coche eléctrico cuesta 60.000 euros de media, lo que hay que relacionar con un salario medio de 58.508 euros. Así, el esfuerzo económico de los españoles es más del doble tanto en la compra con en la recarga.
Cuestión de carga
Aunque en los últimos años se han multiplicado en todo el territorio, los puntos de carga son aún escasos y la autonomía de estos coches no se amplía de un día para otro. Limitados a unos 500 km, que se ven influenciados por el uso del climatizador, sistemas electrónicos y el modo de conducción los reducen, los vehículos eléctricos se ven sujetos a recargar en casa o donde les pille.
Y eso, a día de hoy, es más factible en la urbe que en el campo; pero prácticamente inviable en cualquier caso para largos desplazamientos. Como solución, la Comisión Europea propone estaciones de carga en rutas principales cada 60 kilómetros.
Podría decirse que los puntos de carga públicos son el indicador del coche eléctrico en cada país: que noruega tenga más de 3.500 por cada millón de habitantes y en España solo haya 245, es significativo. Sin un cargador en domicilio, que exige disponer de un garaje privado, el coche eléctrico puede llegar a ser una incomodidad.
No obstante, el hecho de arrancar tarde en comparación con Europa podría suponer la ventaja de llegar a 2050 con una transición correcta, supliendo desde el inicio las carencias en las que han incurrido nuestros vecinos europeos, que van 10-15 años por delante.
En este proceso, se necesitan cargadores rápidos y superrápidos por encima del 80% que marca Europa. Aun contando con un 78% más de los teóricamente necesarios según los objetivos europeos, los noruegos demandan 3.000 más antes de 2025.
Y habría que añadir el aumento de los cargadores de destino –centros comerciales, restaurantes y hoteles–, una mejor información sobre potencia y precio e infraestructuras comparables en servicios con las gasolineras tradicionales. Además de regular el mantenimiento y el tiempo de carga.
Enchufables como solución
Las marcas de enchufables diversifican su oferta para abarcar la tendencia limpia en automoción. Aunque recién salido del horno, su pila solventa los hándicaps de la batería del eléctrico gracias a su mayor autonomía y a no necesitar red de cargadores.
El hecho de arrancar tarde en comparación con Europa podría suponer la ventaja de llegar a 2050 con una transición correcta
Además, al tener un repostaje similar en tiempo y proceso al diésel o gasolina, podría repostar en un surtidor de hidrógeno colocado en las gasolineras ya existentes.
Actualmente, en España se venden dos modelos, el Hyundai Nexo y el Toyota Mirai, con precios similares a los primeros eléctricos (72.850 y 69.000, respectivamente).
La carrera hacia la automoción sostenible conduce a una bifurcación de enchufables. El coche de hidrógeno abre un nuevo debate: ¿es el eléctrico realmente sostenible o un ecopostureo que contaminará de manera silenciosa en la extracción de la electricidad?
Sea como fuere, eléctrico e hidrógeno han venido a descarbonizarnos y resulta innegable que tarde o temprano nuestro vehículo estará en la ruta hacia la sostenibilidad, con cero emisiones y decisiones valientes –aunque meditadas– de compra.