Para quienes se frustran si compran online un libro y tarda en llegarles más de 24 horas, aunque sepan que de momento sólo elevará unos centímetros la "bibliomontaña" de la mesita de noche, impacientes.
Para quienes piden dos o tres productos de belleza y no se extrañan ni protestan cuando los reciben en tres cajas diferentes con su cartonaje, su plástico y sus repartidores varios –con sus coches varios también–, dispersos.
Para quienes adquieren cinco pantalones y cinco chaquetas del mismo modelo, pero en tallas y colores diferentes, porque total qué más da si me los pruebo en casa y devuelvo los que no quiero, irresponsables.
Para quienes piensan que comprar online y solicitar recoger la mercancía en un locker en lugar de recibirlo en casa significa retroceder al pleistoceno de la experiencia de cliente.
Para todas esas personas están pensadas estas palabras. Para mí misma, que en más de una ocasión o dos me habré visto incluida en uno –tal vez varios– de estos grupos. Así me confieso.
Las compras electrónicas ya no son un secreto para nadie. Han ido creciendo cada año, y la pandemia producida por la covid-19 remató el trabajo realizado en las últimas décadas. Y no van a parar de crecer.
Así, se espera que para 2025 el número de personas que compre en la red sea de 36,9 millones, con un ingreso medio por usuario cercano a los 800 euros. Por este motivo, el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número 12, que atañe a la producción y consumo responsable, recibe un impacto negativo directo derivado de las compras por internet.
Hasta ahí la mala noticia. La buena es que su traslación a impacto positivo resulta bastante más alcanzable que en otros objetivos. Depende, desde luego, de transformaciones con respecto a la producción, a la distribución y, claro está, al consumo.
La logística inversa, o sea la de las devoluciones, lleva asociados muchos costes, tanto de transporte como de almacenaje y materiales
Pero tiene mucho que ver con una filosofía de consumo que está cambiando a pasos agigantados. Entre otras cosas porque hoy el consumidor está cada vez más alerta a esos cambios, no solo exigidos para el cumplimiento de los ODS, sino por el propio devenir de la historia.
Y desde luego depende de unas regulaciones oficiales que vigilan la adecuada circulación en las carreteras que conducen hacia la sostenibilidad.
Justamente en el informe La transformación sostenible en el sector textil, elaborado por la asociación Women Action Sustainability (WAS), junto con la fundación KPMG, quedó claro que el sector de la moda en España es consciente de la necesidad de aplicar nuevas estrategias para alcanzar la meta de Cero Emisiones en 2050, con una reducción previa del 55% en 2030.
En las compras online, es justamente la moda el primer sector de cualquier ranking, y resulta especialmente relevante la variación de estrategia que se realice en la distribución de dichos productos.
Se espera que para 2025 el número de personas que compre en la red sea de 36,9 millones
Hay que informar a los consumidores, pero, desde luego, hay que formar a los agentes de logística con "técnicas necesarias para que diseñen rutas de distribución o procesos de almacenaje y envasado con el menor impacto posible", según se concluye en el informe.
Por esto, entre otros motivos, me resultó muy interesante escuchar las ponencias sobre la última milla en la reunión que celebró la Cámara Franco-Española de Comercio e Industria-La Chambre en la sevillana Factoría Cruzcampo.
Porque quedó de manifiesto no solo la posibilidad de cambiar hábitos con el objetivo de reducir emisiones, sino la seriedad del trabajo que se está realizando.
Por ejemplo, me pareció interesante que se hablara de la posibilidad de un mayor reparto de mercancías en horario nocturno.
Es un momento de menos atascos en el centro de las ciudades, lo que supone un gran impacto en la reducción de la contaminación; podemos discutir sobre el ruido, pero hay que tener en cuenta que, en la medida que se amplíe el parque de vehículos eléctricos, se eliminará esa posible contaminación acústica.
También se habló de la adaptación del tamaño de vehículos de reparto de mercancía, con habitáculos más pequeños y mejor aprovechados para el almacenamiento, o de la utilización de los parkings vacíos por la noche como hubs urbanos desde los que entregar a pie, o los micro-hubs urbanos que permitan entregas con bicicleta o motos…
Y, desde luego, sobre el uso de drones para reparto en zonas no urbanas.
La moda es el primer sector en compras online y un 20% de la ropa y un 11% del calzado comprado se devuelve
Salí de Sevilla con el objetivo de racionalizar mi consumo de compras online. No he dicho reducir, porque este es un camino sin retorno. Con la meta de contribuir en la medida de mis humildes posibilidades, con una explicación muy clara, como es que el 25% de la contaminación es fruto del transporte de mercancías.
Con un dato económicamente escalofriante, como es que la última milla de distribución se lleva nada más y nada menos que el 40% del coste logístico. Con la misión de trasladar a mi entorno que probarse en casa no es gratis.
No lo es para la economía global, pero especialmente para el medioambiente, porque la llamada logística inversa, o sea la de las devoluciones, lleva asociados muchos costes, tanto de transporte como de almacenaje, materiales, administrativos y de deterioro.
Si tenemos en cuenta que la moda es el primer sector en compras online y que un 20% de la ropa y un 11% del calzado comprado se devuelve... Tierra, tenemos un problema.
*** Charo Izquierdo es periodista y consejera independiente.