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"Cuando andaba por la playa, pisaba basura en vez de arena". Es un recuerdo imborrable lo que Amaia Rodríguez tiene de su viaje a China. Fue una beca que le dieron para finalizar sus estudios en ADE Internacional, lo que hizo que la joven navarra pudiera pisar suelo oriental, pero lo que no sabía a su llegada es que el billete de vuelta se retrasaría tres años.

Ese tiempo, que invirtió en ir de mochilera por varios países del sudeste asiático, fue el que le sirvió para descubrir la 'cara B' que se esconde tras la gran potencia mundial: las enormes islas de plástico formadas a causa de los vertidos en los mares y océanos

"Ese nivel de contaminación por plástico no lo había visto nunca, ni en España ni en Europa, y dije 'vale, aquí hay un problema muy grande a nivel medioambiental'. Fue casi como un despertar", revela Rodríguez a ENCLAVE ODS. La falta de soluciones que descubrió que había —o más bien que no había—, le hizo volver a Tajonar, en su Pamplona natal, para ponerse a investigar. Y aprovechando que Julen, su hermano pequeño, estaba estudiando carrera de emprendimiento, vio clara la oportunidad. 

Era 2019. Tenía tan sólo 27 años, pero decidió "dejarlo todo" por lo que considera "una preocupación personal". Y fue gracias a los conocimientos de mercado que tenía Julen, y las ganas de ofrecer un impacto social positivo que tenía Amaia Rodríguez, que nació lo que hoy es Gravity Wave. Esta empresa se dedica a transformar los residuos que se encuentran bajo las aguas del mar Mediterráneo en productos de valor, como muebles y decoración.

Ahora, Rodríguez tiene 32 años y este negocio, ya consolidado en 150 puertos de cuatro países distintos, la ha hecho finalista de los premios Woman Startup 2024, y ganadora de otros como el Cartier Women's Initiative. De este último, fue la única española en toda la corte de mujeres nominadas

Una caña por Madrid

Como en un escenario de película, la aventura de Rodríguez en el emprendimiento social comenzó en la barra de un bar. Ella y su círculo se encontraban tomando unas cañas en una tasca madrileña cuando la suerte y la fortuna hicieron de las suyas, juntando sus caminos con el de Lefteris, un emprendedor griego.

Amaia bucea en el Mediterráneo en busca de residuos. Cedida

Lefteris les contó, cerveza en mano, que había montado una escuela de pesca sostenible, ya que se encontraba con muchos pescadores del Mediterráneo que, al no saber qué hacer, devolvían al mar los residuos que pescaban con sus redes

A Rodríguez, entonces, se le "encendió la bombilla". Era la ocasión perfecta para combinar lo que ella quería hacer con esa nueva 'pedagogía' de pesca sostenible que estaba intentando implementar Lefteris. "Nos unimos a los pescadores y les pagábamos por cada kilo de plástico que recogían, como manera de incentivarles para que quisieran involucrarse en el proyecto. Una vez que nos vimos con toda esa cantidad residuo, lo siguiente era pensar qué hacer con ello".

Entre Amaia y Julen pensaron entonces de qué manera podían trasformar ese plástico, darle una segunda vida. Los procesos los tenían "más o menos claros", pero faltaba la idea definitiva y, sobre todo, la financiación. "Buscamos a inversores que creyesen en nosotros y en nuestro proyecto y, gracias a su apoyo, conseguimos una fábrica en España que se ofreció a elaborar el producto que finalmente habíamos decidido, que eran fundas de móviles", explica.

Tardaron en torno a un año y medio para desarrollar el producto… y el resultado no fue el esperado. "Las fundas eran una mierda. No tenían calidad, el color era horrible… en definitiva, todo era un desastre", confiesa la joven.

Y añade: "Después de todo el trabajo y todo el tiempo que habíamos dedicado al proyecto, nos vimos sin poder lanzar el producto al mercado y toda nuestra inversión se había ido al traste". Pero este es, por suerte, solo el principio de la historia. 

Asientos en el Villamarín 

Dos años después de que todo empezara, Rodríguez se vio obligada a empezar de cero. "Comunicamos a nuestros inversores que lo de las fundas ya no se iba a hacer. Que cambiábamos todo el modelo de negocio y que, a partir de ahora, íbamos a intentar involucrar a empresas privadas que financiasen toda la operativa para que los pescadores limpiaran el mar", cuenta. Era enero de 2021, y de la mano de empresas tan reconocidas como ISDN, BMW o Banco Santander, Gravity Wave empezaba a ver la luz al final del túnel. 

Con las fundas de móviles descartadas, Rodríguez se vio con la oportunidad de repensar y redefinir objetivos. En un principio, tan sólo se contaba con el plástico pero, después de esos dos años de trabajo, descubrieron que otro de los grandes residuos que se encuentran en el mar son las redes y artes de pesca que se rompen y se pierden en las profundidades. "Teníamos que integrar eso también", matiza, y fue eso lo que hizo que la hoja de ruta del producto cambiara por completo. Esta vez, hacia el mundo del diseño. 

"Queríamos dar una solución real e integral al problema de la basura marina, así que contactamos con fábricas que quisieran usar también las redes y no sólo el plástico para elaborar productos", y así fue como dieron con varias empresas que, proveyéndolas de todo el material, consiguieron fabricar desde muebles hasta diseños de arquitectura y mobiliario urbano. Incluso, asientos para estadios de fútbol

"Hasta ahora hemos hecho bastante mobiliario urbano, como bancos, papeleras… pero también mobiliario para oficinas, como sillas, taburetes o mesas. Otro nicho importante con el que trabajamos es el de los hoteles. Les fabricamos el amueblado e, incluso, les hacemos los diseños que nos mandan sus propios diseñadores", desarrolla.

Además, continúa: "Hemos hecho parte de los hall de los hoteles de la cadena B&B e incluso diseños de arquitectura. Además, el año pasado hicimos un proyecto por el que se instalaron 30 asientos en el Estadio Benito Villamarín del Betis, en Sevilla, de material 100% reciclado con redes de pesca".

Aunque parece casi impensable que todos esos objetos estén hechos con residuos extraídos del fondo marino, Rodríguez y Gravity Wave no cesan en su empeño de seguir innovando, y ya están en desarrollo de nuevos productos.

"Hemos encontrado otro proveedor para fabricar mesas y sillas para terrazas de distintos bares, que se lanzarán a principios del año 2025. Con esto se nos ha abierto un poco otra puerta a la industria, y estamos haciendo pruebas también en el sector de la automoción, para poder hacer piezas de coches. Hemos descubierto una infinidad de aplicaciones que estamos explorando", afirma.

150 puertos de 4 países

Aunque Gravity Wave empezó siendo el proyecto personal de dos hermanos en busca de crear un impacto positivo a nivel medioambiental, ahora se trata de una empresa consolidada con 13 empleados a tiempo completo y con presencia en más de 150 puertos de 4 países, como son España, Grecia, Italia y Egipto

Si bien para Rodríguez fue una inversión de gran calado, y los primeros años fueran algo complicados con bastantes "pérdidas", ahora empieza a ver una empresa "más estable económicamente". "Invertimos muchísimo dinero en investigación y desarrollo de nuevos materiales, nuevos acabados, mejorar las características técnicas… pero este año ya vamos a acabar bien", cuenta. 

A pesar de que hace cinco años "no tenía ni idea de lo que hacía ni de nada que tuviera que ver con plásticos", ahora ya es toda una experta en la materia. Con Gravity Wave espera, de cara ya al futuro, poder cumplir su sueño de "recuperar el mar Mediterráneo". 

Amaia es cofundadora, junto a su hermano, de Gravity Wave. Cedida

"Puede parecer una locura pero, a pesar de todo lo que vi en países asiáticos, el Mediterráneo es el mar con la mayor concentración de plásticos del planeta, y en Gravity Wave queremos, no sólo recuperar todo el plástico, sino prevenir su entrada. Porque si no es como achicar agua con el grifo abierto", ejemplifica. 

Para ello, Rodríguez trabaja duramente para ser "líder y referente" en la creación de soluciones reales para que el plástico deje de ser un problema en los océanos. "Queremos llevar nuestro proyecto a todos los puntos del planeta. Queremos compartir conocimientos, enseñar a otras comunidades, y poder trabajar mano a mano para crear una red sostenible y que pase por reducir el plástico virgen". 

¿El cómo y el cuándo? Aún lo desconoce. Pero tiene claro que, a pesar de su gran aportación con Gravity Wave, las soluciones para un futuro sostenible pasan por "la reeducación y un nuevo sistema de regulación en Europa".

"Necesitamos ayudas a empresas. Beneficios fiscales para aquellas que fomenten el reciclaje. Y también penalizar a las que lo hacen mal". Porque parece que, en este sentido, a la gente hay que ganarla "tocándola el bolsillo"