Yarivith Carolina González Peña (Venezuela, 1988) siempre tuvo claro que quería ser química. Desde que tiene uso de razón, explica desde Suecia, donde está viviendo ahora, a ENCLAVE ODS, sabe que la ciencia era lo suyo. Esto, además, lo cuenta con una gran sonrisa y los ojos chispeantes de quien habla de lo que más ama.
La chispa por la ciencia surgió de "bien pequeña", cuando veía a sus padres "arreglando cosas con las manos". Ahí, ella, empezó a trastear y a darse cuenta de dónde venían todos esos objetos que tenía a su alrededor. Desde entonces han pasado muchos años, y muchos reconocimientos científicos internacionales, entre ellos el más reciente: el galardón Premio Princesa de Girona Internacional en la categoría de investigación.
El camino hasta este momento ha sido arduo y complicado. Abandono su Venezuela natal para buscar un futuro profesional en la ciencia un poco más al sur del continente americano, en Argentina. "Soy fiel creyente de que las cosas que nosotros buscamos desde el corazón eventualmente van a llegar", confiesa, pues ese ha sido su trayecto.
Aunque, sobre todo, lo suyo ha tenido mucho que ver con el saber conjugar el amor por el medioambiente (en Venezuela trabajó e hizo voluntariados en varias oenegés de educación ambiental) con la ciencia. Un poco de casualidad, tras acabar su licenciatura en Química y sus maestrías, en Desarrollo Sostenible, se cruzó ante ella la química ambiental.
"Yo estudiaba mientras hacía voluntariado en gestión de residuos sólidos, como el plástico en Venezuela. Ahí empecé a mezclar lo ambiental con la química", explica González Peña. Por circunstancias de la vida, eso sí, tuvo que migrar. Y acabó en la Universidad Nacional de San Luis hacían una pasantía, de vuelta enfundada en su bata de laboratorio, sus guantes y sus gafas.
Allí conoció al equipo de investigadores argentinos —seis con ella— con los que ha compartido los últimos años de vida… y laboratorio. Eso sí, todos los días se tenía que "cambiar la bata por un delantal para trabajar en hostelería" durante un año mientras realizaba sus prácticas en el Instituto de Investigaciones en Tecnología Química (INTEQUI).
Después, consiguió su beca de doctorado en ese mismo centro y con ese mismo equipos y se hizo la magia. "La investigación se centraba en temas científicos y tecnológicos, netamente química pura", cuenta.
Y dice, orgullosa: "De alguna manera yo traía ese background ambiental y fui conduciendo mi investigación y a mis supervisores a que la lleváramos hacia un punto de vista ambiental y tecnológico". Ahí, asegura, "empezó todo".
Un experimento fallido
"Comenzamos a experimentar, a desarrollar diferentes procesos y gracias a uno de ellos pudimos patentar un proceso bastante amigable con el ambiente para recuperar estos metales", confiesa. Esa patente llegó en 2019 y, como cuenta González Peña, lograron "desarrollar un proceso a partir de un experimento en su momento fallido".
Aunque, matiza, "realmente no lo fue porque comenzamos a ver por diferentes medios o por diferentes técnicas que los resultados obtenidos fueron incluso muchísimo mejores de lo que nosotros nos esperábamos". Este método, explica, se trata de un proceso de "carboreducción para recuperar metales, como el litio y el cobalto, de una manera económica y supersencilla".
Por eso, bromea, como se dice en el laboratorio, "no hay experimento malo", incluso "hasta las respuestas malas o los malos resultados son buenos resultados para dar pie a otras investigaciones". González Peña asegura que la ciencia es "como un juego". Y eso es lo que le "enamora" de ella, porque "siempre tiene su lado positivo".
Del laboratorio a la industria
González Peña asegura, además, que "la vida es un laboratorio porque te la pasas experimentando todo el tiempo". Y de ahí que haya dejado su bata colgada —aunque no del todo— para pasarse al otro lado y ver cómo su investigación se puede transferir a la empresa para crear soluciones reales.
Desde Suecia, cuenta, está "involucrada con un grupo de I+D de una empresa que trabaja con baterías". Y lo explica: "Estoy recién llegada, específicamente en el área de reciclaje de baterías; esto va muy de la mano con el background que traigo". Y concluye: "Ahora, voy a pasar un poquito de lo que he hecho a escala laboratorio para ya verlo a escala industrial".
Porque, recuerda, las energías limpias y las baterías para almacenarlas son tecnologías "muy nuevas". "Es muy fácil conseguir muchísimos ingenieros que desarrollen tecnología para petróleo, por ejemplo, porque es algo que tiene muchísimos años de historia". Sin embargo, el suyo es un campo casi inexplorado y las suyas son investigaciones pioneras que, tal vez, ahora puedan llevarse al gran público.