Lukasz Bednarski nació en Silesia, una región polaca donde el carbón es el motor de la economía. Su padre, su abuelo y su bisabuelo, confiesa, trabajaron en las minas. Para él, esta materia prima ha sido central en su vida, hasta que el litio, ese material del futuro que inunda ya el presente, lo desterró.
En su libro, La guerra de las baterías (errata naturae, 2024) analiza, como reza su subtítulo, "la batalla geopolítica por el control de las minas de litio y el dominio de la nueva revolución energética". Bednarski, que es economista de formación y experto en industria energética de profesión, asegura que ha intentado “no dejarse llevar” por su “optimismo” en su análisis del que ocupa el tercer lugar de la tabla periódica.
Ahora, trabaja como analista principal de investigación de litio y materiales para baterías en S&P Global Commodity. Y, por eso, insiste —tanto en el libro como cuando atiende por videollamada a ENCLAVE ODS— ha hecho de tripas corazón para contener su “sesgo positivo” y hacer hincapié también en “los callejones sin salida” de la revolución del litio.
Según el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), en 2022 la producción de litio mundial ascendió a 130.000 toneladas. ¿Es sostenible este ritmo de extracción?
En general, cuando hablamos de materias primas, a la gente le gusta hablar de una posible escasez. Hace algunos años, se decía que estábamos viviendo el pico del petróleo, y que no habría suficiente para alimentar nuestra civilización. Pero eso no pasó. Y será similar con el litio: aún queda mucho por utilizar sin explotar. Por tanto, es solo cuestión de dinero: a qué precio se comercializará el litio y si tiene sentido cavar en ciertos lugares para conseguirlo o no.
Entonces, ¿hay litio de sobra?
Cuando miramos desde una perspectiva más amplia, nos damos cuenta de dos cosas. Una, que el litio no era popular antes. Por lo tanto, la gente no buscaba estos depósitos en el mundo porque solo se utilizaba en el sector del vidrio y la cerámica. La de los vehículos eléctricos no era una industria tan estratégica. Ahora, dado que es tan crucial para el mundo, se descubrirán más y más depósitos. Porque habrá más esfuerzos para realizar la exploración y también más dinero para ello.
Decía que había una segunda “cosa” relevante.
La otra cosa que debemos tener en cuenta es el avance de la tecnología. Porque es similar a lo que ocurrió con el petróleo: antes no había forma de obtener crudo, al menos económicamente rentable, de estos depósitos de esquisto bituminoso o de arenas bituminosas. Ahora se extrae porque la tecnología mejoró. Y esto es lo que ocurrirá con el litio: la tecnología mejorará y tendremos acceso a más depósitos.
En el libro también menciona el reciclaje.
No se puede reciclar petróleo, pero sí una batería para obtener litio. Hoy en día, es un negocio incipiente, costoso y difícil de hacer desde el punto de vista tecnológico. Pero a medida que avancemos, el litio adquirirá más importancia. Y a medida que pasemos a usar coches eléctricos en nuestras carreteras, la gente tendrá un mejor incentivo para reciclar también el litio.
El cobalto está desangrando el Congo. El níquel hace lo mismo con Indonesia. ¿Qué pasa con el litio? ¿Cómo afecta su explotación al medioambiente y también a los derechos humanos?
La minería siempre será una industria con un gran impacto en el medio ambiente; es poco probable que cambie. Siempre necesitarás cavar un gran hoyo en el suelo y poner el material que sale de él en algún lugar. No puedes hacerlo de manera completamente ecológica; no es posible. Pero, por supuesto, puedes minimizar el impacto tanto como puedas.
Y, dado que forma parte de esta gran cadena de suministro de tecnología limpia, la industria del litio es particularmente consciente de la importancia de reducir su impacto ecológico al máximo. Así que si es posible obtener la energía para alimentar una mina a partir de fuentes renovables, lo hacen. Si es posible limitar el impacto en términos de su consumo de agua, lo hacen porque hay un fuerte incentivo para hacerlo que viene de los consumidores.
¿Cuál es ese incentivo?
Los consumidores que compran coches eléctricos quieren asegurarse de que los automóviles en los que gastan el dinero realmente marcan una diferencia para el medio ambiente. Ese es el incentivo.
En el libro habla también de las preocupaciones en torno a la extracción del litio.
La más importante tiene que ver con el agua. Pero no afecta a todas las minas de litio, sino solo a las situadas en lugares áridos, como, por ejemplo, el desierto de Atacama. Pero para ser honesto, necesitamos más datos objetivos, independientes y revisados científicamente para evaluar realmente si hay daños en los acuíferos. Y si los hay, cómo de graves son…
¿No supone la extracción de litio un problema para el agua de los acuíferos?
Lo que pasa es que lo que se obtiene del suelo cuando se extrae este mineral no es agua, es salmuera de litio. Es decir, se trata de una solución extremadamente salada que tiene agua en su interior, por supuesto, pero su nivel de sal es mucho mayor que el del océano.
Por tanto, no es un agua que se pueda desalinizar, no sirve ni para plantas ni para animales, y mucho menos para personas. Por eso, cuando se habla del impacto del litio, vale la pena preguntar si estamos hablando de agua o de otra cosa.
Sin embargo, el pasado mes de marzo, un tribunal argentino detuvo una mina de litio por la manera en que su extracción estaba afectando a sus acuíferos. En su libro, habla también de los riesgos es la explotación inadecuada de litio y este ejemplo tiene mucho que ver con ello.
Es una parte del debate que tenemos en torno al litio, porque algunas personas no quieren tener minas en Europa, y dicen: "Hagamos la transición a los coches eléctricos, extraigamos litio, pero no extraigamos en mi patio trasero, no en mi área urbana ni en mi región".
Pero también vale la pena decir que no podemos ser egoístas: no podemos dejar la extracción de litio y otros materiales para baterías en manos del mundo en desarrollo. En Europa podemos hacerlo, al menos, minimizando daños. Tenemos las leyes correctas. Tenemos la supervisión adecuada. Podemos invertir más en tecnología para hacerlo de una manera respetuosa con el medio ambiente. No deberíamos imponer esta carga a los demás.
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¿Cuál es la solución?
Tenemos que ponernos manos a la obra y hacerlo de la manera que impacte menos en el medio ambiente. Porque es la única forma de hacerlo. A menos, claro, que queramos renunciar por completo a los coches, porque por el momento tenemos o petróleo más ligero o litio. No hay otra tecnología que parezca viable en este momento.
La transición ecológica, la electrificación de nuestras vidas, está cambiando el equilibrio de poderes en el mundo. Reflexiona sobre ello en el libro. ¿Cómo son los movimientos que se están viviendo ahora?
Vale la pena resaltar que nunca dejaremos por completo el petróleo, porque estamos muy lejos de tener aviones eléctricos, por ejemplo. Además, se usa en la industria petroquímica para fabricar diferentes materiales que utilizamos, como plásticos y muchos otros. Así que no es que de repente, dentro de 20 años, empezaremos a vivir en un mundo libre de petróleo. Incluso si todo el parque móvil se electrifica.
Dicho esto, lo interesante del litio es que tiene el potencial de estar menos concentrado. Porque ahora, si nos fijamos en los principales países productores de petróleo, la producción está bastante concentrada. Con el litio, vemos que está disponible en depósitos en los cinco continentes y a medida que avancemos, este mundo puede convertirse en uno un poco más justo, si se me permite decirlo, porque tendremos diferentes fuentes de suministro.
Aún no estamos ahí…
Por ahora, el panorama es completamente diferente porque solo hay unos pocos países que producen litio, como Australia, Chile, Argentina y China, y eso es prácticamente todo. Hay otros productores, pero a pequeña escala. Así que la producción está muy concentrada.
Pongamos el foco, por un instante, en el gigante asiático.
China desempeña un papel especial porque no eran muy fuertes en la industria petrolera. Hace dos o tres décadas, tampoco eran fuertes en la del automóvil. Por eso, decidieron centrarse más en esta nueva industria de las baterías y los vehículos eléctricos. Y, así, vieron la oportunidad de reforzar su posición en este tablero de ajedrez geopolítico.
Lo que ocurrió aquí es que China empezó a trabajar en la industria de las baterías desde muy pronto, y eso le dio una ventaja cuando la gente de Europa o Estados Unidos no estaba interesada. Y, además, empezó a desarrollar la industria desde ángulos muy diferentes.
No solo se centró en los vehículos eléctricos, o en la minería, o en los productos químicos, sino que se centró en todo: producción de componentes, de baterías, productos químicos para la batería, materias primas… Empezaron a estar activos en todas estas industrias. Y de esta manera, se convirtieron en un verdadero gigante de las baterías.
Su libro se publicó en inglés, por primera vez, en 2021. ¿Hay algo que haya cambiado desde entonces?
Si me hubieras preguntado en 2021 si creía que las cosas cambiarían mucho para 2024, hubiese sido mucho más optimista. Pero, de hecho, no ha cambiado nada. La versión en español no está desactualizada. Es más de lo mismo. Es verdad que se han creado muchas minas nuevas en diferentes lugares del mundo, pero todavía están desarrollándose y aún no producen.
Por lo tanto, la posición de liderazgo no ha cambiado. En el libro también hablé sobre cómo Europa y Estados Unidos intentan cambiar las cosas y empiezan a participar más. Y eso empezó a suceder a mayor escala. Pero todavía estamos en las etapas iniciales, tanto aquí en Europa como al otro lado del océano. Así que, en gran medida, la situación sigue siendo la misma.
¿No ha habido ningún avance sustancial, entonces?
El único avance importante que no menciono en el libro es la implementación de la Ley de Reducción de la Inflación de Joe Biden. Es realmente un gran impulso para la industria de las baterías en EEUU para, en cierto modo, seguir adelante. Y me gustaría que tuviéramos una legislación similar en Europa, porque aquí hay mucha voluntad política, pero no tanto apoyo concreto para desarrollar esta industria.
Bednarski asegura que las empresas europeas y estadounidenses empezarán a prestarle más atención a la producción de litio cuando los precios hagan que sea rentable. Sin embargo, puntualiza, “también necesitamos una política industrial inteligente, un poco de apoyo por parte de los gobiernos, porque el ejemplo de los países asiáticos demuestra que es necesario”.
Y pone como ejemplo a Japón y Corea del Sur, “economías democráticas liberales que han conseguido desarrollar la industria de las baterías”. Y remarca que “no son China”. Su propuesta es “analizar la forma en que hacen las cosas e intentar implementar algunas de ellas en Europa o en EEUU”.
La clave de que la oferta y la demanda de litio no se vean interrumpidas y cumplas con las necesidades de electrificación de los próximos años está, dice, en que “haya suficiente capacidad en toda la cadena de suministro para proveer componentes a escala mundial”.