De aspecto aventurero y con su característico talante de bióloga, lo primero que hace Daisee Aguilera Fletcher es tirar por tierra el prejuicio que atormenta a la posidonia: a diferencia de lo que se puede asumir por su apariencia, la posidonia no es un alga, sino una planta. La consultora ambiental y fundadora de la iniciativa Save Posidonia Project a ENCLAVE ODS en la oficina de su empresa de consultoría ambiental, Whitesand Solutions, ubicada en el puerto de Formentera.
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Se estima que la extensión de las praderas de esta planta que copa los fondos de las Pitiusas y cubre la superficie del Mediterráneo se ha reducido en un 40% desde 1960. Así lo estiman, al menos, los datos más recientes del Institut Mediterrani d'Estudis Avançats. Ahora cubriría hasta 50.000 km² de costa.
Los factores que precipitan la desaparición de esta valiosa especie endémica —tanto para la actividad turística como para la biodiversidad marina— tienen que ver con el impacto de las actividades humanas, intensificado por el turismo, y el cambio climático. Tal es el daño que hacen las embarcaciones que echan el ancla que el Gobierno de las Islas Baleares decidió tomar medidas a través de la vía legal.
Por eso, en julio de 2018 se aprobó un decreto para la conservación de la Posidonia oceanica en el territorio autonómico, que Aguilera observó cocerce a fuego lento. Esta norma prevé sanciones económicas que ascienden hasta 450.000 € si se destruyen más de diez metros cuadrados de posidonia. 15 son las embarcaciones dispuestas por las autoridades baleares para garantizar que no se quebranta esta normativa.
Amenazas a la posidonia
El amarre de muchos barcos que con las anclas y cadenas barren el lecho marino.
La contaminación marina, principalmente la de origen terrestre, como la que proviene de las plantas de tratamiento de aguas residuales, que producen turbidez e impiden que traspase la luz, lo que dificulta la supervivencia de la planta.
Descarga de aguas de sentina (aguas residuales, aceites e hidrocarburos) de todo tipo de barcos.
La extracción de arena y dragados en los puertos, muelles y embarcaderos de la costa.
La presencia de especies invasoras como la Caulerpa taxifolia que están ganando terreno a la posidonia.
Prácticas pesqueras que destruyen el fondo marino.
El aumento de la temperatura del agua con el cambio climático.
El camino hacia la norma
Desde muy temprano, Aguilera se interesó por la biología marina. Cursó un grado en esta especialidad al noroeste de Inglaterra para recorrer después medio mundo observando las maravillas del mar. Ha dedicado su vida al mar: primero trabajando en la gestión de costas y después de patrona de barcos. Ha trabajado para el Gobierno de las Maldivas y ha estado involucrada en proyectos en Trinidad y Tobago, Honduras, Tailandia y Australia, entre otros lugares.
En 2013 decidió dejar la vida nómada para reencontrarse con su yo más formenterense y se instaló en la isla. Entonces fue coordinadora del servicio de asistencia al fondeo en el Parque Natural de ses Salines. Para después dar el salto a la política comarcal en el Consell Insular de Formentera. A Aguilera le dieron en aquel entonces una encomienda: evitar que los barcos se llevaran consigo la posidonia.
Su labor fue más complicada de lo que parece. Aguilera comenta que era muy complicado obligar a los barcos a no tirar el ancla en zonas con esta planta. "Me puse a mirar la legislación y encontré que en la regulación del Parque Natural de las Salinas de Ibiza y Formentera se mencionaba la posidonia", explica.
"Se trataban de directrices muy laxas, que no mencionaban ni la el ancho ni las cadenas; no fue suficiente para disuadir", recuerda Aguilera. Después revisó la legislación europea y en sus directivas, ente ellas la Directiva Hábitats de 1992, mencionaban las praderas de posidonia como zonas de interés comunitario para proteger.
"Cuando ya asciendes a las directivas, el discurso de que no se puede hacer en un parque natural ni en ningún otro sitio funciona", añade. Mientras ella hacía su trabajo en el terreno, las autoridades ya estaban empezando los trámites para una norma que protegiera la posidonia de en la Pitiusas y en todo el territorio balear.
Un hito que consiguió justo un día antes de la aprobación del Decreto de 2018 fue el reconocimiento de las praderas de posidonia en las cartas náuticas. Se añadió un símbolo, SG —seagrass—, que desde entonces identifica la presencia de praderas de posidonia oceánica en el fondo marino. "Los capitanes insistían en que no accedían a las directivas europeas ni tampoco se sabían toda la legislación que protege la posidonia", explica Aguilera. Pero sí que se guiaban por las cartas náuticas.
El siguiente paso que se dio es facilitar herramientas digitales, como apps para monitorizar. Aguilera continúa su labor de armonización de las herramientas que se utilizan en el Mediterráneo para proteger las praderas de posidonia a través de la Mediterranean Posidonia Network. Un sombrero más de su repertorio: también es CEO de Whitesand Solutions, consultora ambiental en Formentera, coordinadora en Zero Waste Europe y presidenta en el club de futbol femenino Cosmitos Formentera.
Una norma que no sanciona
La temporada pasada —del 15 de mayo al 10 de octubre—, este servicio de vigilancia de la posidonia en las islas Baleares realizó un total de 180.867 actuaciones, y solo levantó acta a 110 embarcaciones por fondear sobre posidonia balear (51 en Mallorca, 48 en Menorca y 11 en las Pitiusas).
La eficacia para sancionar de manera efectiva a los transgresores ha sido criticada por grupos ecologistas, como Greenpeace, Oceana, Terraferida, o Gen-Gob, que ha sido una de las más vocales al respecto —también juega un papel consultivo en la creación de un Real Decreto para proteger la Posidonia oceanica y el algueró (Cymodocea nodosa)—.
"La capacidad sancionadora que tiene este decreto tiene que mejorarse", insiste Aguilera. Uno de los factores que explican la inefectividad para implementar las sanciones es la lentitud del proceso legal. "Tú haces una denuncia si sabes que están en el barco fondeado; pero para que siga adelante hay que calcular el destrozo que ha hecho esa ancla ese día en concreto, lo que obliga a tener buceadores y complicar el proceso", añade.
Otro de los aspectos que critica esta experta es "la distinción que realizan los sancionadores entre las grandes y las pequeñas embarcaciones", que la mayoría de las veces "ignoran la cantidad de posidonia que se llevan". Por estas razones, defiende, "hay que simplificar las sanciones y poner multas como si fuera una en tierra: se pagan en el momento", insta Aguilera.