El pasado octubre, las islas Canarias vivieron una crisis migratoria inédita: 14.976 personas llegadas por vía marítima, casi la mitad de las 30.705 que se contabilizaban en todo el año a fecha de primero de octubre y el récord absoluto en un mes. Solo en la segunda semana del mes llegaron 4.000 migrantes.
Estos números desbordaron las instalaciones de atención de las islas y llevaron a la acogida de cientos de esas personas en otros puntos de España. En una intervención pública, Antonio Rodríguez Osuna, alcalde de Mérida, ofreció las instalaciones de la ciudad para acoger, al menos, a 200 personas, algo que le valió polémicas en redes e incluso un intento de reprobación en el pleno.
Rodríguez (Mérida, 1975) es regidor de la capital extremeña, una ciudad de algo menos de 60.000 habitantes, desde 2015. Renovó, además, mandato en 2019 y 2023 con mayoría absoluta.
[Mérida se ofrece a acoger a los migrantes llegados a Canarias]
El socialista atiende a ENCLAVE ODS por teléfono, restando grandilocuencia a aquel ofrecimiento y encajándolo en la normalidad institucional. Insiste, también, en la colaboración entre gobiernos de diferentes ámbitos y color político en una gestión que prime los Derechos Humanos.
¿Por qué decide ofrecer instalaciones de la ciudad para ayudar en la crisis canaria?
Porque ya lo llevamos haciendo desde 2018. Fue la primera ocasión en la que el Ayuntamiento de Mérida cede las instalaciones del albergue de El Prado para dar acogida a personas procedentes de la crisis migratoria del Aquarius. En ese momento se trabaja primero con el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones para que se pueda usar en casos de emergencia similares. Luego, durante la pasada legislatura, en marzo de este año, se cierra la venta del espacio al mismo ministerio para convertirlo en Centro de Acogida de Protección Internacional, un CAPI.
Ahora mismo, en la acogida de esas 200 personas, el Ayuntamiento de Mérida no está poniendo absolutamente nada, sino que son el Gobierno central y la UE quienes pagan la infraestructura, la gestión de asilo, los trabajadores sociales… El ayuntamiento lo que hace es prestar apoyo en recursos puntuales si se nos pide.
Entonces, ¿sus palabras fueron más una declaración política?
Lo que hice fue un discurso en favor de la acogida y contra los discursos que criminalizan a los migrantes, pero no ofrezco nada porque ese espacio se traspasó al Gobierno de España precisamente para que tenga este uso. Fue una declaración política e institucional para defender el compromiso de la ciudad con los valores de solidaridad, igualdad y defensa de los derechos humanos por encima de cualquier cosa, algo que implica atender a las personas migrantes.
Esa semana habían llegado 4.000 personas en pocos días y el gobierno canario estaba desbordado, así que creímos que había que dar ejemplo y visibilizar el problema, cuya solución tiene que ser compartida entre toda la sociedad española.
Realmente, ¿tienen los ayuntamientos de municipios pequeños o medianos, como Mérida, capacidad para intervenir en estas crisis?
No creo que se daba analizar esto solo al nivel de la población de los municipios, porque entonces solo podrían acoger las grandes ciudades, y es evidente que no es así. Depende de las instalaciones, los recursos o los medios.
Mérida tiene el centro, tiene un hospital con una atención sanitaria de calidad para estas personas, que en este caso la está aportando la Junta de Extremadura… Yo lo vería de una manera global, y no local. Habrá ayuntamientos muy grandes que en un momento dado no tengan recursos y otros más pequeños que sí.
Lo que es cierto es que a España, que es un país muy grande, llegan cada año medio millón de migrantes por muy diversas vías: avión, coche, a pie… La proporción de los que llegan por vía marítima a Canarias anualmente es muy pequeña. Entonces, hay que poner el foco en que el esfuerzo es necesario por las personas que llegan a nuestro país sin ningún tipo de recursos y jugándose la vida por la esperanza de un futuro mejor.
¿Existe un problema de política migratoria?
Sí, pero no es de España, es un problema europeo. O del mundo entero. Hay que replantearse la política migratoria a nivel global, porque no son solo personas que huyen de guerras o del hambre, que también, sino millones de personas que se desplazan para tener una mejor expectativa de vida.
Es un problema que se debe afrontar por todos los países, no solo España, sino la Unión Europea o todos los países occidentales, ricos, del norte global. Tienen que plantearse no solo políticas de acogida, sino de desarrollo que permitan a estas personas no tener la necesidad de dejar sus lugares de origen.
Entonces, ¿hay que enfocarse en el antes, en lo previo a las migraciones?
Eso, ayudar a que sea posible una buena vida en otros lugares, es tan importante como recibir. Y sin olvidar que ya están llegando y van a llegar las migraciones climáticas desde partes del mundo donde las temperaturas ya están subiendo mucho. Hay que hacer una gran reflexión y poner medios, pero esto no es una tarea de un ayuntamiento, un ministerio o un país, sino de la UE en su conjunto y de todos los países desarrollados.
¿Es una cuestión de enfocarlo como una cuestión humanitaria y no de seguridad?
Es que claro que es una cuestión humanitaria, no de seguridad. El intento de vincular migración con delincuencia es totalmente falso y malintencionado y hay que desmontarlo con los datos.
Y además, es que los inmigrantes también traen riqueza. No hay más que mirar los datos de la Seguridad Social. Si las personas migrantes valen para ayudar a levantar la economía de un país, también valen para ser acogidas con dignidad. Mérida tiene migrantes de diferentes partes del mundo de toda la vida y se los ha integrado siempre con normalidad.
En este debate constante sobre como repoblar la España vaciada, en la que se podría decir que se encuentra Extremadura, ¿abrir la puerta a las personas migrantes que quieran instalarse en ella es una solución?
Cualquier ciudadano del mundo tiene derecho a vivir donde quiera. Lo he dicho varias veces: ellos son nosotros. En los últimos 10 años han salido de España 2,5 millones de ciudadanos españoles. Por diferentes razones se han ido a vivir y a trabajar a otros países, sobre todo de la UE, pero también del resto del mundo. Los argumentos que sirvan para defender por qué pueden hacer eso valen para los que vienen a España.
En cuanto a la España vacía, no sé si tengo la capacidad de hacer un análisis tan profundo como el que exige esa pregunta, eso estará en manos de una estadística más global. Pero es que igual estos migrantes que llegan no quieren quedarse en esta España vacía, sino en otros lugares, por muchas razones.
Por ejemplo, tenemos la imagen del migrante que viene sin recursos ni formación, pero muchos son personas con alto nivel académico y profesiones especializadas, y a lo mejor preferirían marcharse a otros lugares porque, hoy por hoy, por desgracia, en lo que llamamos España vacía no tendrían oportunidad de trabajar en ellas.
Visto lo visto, ¿diría que el rechazo a los migrantes es una cuestión de racismo o de clasismo?
Es que hay de todo. Sí le digo que la sociedad española no es racista, es que hay un intento de instalar en ella un discurso racista de extrema derecha. Gente que no les gustan los negros cuando vienen en patera, pero si son millonarios sí que les gustan. Se junta clasismo, racismo, aporofobia, que es ese miedo y odio al pobre…
Pero la sociedad española es solidaria, acoge porque ha sido migrante, como seguimos siendo en esta tierra extremeña en muchos aspectos. Esos discursos de odio de la extrema derecha buscan criminalizar al migrante, pero con los datos en la mano, y yo tengo los de mi ciudad, pues me temo que la delincuencia sigue siendo mayoritariamente nacional, por decirlo de alguna manera.