Una historia o un cuento, pero que no habla de hadas ni mundos lejanos, sino de repensar nuestra civilización, de entender lo que hemos hecho mal y de dibujar el camino a seguir a partir de ahora. Así podría resumirse el nuevo libro del sociólogo estadounidense Jeremy Rifkin (Denver, 1945).
La era de la resiliencia (Paidós, 2022) trata, en palabras de su propio autor, de reimaginar la existencia y resilvestrar la Tierra. Algo sobre lo que, obviamente, no se puede hablar en dos minutos. El artífice del Green New Deal lo deja claro desde el principio de su conversación con ENCLAVE ODS.
Nos atiende por videollamada desde su Estados Unidos natal. "He despejado hora y media para hablar", fimar; e insiste: "Es un tema complejo, y los periodistas a veces vais demasiado rápido".
["Estamos ante la amenaza de una extinción y la gente ni siquiera lo sabe"]
Su nuevo libro hace un repaso a la historia del ser humano, especialmente de neustra civilización, y nuestro impacto en la Tierra. A cómo hemos desarrollado nuestra tecnología y nuestra vida y cómo, en el camino, hemos perdido la conexión con la naturaleza.
La era de la resiliencia se trata del culmen de una investigación que empezó en 2013 y que lleva a una gran certeza que se materializa con la llegaba de la Covid-19: "La gente se ha dado cuenta de que vendrán más pandemias. Por eso, hoy día todo el mundo, en todo el planeta, está muerto de miedo y ni siquiera se habla de ello".
Con la seriedad que le caracteriza –y con alguna que otra sonrisa cómplice–, Rifkin ironiza: "¿Cómo no lo vimos venir?". Y sin dar tiempo a preguntarle los motivos, contesta: "Cuando mi padre nació en 1908, el 85% del planeta era salvaje. Hoy, solo queda el 25% de esa naturaleza. Para 2050 probablemente no tengamos vida silvestre".
Ahora, explica este pionero de la fusión de ecologismo y economía, lo que ocurre es que "los virus se han convertido en migrantes climáticos; se mueven cada vez más y se acercan a las poblaciones urbanas". Por eso, sentencia, "habrá cada vez más pandemias".
Rifkin lleva hablando desde los años 70 de la necesidad de reimaginar nuestro futuro. Tras años escribiendo e investigando sobre modelos de vida y producción más sostenibles, en los 2000 aterriza en la Comisión Europea y en el Parlamento. Desde entonces, ha venido asesorando a diferentes mandatarios y trabaja estrechamente con Ursula von der Leyen.
Con su libro El Green New Deal Global (Paidós, 2019) revoluciona el mundo político y sienta las bases del pacto verde europeo y de la propuesta del Green New Deal estadounidense que defienden arduamente demócratas como Alexandria Ocaso-Cortez.
El camino hacia la extinción
"Estamos viviendo el cambio climático en directo y es un cambio radical", asegura Rifkin. Inviernos glaciares –hay lugares en los que los termómetros caen más de los 20 grados bajos cero–, nevadas descomunales, inundaciones, sequías, olas de calor interminables que matan a gente, incendios forestales que "calcinan miles de acres en todos los continentes", huracanes, tifones…
Pregunta: ¿Por qué ocurre todo esto?
Respuesta: Hay cuatro esferas que dan vida a la Tierra: la hidrosfera –las aguas–, la litosfera –la tierra, las plantas, los animales–, la atmosfera –el oxígeno–, y la biosfera –que engloba a los hacedores de vida–. Lo que ocurre ahora es que las aguas son los principales motores del resto de esferas, pero con el cambio climático están descontroladas.
P.: ¿Qué significa eso?
R.: Por cada grado centígrado que la temperatura aumenta en la Tierra, la atmósfera absorbe un 7% extra de las precipitaciones del suelo, porque todo ese CO₂, metano y óxido de nitrógeno y todas esas pequeñas moléculas que salen de las emisiones que provocan el calentamiento global suben a la atmósfera y frenan los rayos del sol, que no pueden calentar la superficie terrestre. Todo esto produce más precipitaciones descontroladas, huracanes, inundaciones e incendios forestales.
Estos fenómenos, sentencia el sociólogo estadounidense, "no van a hacer otra cosa más que aumentar". Incluso si alcanzamos las cero emisiones, asegura, "la temperatura global subirá más allá de los 1,5º C, como ya ha dicho la ONU, pero podríamos llegar a los 2 o incluso a los 3". Por eso, reitera la necesidad de "entender que este es el cambio climático más dramático que el planeta ha vivido en millones de años".
Rifkin, como Naciones Unidas y una buena parte de los expertos y de la comunidad científica, defiende que nos encontramos en la sexta extinción masiva. Y matiza: "Ha habido otras cinco mucho antes de que los homo sapiens estuviesen aquí, pero con la actual estamos al borde de perder la mitad de las especies que han estado aquí durante miles de años, y todo en solo 70 años". Es decir, en la vida de quienes ahora mismo son bebés se perderán las mismas especies que en otros periodos de la historia tardarons siglos en extinguirse.
Eso, dice el estadounidense, está empezando a integrarse en la mente de la gente. "En los últimos dos años, el que más o el que menos ha experimentado una inundación, un incendio, un huracán, una sequía…, la gente está muerta de miedo porque ha empezado a darse cuenta de que el clima es mucho más poderoso de lo que pensábamos, y nuestra especie es mucho más insignificante de lo que creíamos".
El planeta, remata, "no nos necesita". Sin embargo, explica Rifkin, nadie se atreve a habalr de ello. Algo que, dice, es normal, pues "la gente está asustada… y es que debería estarlo".
El fin del progreso
El motivo de estas transformaciones espectaculares que se están desarrollando en los últimos años, y especialmente de las relacionadas con los cambios en el clima, va mucho más allá de los combustibles fósiles. Y sobre esto, precisamente, Rifkin sabe bastante. No por nada, en 1973 organizó la primera gran protesta contra una petrolera, a la que asistieron 20.000 personas.
"El problema no está solo en los combustibles fósiles, sino que es algo intrínseco a la civilización occidental y nos lleva hasta el inicio de la historia y el Génesis", asegura el sociólogo. Y cuenta una historia un tanto bíblica: "En el Jardín del Edén, Dios echa a Adán y Eva por comerse la manzana y les dice que tienen que sobrevivir, pero dice: 'Adán, te voy a dar un regalo: vas a dominar al resto de criaturas'. Y ese mandato se ha quedado con nosotros durante toda la historia, desde el imperio hidráulico hasta la revolución agrícola medieval o la era del progreso de la época industrial".
Ese mensaje, recalca, se ha quedado con nosotros para siempre. Sobre esa idea se construyó la denominada era del progreso; esa misma que, insiste, "ahora está muriendo; la hemos extinguido".
"Trabajo con la comunidad empresarial y también con líderes políticos; trabajo con altos mandatarios de la UE, de China y de Estados Unidos, y desde hace un par de años ya nadie habla de progreso. Es una palabra que ya no se menciona", explica. Ahora, cuenta, "todo el mundo habla de resiliencia, pero nadie sabe lo que significa".
La era del progreso parece estar dando paso a la de la resiliencia, pero aún asaltan las dudas sobre qué significa eso. Algo que dejo claro el pasado septiembre el presidente de la república francesa, Emmanuel Macron. "Nos hizo un favor a todos cuando se dirigió a la nación en la televisión y dijo que 'la era de la abundancia se ha acabado, la era de la sobriedad ha llegado'. Fue un discurso muy valiente, pero nos dejó a todos esperando, porque no sabemos cómo será esa vida", cuenta Rifkin.
Sin embargo, puntualiza, "lo que viene probablemente sea mucho más interesante. Podemos crear algo nuevo y mejor". Porque, insiste, "lo que nos está llevando a la extinción son toda una serie de ideas, una narrativa, una historia, unas políticas, la manera en que entendemos la economía y la ciencia que vienen de esa era del progreso".
Lo que necesitamos hacer ahora, propone, "es evaluar todas estas ideas, nuestra manera de ver el mundo, y preguntarnos si las cosas podrían ser de otra manera"
¿Adiós a la era de la eficiencia?
P.: En su libro habla de cómo las infraestructuras críticas son la clave en los cambios que vendrán.
R: Ha habido 7 u 8 cambios de paradigma en la historia, y todos han tenido que ver con infraestructuras críticas. Por casualidad, en un momento de la historia, convergen revoluciones sociales, energéticas, de comunicación, de movilidad y de logística que cambian la manera en que entendemos nuestra vida social y laboral. Esto nos permite acercar a grandes cantidades de gente en forma de un organismo social para mantener la sociedad. Son las infraestructuras las que determinan los gobiernos y no al revés. Son estas las que dictan cómo será la economía y la política.
P.: Usted sostiene que las infraestructuras actuales están diseñadas para la era del progreso, es decir, para la revolución industrial.
R.: Nuestras infraestructuras, diseñadas para la era del progreso, han llegado a su límite de uso. Todas y cada una de ellas, además, cambian nuestra orientación espacio temporal. Y la encarnación moderna de esta es la manera en que valoramos el tiempo, algo que surge con los monjes benedictinos en el medievo y que se llega a su pico con la producción en masa y la industrialización: algo que se llama eficiencia.
P.: ¿Qué tiene de malo la eficiencia?
R.: La eficiencia no tiene nada que ver con la naturaleza humana: significa extraer grandes volúmenes de las esferas de la Tierra (la hidrosfera, la litosfera, la atmósfera y la litosfera) de manera rápida en muy poco tiempo. Y luego nos preguntamos por qué nos estamos cargando el planeta. Pero nada de lo que digo en el libro es ingeniería aeroespacial, aunque nadie le presta atención.
P.: ¿Podría explicarlo?
R.: Biológicamente, hemos evolucionado para ser cazadores y recolectores. Nuestra especie, como cualquier otra del planeta, está temporalmente sincronizada con los ritmos de la Tierra. Está en nuestros órganos, en nuestros tejidos, etc. Estamos conectados con los cambios estacionales, con la rotación de la Tierra… todos estos cambios son inherentes a nuestra especie. Y menos en los últimos siglos, durante miles de años nuestra manera de entender el tiempo estaba relacionada con la adaptabilidad y no la eficiencia.
Nuestros relojes biológicos y nuestros cerebros, explica Rifkin, están "preparados para adaptarse a lo que vendrá y lo que está ocurriendo en las esferas terrestres". Eso, dice, es lo que hace cualquier especie. Sin embargo, "nuestras nociones de eficiencia no tienen nada que ver con la naturaleza. En ella no existe, sino que se habla de adaptabilidad".
Y "la gemela" de la eficiencia, asegura, es la productividad, "que tampoco tiene relación alguna con la naturaleza". Y añade: "La naturaleza no tiene productividad, sino regeneración".
P.: ¿Cómo perdimos la adaptabilidad para empezar a hablar de eficiencia?
R.: John Locke y los británicos fueron los primeros en decir que la naturaleza es un desperdicio hasta que introduces en la mezcla la mano de obra humana y la conviertes en capital. Desde entonces, empezamos a ver la naturaleza de manera extractivista. Dejamos de entender la naturaleza como un bien y empezamos a verla como una propiedad.
P.: ¿Eso está cambiando?
R.: Ahora mismo nos estamos dando cuenta de que durante 200.000 años nos adaptamos a la naturaleza, pero en los últimos 10.000 hemos intentado adapta la naturaleza a nosotros y eso nos está llevando a los márgenes de la extinción. Nuestras creencias, la ciencia, la política, la economía, la religión… todo se enfoca desde ese punto de vista. Ahora, tenemos que cambiar nuestra forma de entender el mundo y volver a acercarnos a la naturaleza. Tenemos que cambiar la manera en que entendemos la ciencia, la educación, la política… Lo bueno es que todo sobre lo que hablo en este libro ya está pasando. Está basado en experiencia reales. Todos los elementos están ahí, pero aún no les hemos dado forma.
Repensar el sistema
P.: Bajemos todo esto a tierra, ¿cómo sería, en términos reales, esa nueva era de la resiliencia? ¿A qué se parecería?
R.: Hemos observado los cambios que ha habido con las infraestructuras y lo que hemos empezado a ver es que en esta tercera revolución industrial que vivimos es que será la última revolución industrial, porque está transformándose en algo que para 2050 ya no será una revolución industrial. Aunque usemos ese término, lo que vemos al trabajar con la UE y China, incluso con Estados Unidos, en todos sus planes de descarbonización, etc., es que la revolución digital está tranformándose en una infraestructura económica que no esperábamos ver y que denominamos infraestructura resiliente.
En 2050, explica Rifkin, "la revolución industrial habrá acabado si seguimos por este camino y nos encontraremos en un paradigma resiliente". Y asegura que sobre el terreno ya se están empezando a ver indicios de cambio. "Se empieza a hablar de florecimiento en vez de crecimiento, porque en la naturaleza no existe el crecimiento, o bien floreces o no. Nos movemos del capital financiero al capital ecológico: toda la riqueza viene de la fotosíntesis. Nos movemos de la productividad a la regeneratividad, no existe la productividad en la naturaleza sino la regeneración".
La naturaleza, recuerda, "nos habla de florecer, adaptarse y regenerarse. Cuanto más diverso es un ecosistema, más resiliente es ante los cambios".
Rifkin asegura que también se ven cambios en torno al PIB, algo que define como "el invento más estúpido que hemos creado". Cada vez más, se habla de indicadores de calidad de vida para medir el bienestar. Pero también, indica, están cambiando los modelos de gobernanza. "Los gobiernos comunales tienen cada vez más sentido; durante siglos, el ser humano vivía en comunas y gobernaban los ecosistemas locales, porque es clave adaptarse a lo local", apunta.
Por eso, explica, "nos movemos de la globalización a la glocalización, algo que está ocurriendo sobre la marcha. La primera y segunda revolución industrial nos llevaron a una globalización con un precio muy alto sobre el medioambiente. Lo que está ocurriendo ahora con la glocalicación es que las soluciones locales se pueden escalar a nivel global".
Para Rifkin, uno de los procesos de transformación más innovadores que se está produciendo en la actualidad es ese camino que convertirá la geopolítica en biopolítica.
P.: Asistimos al fin de la geopolítica, argumenta.
R.: La geopolítica es fruto de la era de los combustibles fósiles, que solo se encuentran en lugares específicos del mundo y que requieren de una inversión militar multimillonaria para protegerlos. Y la última guerra de los combustibles fósiles se está librando ahora mismo en Ucrania. Pero cuando lo que necesitas es el sol y el viento, no hay lugar en el que no haya. La nueva infraestructura solar y eólica pertenece a todos: todo el mundo puede tener energía solar. Y ninguna gran compañía puede controlar toda la energía solar y eólica del mundo. Nos fuerza a compartir y a cooperar. Te ayuda a reafiliarte y a reconectar con la naturaleza.
Todas estras transformaciones de las que habla Rifkin no son nuevas. De manera aislada, llevan años produciéndose en todo el globo. Pero, dice certeramente, "al ponerlo todo junto realmente socava el sistema económico que ha existido hasta ahora, con el que he crecido". El problema, claro está, radica en que "las empresas de la vieja escuela no quieren que estos cambios se den".
Para el sociólogo, este nuevo sistema económico resiliente requiere una nueva gobernanza. Porque, como dice, "a los desastres climáticos no les importa la política". Y es que "cuando golpea una inundación, una nevada, una ola de calor, un huracán o un incendio, lo hace sobre diferentes ecosistemas, no sistemas de gobernanza tradicional".
Por eso, argumenta, es importante que nos movamos hacia una gobernanza biorregional, es decir, aquella en la que la gobernanza se rige por ecosistemas. "No tenemos que dejar atrás los Estados-nación, pero las biorregiones tienen que ser una extensión de estos. Ya lo dijo Gandi: todo lo que podamos hacer a nivel local, hagámoslo y a veces podremos escalarlo a niveles más altos".
Esto, asegura, es algo que está en el corazón de la carta fundacional de la Unión Europea y, sin embargo, "es en lo único en lo que Estados Unidos está más adelantado que Europa". Su país natal, cuenta con orgullo, ha creado las dos primeras biorregiones en el mundo. Eso sí, "vamos por detrás del Viejo Continente y de China en el resto de cosas", matiza.