Las cifras que deja la desigualdad económica mundial sorprenden. En uno de los últimos informes de Oxfam Intermón, se señalaba que los diez hombres más ricos del mundo poseen más riqueza que los 3.100 millones o el 40% más pobre. Otro dato que recogen desde la ONG es que en los últimos 25 años, el 1% más rico de la sociedad se ha beneficiado del 38% de la riqueza que se generaba a nivel mundial. Mientras que el 50% más pobre se ha beneficiado de sólo un 1% del crecimiento.
“En el crecimiento económico se han lucrado unos pocos”, señala Francesc Cortada, director general de Oxfam Intermón. Con una dilatada experiencia, Cortada es toda una voz autorizada en el ámbito de la desigualdad. Antes de asumir la dirección general de la ONG, fue director de Programas de la confederación Oxfam durante casi 8 años, donde ha liderado programas de influencia, desarrollo y acción humanitaria en 90 países.
Para Cortada, la pandemia de la Covid-19 ha agravado esta tendencia negativa de la desigualdad: “Ahora ha alcanzado niveles sin precedentes”. Y añade: “Hiere pensar que en un momento de pandemia como el que hemos tenido, ha habido gente que se ha hecho rica mientras millones de personas lo estaban pasando muy mal”.
La riqueza de los milmillonarios, cuenta, se ha incrementado en los últimos 24 meses lo mismo que los 23 años anteriores. Sectores como la alimentación, la energía, la tecnología o las grandes farmacéuticas han generado beneficios extraordinarios en tiempos de crisis. Por tanto, para Cortada, "la riqueza no se redistribuye" y "la idea de que cuando hay crecimiento económico se revierte a todas las partes de la soceidad, no es verdad".
Da la sensación de que llegados a este punto, parece muy difícil revertir esta situación. ¿Cómo se podría hacer?
Hacer lo que ya sabemos. Destacaría cuatro elementos. Por un lado, hay que garantizar que los sistemas y políticas tributarias sean más progresivas y justas de modo que quien más tiene, más paga. Y eso significa gravar las grandes fortunas, la riqueza y los beneficios extraordinarios como mínimo al mismo nivel que nos gravan a nosotros los salarios y los sueldos. Ahora mismo se grava más el trabajo que la riqueza.
Un segundo elemento muy importante tiene que ver con cómo se gasta ese dinero: cómo incrementamos el gasto social en sanidad, educación, protección social, en mitigar el impacto del cambio climático, en luchas contra la violencia de género. Porque si algo hemos aprendido ha sido justamente que entramos en la pandemia con los deberes para hacer.
"Ahora mismo se grava más el trabajo que la riqueza"
¿Cuáles serían la tercera y la cuarta?
Un tercer elemento clave tiene que ver con los derechos laborales. En España hemos hablado mucho de la precariedad laboral, pero cuando uno mira lo que está ocurriendo a nivel global, vemos que tres de cada cuatro personas que trabajan, lo hacen sin derechos tan básicos como una baja por enfermedad o una prestación por desempleo.
Finalmente, hay un cuarto elemento que tiene mucho que ver con los mecanismos de solidaridad internacional como la cancelación de deuda. Seis de cada diez países están sobreendeudados y están invirtiendo más en pagos de deuda que en servicios sociales básicos. La comunidad internacional no ha estado a la altura del desafío.
Respecto a esto último, ha pasado ya medio siglo desde que se inició la ayuda oficial al desarrollo (AOD), pero la sensación general es que no se ha avanzado prácticamente en nada. ¿Qué ha fallado?
El porcentaje medio de los países de la OCDE está en el 0,32%, es decir, no llega ni a la mitad de lo que nos habíamos comprometido [el famoso 0,7%]. También es verdad que la AOD es sólo uno de los mecanismos para acompañar el progreso y desarrollo de muchos de estos países empobrecidos. Existen otros mecanismos que podrían ser incluso más potentes como la cancelación de la deuda.
En un país como Sudán del Sur, se invierte el 62% de su presupuesto en cancelación de deuda y sólo el 14% en educación, sanidad y protección social. También hay otros mecanismos como la transferencia de recursos al sur global, políticas comerciales más justas o una ley de debida diligencia que obligue a las empresas del norte global que están en el extranjero a respetar los derechos humanos y el medioambiente.
Otro de los temas que ha comentado ha sido el de los impuestos. En España, precisamente, ha habido un debate durante las últimas semanas sobre los impuestos a las rentas más altas. Muchos consideran que bajar los impuestos favorece la creación de trabajo. ¿Qué hay de realidad en esto?
Las medidas que se están tomando en los últimos tiempos para reducir los privilegios fiscales de las grandes empresas y las grandes fortunas van en buena dirección, aunque tenemos que seguir avanzando hacia una reforma estructural de la fiscalidad. Y la recaudación se tiene que incrementar con aquellos que más ganan y tienen, en lugar de hacerlo con impuestos indirectos como el IVA, que no distingue entre personas.
Eso tiene que ir de la mano con adoptar las mismas medidas fiscales en los espacios internacionales. Hay que perseguir la elusión y evasión fiscal. Los paraísos fiscales siguen siendo un coladero por el cual se van miles de millones de euros cada año.
[Y después de la reforma laboral, ¿qué?: las claves para acabar con la precariedad en 2030]
Uno de los problemas que alertan desde Oxfam Intermón es que existen paraísos fiscales incluso dentro de la Unión Europea. ¿Cómo se persigue eso?
Es complicado, pero no por ser complicado tiene que dejar de hacerse. Llevamos diciendo mucho tiempo que hay que revisar la lista negra de paraísos fiscales dentro de la Unión Europea y hay que perseguirlos con contundencia. Sólo para hacerte a la idea, España pierde 4.700 millones de euros cada año en los paraísos fiscales de la UE.
"La recaudación debe incrementarse por lo que más ganan, no por impuestos indirectos"
Finalmente, el cambio climático es otro factor que puede generar una gran desigualdad, ¿qué escenario futuro podemos esperar?
Los que hemos causado el problema hemos sido las sociedades más ricas, que hemos sido responsables de más del 90% de las emisiones de CO2. En cambio, los 54 países del continente africano sólo representan el 3% de las emisiones acumuladas. Sin embargo, a fecha de hoy, los que más están sufriendo el cambio climático son las comunidades más pobres. De hecho, los desastres climáticos ya son la principal causa que obliga a la gente a dejar su hogar.
Por tanto, ¿podría esto traducirse en efectos como migraciones masivas a lugares como Europa?
Sí, claro. En la medida en que cada vez el planeta sea menos habitable, Naciones Unidas ya ha alertado de ello desde hace tiempo, estaríamos hablando de cientos de millones de refugiados climáticos. Y esto no está tan lejos, porque hablan del 2050.
¿Qué queda por hacer?
La realidad es que los compromisos que han adquirido los gobiernos están muy por debajo de lo que se necesita para cumplir con los objetivos de los Acuerdos de París. La realidad es la contraria. Con los planes nacionales que hay para la reducción de las emisiones, nos encaminamos peligrosamente a un incremento global de las temperaturas que están cercanos a los 2,7 grados este siglo.