Aya Güeye nació en 1991 en Senegal, país en el que vivió prácticamente toda tu vida hasta que conoció a su marido, un español del que se enamoró: "Él iba a Senegal porque tenía amigos que iban también. Allí nos conocimos y nos vinimos a España. Y luego pasó lo que pasó".
A finales de 2013, llegó a nuestro país: "Tenía justo 21 años recién cumplidos, porque me casé muy, muy joven, pero feliz, muy feliz. Y tuve que adaptarme. Yo había estudiado español en el colegio, pero nunca lo había practicado, y no es lo mismo estudiarlo que hablarlo, así que fue difícil, pero en tres meses hablé español".
Se matrículó para estudiar Enfermería en la universidad y, al mismo tiempo, en los cursos de español en la Escuela Oficial de Idiomas. Cuando obtuvo su título, sin embargo, no buscó trabajo como enfermera porque "desde que me vine a vivir a España he trabajado de modelo, y así ha sido hasta ahora. A la enfermería aún no me he dedicado porque mi gran pasión es la moda".
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Cuenta que "desde los 14 años, ya dibujaba figurines de moda" y en ese sector lleva ya trabajando casi ocho años. Al año de llegar a España, se inscribió en una agencia "y de ahí a Madrid y de ahí a Milán y de ahí a Berlín y de ahí a París", confiesa.
Güeye ha desfilado para casi todos los diseñadores españoles, pero aun así, a veces piensa, reconoce, que podría haber estudiado Diseño de Moda o Comunicación y Marketing. Y lo explica: "Me habrían ayudado más en el tema de la moda, pero hice Enfermería porque yo siempre, siempre, escucho a mis padres. Y ellos nunca tomaron en serio mi carrera de modelo ni mi pasión por la moda porque, para ellos, era como un hobby".
En 2017 hizo historia en la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid, al ganar el premio L'Oréal a la mejor modelo de la pasarela. "Nunca me imaginé que iba a ganar un premio y mucho menos que iba a ser la primera mujer negra en ganar uno como este en España. Y eso lo agradezco muchísimo, muchísimo, muchísimo", admite.
La 'fashion week' de Senegal
Tuvo la oportunidad de irse a Nueva York y seguir creciendo en su carrera de modelo. Sin embargo, asegura, pensó que tenía que hacer algo por su país. "La zona donde yo he nacido, que es la Casamanza (al sur de Senegal), es una región de tierra muy rica, donde se cultiva mucha fruta, y mucho de lo que podemos encontrar en los supermercados proviene de allí", explica.
Culturalmente, además, en esa zona se concentran múltiples etnias. "Y cada región tiene su riqueza a nivel cultural, a nivel histórico… Sin embargo, se queda atrás, porque todavía se tiene que desarrollar. Vivimos del turismo y de la agricultura. Y hay mucho más por conocer".
"En Senegal, además, tenemos tanto talento para la moda y tejidos tan maravillosos...", cuenta. Por eso, Marta Rota, diseñadora de la firma Tot Hom, y Letizia Valera, fundadora de la ONG Kassumay, hicieron una colección uniendo el estilo africano y la alta costura.
Güeye asegura que "es maravilloso lo que han hecho con las telas, con los brazaletes, con los collares…". Por eso, dice, se le ocurrió crear "un evento o una plataforma o una actividad que promueva ese turismo, que promueva esa artesanía y esa moda y nuestra cultura, porque además allí hay unas mujeres que necesitan a Europa".
Porque allí, en su país natal, "hay mujeres con mucha iniciativa, que llevan luchando 25 años, gente como mi madre, pero ellas no pueden solas". Y así surgió Casamance Fashion Week, como una iniciativa para crear empleos. Además, explica, "hay un montón de asociaciones de mujeres que están ahí, que fabrican telas y artesanía y que necesitan actividades como la para poder también vivir de esto".
L'Oreal apoyó su plan de negocio y así llevó a cabo la primera edición de la Casamance Fashion Week "prácticamente sola". Y es que el Premio L'Oreal fue el empujón para que ese sueño se convirtiera en un proyecto real con el que Güeye hizo suyo el dicho "si ves a alguien que tiene hambre, no le des un pez, enséñale a pescar".
"Muchas veces veo algunas asociaciones o personas que tienen buena fe y quieren ayudar, y que piensan que a lo mejor nos estamos muriendo de hambre. Pero no, no nos estamos muriendo de hambre porque tenemos fruta, tenemos lluvia, tenemos tierra, tenemos todas esas cosas y vivimos de ello", admite.
Pero, recuerda, "estas mujeres cuyo trabajo promocionamos no necesitan comida, no necesitan aplausos, no necesitan ropa. Lo que necesitan de verdad es formación y creer en algo. Necesitan un trabajo o una actividad donde puedan desarrollarse, crear economía, ser emprendedoras... Y eso lo transmitirán de generación en generación".
En la Casamance Fashion Week, se invita a todos los diseñadores africanos que quieran participar y también de otros países. Para desfilar, durante los cuatro días que dura el evento, Güeye escoge modelos entre las adolescentes o mujeres de la zona que pueden representar la belleza de la mujer africana. "Tuve que ir de casa en casa para convencer a los padres de que ser modelo no es ser prostituta porque ven la moda como algo peligroso. Si también aquí en España, muchas personas desconocen lo que implica realmente ser modelo, imagínate en Senegal", relata.
"Nunca me imaginé que iba a hacer una Fashion Week en mi país, desde entonces he aprendido muchísimo, pero estas mujeres necesitan algo seguro para mantener a sus hijos sin esperar a que un hombre les dé algo o tener que soportar que las traten como objetos simplemente por ser mujer", reconoce.
Por desgracia, cuenta, "eso existe y hay muchos casos". Y pone un ejemplo: "Conozco una chica senegalesa que se llama Binta, que es jefa de cocina y está viviendo en Bilbao, estuvimos hablando de lo que están sufriendo las mujeres en Senegal, del machismo. Y es hora ya de que salgan de este agujero".
Güeye explica que su madre "lleva casi 25 años dirigiendo una asociación para ayudar a las mujeres, para fomentar su escolarización y luchar contra la mutilación genital de las niñas". Es decir, admite, "he crecido en un entorno en el que la mujer siempre es la que dirigía, ya sea mi abuela, ya sea mi madre".
Pregunta: Te separaste cuando estabas esperando a tu hija...
Respuesta: Sí, me separé a los tres meses de embarazo y fue un embarazo súper difícil, prácticamente sola. Ahora estoy recientemente divorciada, pero feliz con mi hija, que es maravillosa. Tiene tres años y medio, casi sigue siendo un bebé, pero es una niña perfecta, que me facilita mucho las cosas. No sé cómo explicarlo, pero tenía que tenerla.
Güeye ahora reconoce que es afortunada: "Si he tenido la fuerza de salir de esta situación tan dura en la que estaba, es por lo que me enseñó mi madre", admite. Aunque reconoce que para su progenitora tampoco ha sido fácil la vida, "pero siempre ha tenido el coraje y la energía de seguir y de darnos ejemplo. Y aqui estoy".
Una situación preocupante
La situación política y social en Senega preocupan sobremanera a Ada Güeye. "Somos un país muy estable que nunca hemos vivido, por ejemplo, una guerra civil. Pero útimamente, aparte de la situación de las mujeres, hay una inseguridad total de los niños, una falta de protección infantil que hace que ahora las mujeres tengan miedo incluso a llevarlos al cole", explica.
Y puntualiza: "Últimamente están pasando cosas terribles. Niños raptados niñas de cinco años ¡violadas! y niñas de 12 años, embarazadas. Y eso, a pesar de la lucha que ha estado haciendo mi madre durante años y años".
Moda y vida
Güeye es un claro ejemplo de lo que se ha denominado 'el poder terapéutico de la moda', a pesar de la frivolidad que a veces rodea ese mundo. "A mí la moda me ha ayudado muchísimo, porque yo, en Senegal, soy de las mujeres que a lo mejor quedaríamos en un segundo plano, que no destacaría por mi físico, porque soy físicamente delgada, lo que no les gusta a los hombres senegaleses, por tanto, resulto menos atractiva", cuenta.
Y añade: "Hablo demasiado, porque allí a los hombres no les gustan las mujeres que hablan mucho, prefieren que estemos calladas. Tampoco soy de las que dicen a todo que sí, obedeciendo, porque soy bastante rebelde, y a los hombres no les gusta eso. No soy sumisa porque mi madre no lo es. Y no entiendo por qué tengo que ser sumisa".
"La moda me ha ayudado a aceptarme, a aceptar mi físico, a amar mi físico y mi piel y todo ello me dio mucha fuerza y reforzó mi autoestima. Porque hubo un momento en que la perdí", se sincera. Y añade: "Cuando llegué aquí y me contrataron en la agencia de modelos fue un subidón, pero luego la perdí porque no he tenido un matrimonio bueno, ni una vida conyugal buena. Entonces, me hundí".
Sin embargo, reconoce, en cuanto entra en su "mundo laboral", se siente mucho mejor: "Cuando desfilo con esos trajes de baño de Andrés Sardá, Dolores Cortés y las prendas maravillosas de los diseñadores me digo ¡guau! Y en esos momentos, olvido todos mis problemas, todas mis angustias, y todo lo que me pasa queda atrás. Por eso no puedo ignorar las oportunidades que me ha dado la moda".
De hecho, concluye, "me dedico exactamente a lo que me gusta y hay gente en Senegal que necesita que el proyecto de Casamance Fashion Week funcione, porque se han agarrado con todas sus fuerzas a él. Necesitamos este proyecto para que dure no solo para la generación de mi madre, sino también para las mujeres de mi generación y las futuras generaciones. Y así generar un impacto".
Quién sabe: quizás estemos ante la que en el futuro puede llegar a ser la primera mujer presidenta de Senegal en la historia.