“Comprender no impide juzgar, juzgar no impide comprender". Es una de muchas frases que el sociólogo francés Edgar Morin (París, 1921) ha dejado para la historia. A sus cien años y con plena lucidez y autonomía, el autor de la teoría del pensamiento complejo ha recapitulado sobre su trayectoria y escritos y legado al mundo uno de sus libros más relevantes por definitorio: Lecciones de un siglo de vida (Paidós). Un auténtico testamento repleto de sabiduría que destila un humanismo revitalizante.
Se trata de un texto introspectivo y autobiográfico en el que el autor se sincera sobre algunos de los acontecimientos que marcaron su vida, como los devastadores horrores que padeció durante la Segunda Guerra Mundial (Morin tenía 18 años cuando Hitler se lanzó a la conquista de Polonia, Francia y media Europa) y su participación en la resistencia francesa. También reflexiona sobre los errores que marcaron su juventud, como haber flirteado con el comunismo estalinista o haberse dejado por las pulsiones humanas.
"Aunque lamento totalmente mi ceguera respecto a la naturaleza del comunismo soviético, no puedo decir que mi periodo comunista, que duró seis años, fuera una desgracia, pues me permitió entender posteriormente el totalitarismo por haberlo vivido desde dentro", relata Morin. Fue durante su juventud, concretamente en su etapa con miembro de la resistencia a la invasión nazi en Francia, donde despertó su ambición de estudiar sociología.
Más allá de sus reflexiones políticas y recuerdos históricos, que lo hay en gran cantidad, Lecciones de un siglo de vida destaca al construir un interesante e inspirador relato sobre la complejidad humana que evoca algunas de sus teorías sociológicas más complejas. "Vivir es navegar en un océano de incertidumbres", considera el autor. "La imposibilidad de eliminar el azar de todo lo que es humano, la incertidumbre de nuestros destinos, la necesidad de estar preparado para que ocurra lo inesperado: he aquí una de mis lecciones más importantes de mi experiencia de vida".
Morin llama a los lectores a buscar el amor, la poesía y la sabiduría como elementos que nos lleven a un redescubrimiento de la auténtica felicidad. "El estado poético da la sensación de felicidad; la felicidad tiene en sí misma la cualidad poética. Para mí, el estado poético subyace a toda felicidad, está en el corazón de todas las felicidades, fugaces o duraderas [...] Los periodos de vida poética son algo a lo que aspiramos ardientemente, pero vienen por sí solos, sin que los llamemos o podamos preverlos. No basta desear la poesía de los grandes momentos de felicidad para encontrarla.
El pensador también critica la sociedad individualista que, en parte, es la que está destruyendo el planeta y dejando a un lado a los más necesitados. Por eso habla de la necesidad de reconocimiento, de "reconocer" al vecino, darle los buenos días, humanizarle, luchar para acabar con el hambre (ODS 1) y la pobreza (ODS 2).
"Una progresión económica y técnica puede comportar una regresión política y civilizatoria"
"Los hombres y las mujeres tratados únicamente como objetos estadísticos dejan de ser reconocidos como seres humanos", juzga el parisino. "Se puede decir incluso que la primacía de lo cuantitativo de los tecnócratas y los economistas, que disuelven la humanidad de los humanos en las cifras, no hace más que sobreexcitar la necesidad antropológica de reconocimiento".
Como si se tratase de una llamada al ODS 17 (alianzas para lograr el resto de objetivos), Morin aspira a hermanarse, a evitar la degradación de nuestras aptitudes para reconocer al otro, a abrazar la contradicción intrínseca del ser humano –cita a Heráclito y su "concordia y discordia son padre y madre de todas las cosas"– y espeta, provocador, que "para concebir la Historia habría que hacer copular a Marx y a Shakespeare".
Edgar Morin, a sus cien años, también considera que el bienestar material que hemos adquirido como civilización ha aumentado de forma proporcional al malestar existencial, y que eso se traduce, en cierto modo, en el trato que le damos al planeta Tierra y al auge de extremismos. "Una progresión económica y técnica puede comportar una regresión política y civilizatoria, lo cual en mi opinión se hace cada vez más patente en el siglo XXI".
"La crisis de la COVID es, en cierto sentido, la crisis de una concepción de la modernidad"
Por eso llama a hacer una "toma de conciencia ecológica" (ODS 13; acción por el clima) y recuerda que en 1972 él ya alertaba de lo preocupante de aquella publicación del profesor Meadows del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) en la que revelaba el proceso de degradación de la biosfera debido al "crecimiento tecnoeconómico, causado a su vez por un afán inextinguible de lucro".
Morin concluye su libro de reflexiones citando el "peligro de estar mal informado" y llama a la acción para que no gane Tánatos (la Muerte) frente a Eros (la Vida), aunque se muestra claramente pesimista y cree que no seremos capaces de lograrlo, aunque mantiene algo de esperanza. El autor concluye en sus últimas páginas: "La crisis de la COVID es, en cierto sentido, la crisis de una concepción de la modernidad basada en la idea de que el destino del hombre era dominar la naturaleza y convertirse en el amo del mundo".
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