"La naturaleza es la capa viva que cubre el planeta Tierra, la interacción entre los organismos vivos y el medio donde viven que nos mantiene con vida en este planeta". Con estas palabras, el ecologista y biólogo marino Enric Sala (Girona, 1968) describe a esa "Madre Naturaleza". Complementa así la definición que hace en la introucción de su último libro, La naturaleza de la naturaleza (Ariel , 2022), escrita por el reputado entomólogo estadounidense –y colega– Edward O. Wilson.
"La diosa metafórica de todo aquello que existe en el universo y está fuera del alcance del ser humano", dice Wilson en el libro de Sala. Así, da paso a un casi 250 páginas de amor por "lo salvaje", una oda que invita a preservar la biodiversidad de la Tierra que, como dice el también explorador de National Geographic, no sólo por lógica, sino también por sus componentes económicos y emocionales.
Pregunta: En los últimos años, con la pandemia de la covid-19, hemos visto –o vivido– la conexión entre salud humana y naturaleza, pero ¿cómo explicar la importancia de esta última en nuestro día a día?
Respuesta: Los japoneses hablan de Shinrin-Yoku o los baños de bosque, una actividad que la medicina japonesa recomienda terapéuticamente. Porque simplemente el hecho de estar en un bosque, rodeado de árboles, respirar profundamente y cerrar los ojos, en cuestión de minutos, cambia totalmente el balance químico y hormonal del cuerpo. Cuando vas a un bosque de cipreses o pinos hay un olor característico, eso son las moléculas que los árboles echan al aire y que tiene un efecto químico que cambia el balance hormonal en nuestro cuerpo. Así ayudan a reducir el estrés de manera casi inmediata.
"La gente que pasa más tiempo en un parque urbano con árboles es más feliz"
Eso sí, Sala hace hincapié en que para recibir el efecto terapéutico de la naturaleza es esencial dejar los aparatos electrónicos en casa: "El pasear por la naturaleza sin teléfono, y fijarse en las ramas y en los árboles, en los insectos, en las flores, en las hierbas… estar presente y fijarte en tu alrededor y respirar profundamente tiene un efecto para eliminar ansiedad y estrés extraordinario".
Precisamente desde la psicología ambiental se viene recomendando esa reconexión con la naturaleza para mejorar tanto la salud física como la mental. Estos baños de bosque o de naturaleza de los que habla Sala no son sólo patrimonio de las zonas rurales del planeta. Como asegura este catalán afincado en Washington, se pueden disfrutar también en grandes ciudades.
De hecho, asegura, "hay investigaciones que demuestran que el cambio relativo de estado mental es mucho mayor en gente que vive en ciudades y va a un parque urbano que en aquella que normalmente están viviendo en un sitio más natural". Y es que, recuerda, no es lo mismo vivir en un entorno más rural y "estar siempre respirando esa acción terapéutica de la naturaleza" que residir en una urbe y zambullirse en la naturaleza.
Por eso, "los parques urbanos son clave, y hay investigaciones que muestran que la gente que pasa más tiempo en un parque urbano con árboles, o que vive en vecindarios que tienen más verde, más árboles y parques, es más feliz, está menos estresada, tiene los indicadores de estrés como la cortisona y otros mucho más bajos". Es decir, ese contacto diario con "lo verde" hacer que las personas estén "mucho más relajadas, menos estresadas, menos ansiosas, y más saludables".
"La naturaleza nos ofrece servicios gratuitos por valor de 125 trillones de dólares al año"
De ahí la importancia, como apunta Sala, de "que se entienda que la protección y la restauración de la naturaleza no es solamente algo que se puede hacer en sitios sin gente, sino que se debe hacer en todos sitios, incluyendo en nuestras ciudades".
P.: Recomienda, entonces, sacar tiempo para visitar las zonas verdes.
R.: Si la gente tiene tiempo de pasar horas al día en las redes sociales y vive cerca de un parque, puede estar fácilmente 15 o 20 minutos en él. Eso tiene un efecto muy beneficioso para la salud, mientras que pasarse todo el día con las pantallas tiene un efecto pernicioso.
Pero Sala, en su libro, argumenta que la naturaleza es mucho más que un lugar donde desconectar de la rutina. Los servicios ecosistémicos gratuitos que proporciona son vitales para el ser humano. "Sin oxígeno nos moriríamos; el que hay en la atmósfera ha sido generado durante miles de millones de años por bacterias, algas microscópicas y luego por las plantas y árboles. La mitad viene de la tierra y la mitad de organismos del mar. O sea, si no hubiera vegetales y cierto tipo de bacterias, no podríamos vivir en el planeta", explica.
Y añade: "Después toda la comida que ingerimos –excepto alguna de la basura procesada que se come ahora– son plantas o animales. Las especies que polinizan nuestras cosechas son insectos, pájaros e incluso mamíferos, como murciélagos en algunos casos. El agua limpia que bebemos, si somos afortunados, ha sido filtrada por un bosque de manera natural. El clima, hasta hace bien poco, estaba bastante estable y predecible, porque eran los ecosistemas naturales, los grandes bosques y el mar, los que regulaban el clima".
Los servicios ecosistémicos de la naturaleza son, por tanto, variados. Ahora mismo, dice el experto, "son los bosques, praderas, marismas, turberas, bosques de manglar, pastos marinos, los que absorben el exceso de dióxido de carbono que echamos en la atmósfera y ayudan a mitigar el cambio climático". También son los bosques los que previenen inundaciones y un largo número de etcéteras.
"Si tienes tiempo de pasar horas en las redes sociales, puede ir 15 minutos al parque"
Y es que, como sentencia Sala, "todo lo que necesitamos para sobrevivir depende del trabajo de otras criaturas, de plantas y animales". Además, remarca que "todos esos servicios que los obtenemos gratis no los podemos reemplazar de ninguna manera". Porque, económicamente, estos servicios que nos proporciona la naturaleza de manera gratuita, indica el biólogo, "equivalen a 125 trillones de dólares, con 'te'". Eso, reconoce, "es mucho más que el producto interior bruto global de la economía mundial".
P.: Por eso, cuando hablamos de mitigación o adaptación al cambio climático muchos expertos señalan a la naturaleza. ¿Deberíamos inspirarnos en ella o copiarla?
R.: Entre inspirarnos o copiarlo, copiarlo siempre sería mucho más ineficiente. Hay dos soluciones para cambio climático. Una es reducir las emisiones de dióxido de carbono y metano hasta casi cero. Pero incluso si las redujéramos a cero, tuviéramos energías renovables y no estuviéramos echando una molécula de CO2 al aire, las que ya están en el aire pueden quedarse en la atmósfera hasta mil años. El exceso de dióxido de carbono que hay ahora en la atmósfera continuaría calentando la Tierra durante centenares de años, siglos o milenios.
P.: ¿Y la segunda solución?
R.: La segunda parte, además de reducir las emisiones a cero, es tenemos que extraer y capturar –secuestrar– la mayor parte del exceso de carbono que hay en la atmósfera. Pero no podemos fabricar la tecnología para hacer eso a escala. La única tecnología que tenemos son los bosques, marismas, turberas, manglares, etc. El problema es que hemos destrozado tanta naturaleza que no hay suficiente naturaleza salvaje para poder hacer ese trabajo. Por eso, idealmente debemos llegar a un estado donde la mitad del planeta esté en estado natural. Y para ello tenemos que proteger como mínimo el 30% del planeta en esta década, y restaurar y recuperar muchas de las zonas que hemos degradado.
Salas lidera el proyecto Pristine Seas de National Geographic, centrado en proteger y conservar las últimas áreas salvajes de los océanos. Porque, como él mismo dice, "sin lo salvaje no existiríamos". Su labor no es baladí, pues "cuanta más naturaleza salvaje haya, más beneficios obtendremos del planeta", asegura.
Sin embargo, la realidad no podría estar más alejada de lo que la Tierra necesita. "Ahora mismo, el 96% de la biomasa de los mamíferos somos nosotros y nuestro ganado domesticado, solamente 4% es el resto, es decir, elefantes, tigres, lobos… No podemos llegar a un planeta donde los únicos animales grandes que queden seamos nosotros y nuestras vacas, eso sería la receta para el suicidio global colectivo".
P.: Sin biodiversidad, ¿es posible la vida humana?
R.: Necesitamos la naturaleza porque sin ella no existiríamos. Aparte de toda la satisfacción espiritual que nos puede dar, es algo tan básico como la supervivencia de la especie humana. Sin naturaleza no hay humanos. Sin humanos no hay economía ni mercados financieros. Mucha gente sigue a diario cómo va la bolsa, pero ¿dónde están las noticias de cómo va la naturaleza, que es de verdad la economía natural que nos sostiene, que nos mantiene a todos? La naturaleza no es algo que esté fuera de la sociedad humana o de la economía, porque la economía es un invento nuestro, y la sociedad humana es totalmente dependiente de la naturaleza. Sin naturaleza no hay humanos. En la luna no vive nadie. O en Marte.
P.: Lleva toda una vida dedicado a investigar los secretos de los océanos. En todo este tiempo, ¿qué es lo que más le ha sorprendido de ellos?
R.: Lo que más me ha sorprendido es la capacidad que tiene la vida marina de recuperarse si la dejamos. Porque estamos sobrepescando por todo el mar, sacando peces más rápido de lo que dan para reproducirse, pero cuando cerramos zonas a la pesca, cuando creamos esas reservas marinas, es extraordinario lo rápido que se recupera la vida marina. Yo he visto sitios totalmente degradados, pero casi sin nada, y en cuestión de 5 años, wow, ves la diferencia. En 10 años ha vuelto a ser totalmente prístina. Es lo más sorprendente, la resiliencia, la capacidad que tiene el mar de recuperarse si le damos espacio y tiempo.
P.: ¿Y qué descubrimiento le ha entristecido más?
R.: Cuando vamos en las expediciones recolectamos muestras de agua y las filtramos y luego enviamos al laboratorio para ver queé tanta cantidad de microplásticos hay. Una de las cosas más tristes es que en la mayor parte de lugares donde hemos estado, incluso en los lugares más lejanos, en medio del Pacífico, en el Ártico, en la Antártida, hemos encontrado microplástico en el agua. Estamos convirtiendo al mar, al océano global, en una sopa de de microplásticos.