El secreto de Ibosim es la primera película completamente eco del mundo: tanto por temático como por contar con una producción 100% sostenible y haber compensado su mínima huella ecológica, convirtiéndose en una cinta cero emisiones. Así, al menos, lo asegura el productor y director de cine Miguel Ángel Tobías (Baracaldo, 1968).
Conocido por ser el cerebro detrás de uno de los formatos televisimos más replicado de las últimas décadas, Españoles por el mundo, creado en 2003, hace once años se sumergió de lleno en el mundo de los documentales sociales.
Sueños de Haití le abrió los ojos a las injusticias del mundo, que siguió denunciando con Gurba, la condena o Rising Nepal, entre otros títulos.
Confiesa que "el gusanillo por lo social" le viene desde niño y "culpa" a su madre por ello. Tobías cuenta una anécdota que, dice, se le ha quedado grabada como ese momento en el que su cerebro hizo clic y se dio cuenta que hay gente que lo pasa verdaderamente mal.
"Un día volviendo del instituto, llego a casa y me encuentro que había un señor, que vive en la calle, comiendo un plato de lentejas con mi madre. Me senté, comimos y cuando el hombre se marchó, le digo a mi madre: 'Pero, mamá, ¿qué has hecho, estás loca?, ¿cómo metes en casa a un desconocido, estando tú sola?'"
Ella reconoció, cuenta, que hubo un momento en el que sintió miedo, pero no podía dejar de pensar en el frío que hacía en la calla. Esa conciencia, explica Tobías, ha estado siempre presente en su casa "con mis padres, mis tíos, mis abuelos, que me contaban ya historias de aquella España de pobreza y de hambre".
Con su productora, Acca Media, intenta alzar la voz por los que no siempre tienen un altavoz.
Lleva una década apostando por el lado más social del cine. ¿Qué le hizo decantarse por esta línea de la producción audiovisual?
Hace 16 años arranco con la idea de Españoles por el mundo y empiezo a recorrer el planeta. Y, aunque el programa no estaba diseñado para eso, yo veía que fuera de la cámara, fuera de dónde ponía el objetivo, había otras realidades.
En ese momento pensé que algún día volvería a esos países para contar realidades no tan amables, pero que sirvieran realmente para llamar la atención sobre problemas sociales, y para ser la voz de las personas que no tienen voz. Desgraciadamente, hace 11 años sucedió el terremoto de Haití, y ahí decidí que teníamos que irnos para allá y rodar un documental que ayudase a las victimas.
¿Cuál era vuestro objetivo cuando os fuisteis al epicentro del terremoto?
Cuando pasa una catástrofe, vemos cómo los informativos se llenan de noticias. Pero en unas semanas, el mundo se olvida. Pensé entonces en la utilidad de hacer proyectos audiovisuales que hicieran que al cabo de unos meses, o de un año, cuando tú vuelves a estrenar, vuelves a poner esto en el foco, vuelves a hacer una llamada de atención, sirvan para que el mundo otra vez se conciencie sobre ese problema que hay en cualquier parte.
"La lucha contra el ego es la gran batalla de la humanidad para generar un mundo más igualitario"
También comprendí el poder que teníamos los medios de comunicación. Me di cuenta de que el audiovisual es el motor más potente que hay para cambiar el mundo. Si los ejemplos que vemos a través del cine, los documentales, la televisión, la publicidad o internet son negativos, la sociedad vira en negativo. Si son positivos, la sociedad vira en positivo. Porque somos animales de repetición, somos como monos.
Por lo tanto, me di cuenta de que teníamos un poder enorme para poder ser la voz de las personas que no la tienen, y la imagen de aquellos que tratamos de esconder.
Sueños de Haití siguen tan vigente como hace una década.
Después de rodarlo, el documental dio la vuelta al mundo y ayudó a recaudar muchísimos millones de euros para las víctimas. Y sí que sigue siendo actual. De hecho, lo hemos rescatado hace desgraciadamente poco, otra vez por el nuevo terremoto que han vivido en Haití.
Una vez más me di cuenta de que podemos, a través del audiovisual, llegar a millones de personas, porque no hay otra forma de poder llegar a tanta gente. Por un lado, ayudándoles a que conozcan una realidad, muchas veces, no tan conocida. Pero también que les conecte con lo más profundo de nuestra alma, de nuestro corazón, que te lleve a la reflexión y que esa reflexión te lleve a la acción.
Por eso intento hacer trabajos con el objetivo de movilizar la sociedad para mejorar en algún aspecto el mundo en el que vivimos.
En un mundo con tantos egos, tiene que ser complicado dejarlo a un lado para poner el foco en los otros.
En realidad, la lucha contra el ego, no ya dentro del mundo audiovisual o entre cineastas, sino de todos los seres humanos es realmente la gran batalla que la humanidad tiene que librar en esta vida para poder realmente generar un mundo más humano, más igualitario.
Yo tengo al mío bastante domesticado, y cuando el ego trata de apoderarse de algún aspecto o de alguna situación en la que estoy, lo que hago es acordarme de dónde vengo. Todos hemos sido niños de 5 años y hemos jugado en el barro.
Deberíamos darnos menos importancia de las que nos damos muchas veces. Y trato de pensar en cuál es el objetivo por el cual yo estoy haciendo ese trabajo.
Es tentador poner el objetivo en aquello que más llama la atención, que vende.
Tengo un ejemplo muy concreto, con Sueños de Haití. Podía haber rodado vudú, asesinatos, ahorcamientos… probablemente eso me hubiera generado premios por el impacto de lo que se estaba haciendo. Pero cuando estaba en Haití decidí que no, que la cámara la tenía que girar hacia aquellos protagonistas que estaban haciendo cosas para mejorar la vida de los ciudadanos, y mostrar historias de solidaridad, historias humanas…
En vez de rodar vudú, grabé a sor Natalie, una monja de 70 años que llevaba 30 años en Haití llegando a esas zonas dónde las grandes oenegés no llegan para llevar alimentos o medicinas.
Cuando decido hacia dónde tengo que apuntar la cámara lo que hago es pensar, realmente, cuál es el objetivo de lo que estoy haciendo. Para mí, es ayudar a esas personas que están al otro lado de la cámara. Cuando tienes esto claro, el ego se calla.
Pero ¿cómo reconoce lo que importa de verdad?
No hago más que preguntármelo. Cuando te vas a un país en una zona de guerra o de catástrofes, donde has decidido marcharte al día siguiente de que haya sucedido algo, es difícil saber qué vas a contar. No hay preproducción, no hay guion, no sabes quiénes van a ser los protagonistas… En esos casos, sabes dónde poner la cámara por una mezcla entre la experiencia que vas acumulando y la intuición. Yo lo que hago es entregarme de alma y siempre trato de imaginar cuál seria mi sentimiento o el de mi madre como espectador.
"Si haces algo que no ejerce ningún daño al planeta ni a las personas, estás siendo sostenible"
Habla de sentimiento no de pensamiento.
Porque, en realidad, para mí lo importante del trabajo audiovisual –y por supuesto de los documentales sociales– es que consiga atravesar los ojos de la persona que está mirando. Es casi un ejercicio de conexión con el corazón.
Hay una cosa física que vivo y que me sigue alucinando: cuando de repente estoy en un sitio, en un país y digo ¿qué hacemos?, ¿quién es nuestro protagonista? Hay un momento en el que, literalmente, se me ponen los pelos de punta. y ahí sé –o siento– que eso es lo que hay que hacer. Todo es cuestión de emociones.
¿Cómo se relacionen estas emociones, esa parte social que le pone los pelos de punta, con la cuestión medioambiental?
He tenido la suerte de recorrer muchísimos países –ciento y pico– y a muchos he regresado, así que he podido ver cómo a lo largo de los años su paisaje se ha ido modificando. Esa biodiverisdad, esos ecosistemas han cambiado.
Cuando te das cuenta de que eso que tú viste, nadie ya lo va a volver a ver más… ahí te pega un pellizco que te hace entender y comprender que, efectivamente, estamos actuando como si el planeta fuera nuestro. Pero en el mejor de los casos somos usufructuarios, inquilinos durante un periodo de tiempo muy corto.
En un momento determinado, pensé. me di cuenta y comprendí que todo lo que tiene que ver con la sostenibilidad, con el medio ambiente y, por supuesto, también con la sostenibilidad social y económica, al final nos afecta a todos. Ya desde hace años, decía: "Tengo que hacer algo relacionado con este tema", porque no tenemos mucha conciencia ni consciencia sobre lo que significa la sostenibilidad y lo que implica para la vida, para nuestra especie.
¿Elige los proyectos o estos le eligen a usted?
De corazón te digo, con 100% de honestidad, que no siento haber elegido ninguno. Siento que se han dado una serie de circunstancias, el proyecto viene y dice: "Miguel Ángel, esto es lo que tienes que hacer, en este momento". Y esto ha pasado un poco con los temas medioambientales. Después de haber hecho documentales que tenían que ver con zonas de pobrezas, de catástrofes, de guerras, con jóvenes, con mujeres, dije "tenemos algo que afecta transversalmente a todo, que es el medio ambiente", y es ahí como surgió y nació hacer el primer proyecto sostenible en todos los aspectos.
¿Qué precipitó este primer proyecto eco?
Hubo un momento en que se apoderó de mí el concepto este de lo que hablaba antes, de haber visto cómo se deterioraba el planeta por la acción humana. Entonces dije "vale, pues vamos hacer algo relacionado con la sostenibilidad".
Para que nos motivara creativamente pensé y dije "vamos hacer algo que no se haya hecho nunca, que sea pionero, que sea transformador, que realmente, también, deje un mensaje importante a la sociedad". Empezamos a investigar y vimos que no se había rodado nunca una película sostenible con huella de carbono cero. Y nos planteamos hacerlo.
¿Ya tenían el guion?
Fue antes la intención del proyecto que el propio guion. No había un guion y entonces decidimos hacer una película sostenible. La decisión fue hacer una película sostenible y, entonces, nos pusimos a trabajar en una historia que fuera coherente con lo que íbamos hacer.
La propia película habla de la necesidad de cuidar del planeta y de las personas. Y ahí empezamos a ver las dificultades y, digamos, el núcleo duro del equipo nos hicimos un máster de sostenibilidad, y empezamos a hablar con expertos, a analizar muchos parámetros y a crear los protocolos –porque no estaban creados– para poder hacer una película sostenible.
¿Cómo se hace una película sostenible?
Pues con mucho esfuerzo y mucho compromiso y mucho cariño. Y, sobre todo, el compromiso de todo el equipo, porque si no hubiera sido imposible. Es decir, todo el equipo técnico y artístico sabían que estábamos haciendo una película sostenible. Y todo el mundo se implicó en este ejercicio porque hubo que hacer un esfuerzo extra.
Nos planteamos que los vehículos de la película fueran eléctricos, y todos los vehículos de producción. Qué la ropa de los actores fuera ecológica o de segunda mano. Que la comida fuese ecológica y de kilómetro. Por supuesto, se sustituyeron los plásticos hasta donde se puede –no se lo puedes quitar a las cámaras–. Se dejó de desperdiciar comida. La película se rodó en escenarios naturales. Y así pues hasta ciento y pico parámetros más que hubo que tener en cuenta para hacer una película sostenible.
¿Y para eliminar la huella de carbono?
Ninguna actividad humana, y esto es importante, ya no solo en el cine, es neutra en huella de carbono. Por lo tanto, una vez que rodamos la película, se hizo la auditoria correspondiente para compensar las toneladas de huella de carbono que habíamos generado con la plantación de árboles.
"La Generación Silinving está dispuesta a hacer algo en función de la sostenibilidad social, económica y medioambiental"
La pelicula tiene también un mensaje para el sector, ¿no?
Ha sido una aventura increíble, maravillosa, pero es verdad que además viene con un nota extra: el poder que tiene la industria cinematográfica para enviar mensajes al mundo de que las cosas se pueden hacer de otra manera. Porque la industria cinematográfica es altamente contaminante, como la mayoría de las industrias, y el haber hecho una película sostenible demuestra que, efectivamente, las cosas se pueden hacer de otra forma.
¿Es posible que la industria se vuelva más sostenible?
Tenemos que ser posibilistas, no fanáticos. Alcanzar un grado 100% de pureza evidentemente es muy difícil, prácticamente a todos los niveles. Hay que ir dando pasos, y que esos pasos vayan generando conciencia y consciencia social. No vamos a poderlo hacer todo bien de 0 a 100 de manera inmediata. Pero lo que importa es que seamos conscientes de que las cosas que vamos haciendo las vamos haciendo desde el punto de vista de la sostenibilidad social, económica y medioambiental, mejor de lo que lo hubiéramos hecho ayer.
Hablamos todo el rato de sostenibilidad, pero ¿cómo la definiría?
Es muy divertido, porque todo el mundo está hablando de sostenibilidad y cuando le preguntas a alguien recibes muchas respuestas diferentes. Para mí, y no es la única respuesta válida, la sostenibilidad tiene que ser ese marco de actuación en todos los órdenes de la vida. Desde el punto de vista individual como ciudadanos, colectivo como sociedad, y apelando a instituciones públicas, académicas, empresas, medios de comunicación y ciudadanos en general, donde tengamos claro que lo que hacemos no hagan daño ni a las personas ni al planeta.
Si tú haces algo que no ejerce ningún daño al planeta ni a las personas, claramente estás siendo sostenible. Es verdad que venimos en un déficit, ya venimos con un daño arrastrado, los expertos nos dicen que tenemos que acelerar. O sea, no vale con no hacer daño, sino que tenemos que reparar.
Por lo tanto, la sostenibilidad es un principio por el que deberíamos regirnos, por el cual, después de que nosotros nos hayamos ido –en cualquier actividad humana, empresarial, de cualquier tipo– de un sitio, ese lugar debe quedar mejor de cómo nos lo encontramos. Pero no solamente mejor desde el punto de vista medioambiental, de la biodiversidad, del paisaje, etc., sino también de las personas que viven ahí.
Se ha hablado mucho de que los milenials o la Generación Z son los aladiles del ecologismo, pero usted habla de la Generación Sliving.
Siempre he luchado en contra de la segregación de las personas por ninguna causa y por cualquier motivo, y uno de ellos es la edad. Me parece tremendo, porque cuando tú segmentas a las personas y las clasificas por edad, en realidad lo que estás es excluyendo. Por lo tanto, digo que solamente hay una generación, que es la de todos los que estamos vivos mientras estamos vivos.
Porque mí época y tu época son las misma: estamos los dos, en este momento, viviendo, y mientras yo viva, tú y yo vamos a ser de la misma generación. Estamos en los mismos avances tecnológicos, vemos y escuchamos la misma música, es decir, estamos vivos en el mismo momento.
¿Y cómo se relaciona esto que cuenta con la sostenibilidad?
Tenemos que apelar a toda la sociedad, independientemente de la edad. Porque otra de las grandes trampas, grandísimas, en perjuicio de los jóvenes, es decir que hay que educar a las generaciones jóvenes. ¿Perdón? Cuando decimos las generaciones jóvenes, ¿qué decimos? ¡Pero si es que el grueso de la población es de 20 para arriba! No vale de excusa para que los que tenemos más de 20 años digamos que como es un tema de los jóvenes, ya no tenemos que hacer nada: ni tengo que mejorar mis estándares de vida, de comportamiento, de nada porque ahí lo van hacer los jóvenes.
La Generación Sliving viene de una palabra inventada, que no significa nada, pero que aúna tres conceptos: la S de sostenibilidad, live de vida en inglés, y el gerundio en ese idioma con el ing, que invita a la acción. Es decir, vivir una vida más sostenible.
¿Por qué surge?
Para crear un movimiento que es transgeneracional al que podemos pertenecer todos los seres humano independientemente de nuestro nivel sociocultural o socioeconómico, independientemente de nuestra edad. Lo único que hace falta para pertenecer a la Generación Slinving en la que estamos todos es estar preocupados y dispuestos s hacer algo en función de la sostenibilidad social, económica y medioambiental.
Pero no es que todos podemos formar parte de la Generación Slinving, sino que sostengo la tesis de que todos formamos parte, aunque no lo sepamos, de ella.
¿Todos?
Reflexionado y en la experiencia que he tenido a lo largo y ancho del mundo durante años, he comprendido una cosa que creo que es la clave. Estoy convencido, 100%, de que no hay nadie en el planeta, nadie, ni una sola persona, a quien si le dijéramos, el qué, el por qué, el para qué y el cómo, no estuviese dispuesto hacer algo para mejorar la vida del planeta y de las personas.
¿Tiene algún proyecto nuevo relacionado con esta Generación Sliving?
Voy a rodar una serie audiovisual en la que voy a recorrer España mostrando historias de sostenibilidad social, económica y medioambiental de personas anónimas, de personas conocidas, de ayuntamientos, para ver los proyectos que se están haciendo en esas instituciones públicas más pegadas a la sociedad, que son los ayuntamientos, y también en las empresas. Para contar y explicar así lo que se está haciendo bien, mostrar ejemplos de las cosas que se están haciendo bien y que sirvan de referencia para que esto lo quieran copiar otras muchas personas.
Y que sirva también de homenaje para los miles y miles de personas que están haciendo cosas maravillosas de manera anónima. Que nadie se lo reconoce, nadie lo agradece, pero que, sin embargo, están ahí. Y para que nos ayude a todos a marcar la senda, lo que decíamos antes, en la que hay que ir caminado, poco a poco.
Imagine que uno de nuestros lectores decide empezar a vivir de manera más sostenible. ¿Cuáles serían los primeros pasos que debería tomar?
¿Cuántos quieres? Podríamos estar aquí hasta el infinito. Vengo de esa generación de los que teníamos coche a los 18 años, porque era como un ansia y hacíamos la estupidez de que íbamos a por el periódico en coche. Pero hace años que no manejo el coche en Madrid, porque comprendí que cuando hay una opción de transporte público no debía llevar un coche privado.
Hay miles de cosas que podemos hacer en automático, si nos ponemos a pensar en cómo actuamos: el reciclaje, que es una cosa que ya está como bastante interiorizada o reducir la compra por internet. Porque compramos las cosas de una manera absurda, pedimos e incluso a veces pagamos más para que te traigan lo que sea por la tarde. Pero es que un porcentaje casi ínfimo de cosas que pedimos por internet son de necesidad urgente.
En realidad, simplemente, deberíamos hacer el ejercicio de pararnos un momento, pensar y luego actuar. Porque he visto morir gente, he visto en Haití morir gente porque no tenían un poquito de agua en una botella. Después de que tú has visto morir gente por que no había un poco de agua para darles, en la literalidad más absoluta… no he vuelto a dejar agua medio usada en ninguna parte.
El juego sería este, paremos a reflexionar, sentémonos a reflexionar un poco, hablémoslo con la familia, con los amigos. Porque con muy poco esfuerzo por nuestra parte podemos cambiar nuestra propia vida y la de millones de personas en el planeta.