Desde hace algunos años nos hallamos inmersos en una lucha contra los plásticos de un solo uso, aunque la batalla es desigual y tiene zonas oscuras que todavía no hemos resuelto. Vaya por delante que el plástico es un material que nos ha permitido un grado de desarrollo inimaginable hasta su llegada, por lo que demonizarlo en general resulta incluso injusto.
Pero no sucede lo mismo con los plásticos de un solo uso, un material para el que existen alternativas más sostenibles, y que debemos promover porque, también sea dicho, los humanos hemos demostrado ser muy poco responsables con nuestras obligaciones de cuidar el planeta para preservarlo y mejorarlo en la medida de lo posible.
Los plásticos de un solo uso, como las bolsas, los cubiertos o los envoltorios, realmente no serían ningún problema si no fuéramos unos irresponsables que los desechan de forma inadecuada: bastaría con reciclarlos para poder aprovechar sus materiales sin que nadie tuviera que pagar las altísimas consecuencias de lo contrario. Pero es verdad que es totalmente ineficiente utilizar plásticos cuya vida útil va a ser muy corta, porque existen otras opciones con mayor durabilidad y, por tanto, un menor consumo de recursos.
Por eso, la lucha contra los plásticos de un solo uso es tan necesaria como lógica: conocemos alternativas y vivimos en una época en la que la sostenibilidad y la eficiencia son las bases para una visión a largo plazo que nos permita avanzar de forma ética.
Esta irresponsabilidad en el desecho de los plásticos ha provocado una catástrofe natural de magnitudes inasumibles. Según cálculos de Greenpeace, en los mares y océanos hay entre 5 y 50 billones de fragmentos de plásticos, de los que el 80% proceden de la tierra.
A estas alturas de la historia, tirar plásticos al mar es un crimen que nos afecta y afectará a todos tarde o temprano. Y no es el único que cometemos: aunque no arrojemos ese plástico al mar, seguimos sin desecharlo como deberíamos.
De hecho, en España apenas se recicla la mitad del plástico que se utiliza. El resto acaba en vertederos, donde la recuperación de esos materiales que tendrían nuevas vidas queda eliminada sencillamente de no haber hecho las cosas bien con un gesto tan simple como tirar esa botella o bolsa al contendor amarillo.
A los humanos se nos ha pedido muy poco y no hemos sabido dar nada. Por eso, hemos tenido que emprender una lucha que nos concierne a todos. Y cuanto más tardemos en sumarnos, más daño nos estaremos haciendo a nosotros mismos.
Recordemos una premisa a veces obviada: el daño al planeta y a la naturaleza es un daño que nos hacemos a nosotros mismos, que no podremos escapar de él. Es tirar piedras contra nuestro propio tejado. Y seguimos mirando para otro lado.
Esta batalla por el fin del plástico de un solo uso debe germinar en las empresas, ya que tenemos la responsabilidad, y también la capacidad, de fomentar cambios sociales de calado. Por eso, en InPost trabajamos activamente para reducir el consumo de plástico innecesarios, entre otras medidas enfocadas a ser una empresa más eficiente y sostenible, con el objetivo de ser neutra en carbono en 2040.
Hemos lanzado un proyecto para eliminar la impresión de etiquetas para las devoluciones de nuestros clientes, y usamos tecnología para modificar las rutas de nuestros repartidores para realizar menos trayectos. Además, el propio modelo de envíos a NO domicilio que proponemos nos permite ofrecer un servicio objetivamente más sostenible.
Los usuarios suelen acudir mayoritariamente a pie o en bicicleta al Punto Pack o Locker a recoger su paquete, dado que eligen los que se ubican más cerca de su casa o del lugar en el que se mueven habitualmente, por lo que no necesitan ir en coche; y, por otro lado, el hecho de aglutinar pedidos en un mismo sitio, en lugar de tener que ir casa por casa a entregarlos, nos permite reducir los trayectos de los vehículos de reparto y optimizar las rutas para que haya que recorrer menos kilómetros.
Contribuimos con nuestro modelo a solucionar muchos de los retos de la 'última milla', incluyendo la eliminación de las entregas fallidas, que son las que se producen cuando el repartidor llega a un domicilio en el que no hay nadie y tiene que volver en otro momento (lo que supone realizar un nuevo desplazamiento adicional).
En paralelo, trabajamos junto a nuestros partners y usuarios para reducir el uso de plástico en el comercio electrónico, donde a menudo hay que embalar muy bien los productos para que no sufran daños durante su manipulación y transporte.
Abogamos por evitar envoltorios innecesarios, también entre los usuarios y promovemos el agrupamiento de envíos para poder aprovechar un mismo envoltorio en lugar de desdoblarlo, recomendamos a los clientes que conserven las cajas originales de sus productos durante, como mínimo, el tiempo que dura la garantía para poder hacer devoluciones sin tener que usar un nuevo embalaje, y animamos a nuestros usuarios que separen y reciclen convenientemente todos los materiales que vengan con su paquete.
Creemos que estas medidas son muy sencillas y fácilmente implementables en cualquier momento y lugar, y estamos convencidos de que nos permitirán poder seguir disfrutando de las compras online sin hacer pagar al planeta un coste innecesario.
Porque, repito, cada herida que hagamos a la Tierra, será una herida que nos estaremos haciendo a nosotros mismos, ya sea ahora o a futuro. Y si tenemos las numerosas alternativas y posibilidades que están a nuestro alcance, y el firme convencimiento de que será estar del lado correcto de la historia, ¿por qué no ponernos ya mismo, todos juntos, manos a la obra?
*** Nicola D’Elia es CEO en España, Portugal e Italia del grupo InPost.