Siempre me he sentido un privilegiado. Una persona con mucha suerte en todos los aspectos de mi vida. En lo personal y en lo profesional. Me han interesado desde hace muchos años los temas sociales y poder ayudar a los demás compartiendo algo de lo bueno que me ha tocado.
Hasta 2017 lo hice principalmente a través de ayuda económica a diferentes proyectos tanto en España como en el extranjero. Ese año se produjo un cambio en mis circunstancias profesionales que me permitió dedicar más tiempo a ese compromiso social, y tenía claro que había dos colectivos en los cuales me quería centrar: el denominado “talento senior” —aquellas personas mayores de 50/55 años en búsqueda activa de empleo— y las mujeres en riesgo de exclusión.
En cuanto al primero tuve la oportunidad de colaborar con la Fundación Transforma España (entre 2017 y 2019), y en lo relativo a las segundas tenía claro que mi objetivo era contribuir con la labor que por aquel entonces estaba comenzando la Fundación Quiero Trabajo (que conocía bien a través de su fundadora y presidenta, Patricia Estany), en la cual soy mentor desde 2019.
La Fundación Quiero Trabajo tiene como misión “empoderar a personas, fundamentalmente mujeres en riesgo de exclusión social, para ayudarles a conseguir un empleo que les haga sentirse dignas, útiles e independientes económicamente, proporcionándoles soporte, formación y asesoría de imagen”.
Se centra en un colectivo vulnerable y “olvidado”, mujeres en su mayor parte en riesgo de exclusión social, para las cuales el porcentaje de éxito a la hora de enfrentarse a un proceso de selección es muy bajo por falta de preparación. La fundación se ocupa de facilitarles las herramientas para que puedan acudir a las entrevistas sintiendo que van a causar la impresión adecuada tanto en lo relativo a la imagen como al discurso y, por tanto, de que interioricen que la probabilidad de conseguir el empleo es elevada.
Mi primera sesión me hizo comprender la relevancia de la labor de la fundación y fui consciente del impacto positivo que yo podría provocar en la vida de otras personas: se trataba de una mujer de la misma edad que yo quien, por distintas circunstancias, se encontraba sin hogar y viviendo en un albergue y optaba a un empleo en una conocida cadena de hamburgueserías (me gustaría nombrar que fue Burger King porque le dio la oportunidad a esta persona).
Centré mi esfuerzo en conseguir aumentar su autoestima y convencerla de que cumplía todos los requisitos para optar (y acceder) al puesto. Me sentí satisfecho de cómo transcurrió la sesión y estuve haciendo seguimiento hasta que me confirmaron desde Quiero Trabajo que había conseguido el empleo. Es difícil describir la sensación que se siente cuando un “trabajo bien hecho” tiene además una repercusión tan significativa.
Desde entonces he tenido la oportunidad de mentorizar a más de 60 mujeres. La mayoría de ellas inmigrantes, algunas con formación universitaria, pero la gran parte de ellas con estudios básicos que habitualmente suelen tener familiares a su cargo.
Y algunas con distintos grados de discapacidad reconocidos, en muchos casos en situación de exclusión social e incluso en varias ocasiones he tratado con mujeres víctimas de violencia de género o que han sufrido discriminación por cuestión de su raza. Pero todas tienen algo en común: conseguir el empleo supone un cambio radical en sus vidas y les proporciona una dignidad que les permite afrontar el futuro de otra manera.
Mi trabajo es conseguir que sean capaces de diferenciarse, de destacar frente al resto de candidatas que aspiran a la oferta de trabajo. Algo que para alguien con mi experiencia no debe suponer problema alguno, puesto que conozco lo que normalmente valora un entrevistador a la hora de evaluar a candidatos. No obstante, no puedo evitar sentir una gran responsabilidad cada vez que tengo a una de estas mujeres al otro lado de la pantalla (las mentorizaciones son por vídeollamada).
Necesito estar siempre en plenitud de mis capacidades para identificar con precisión las necesidades específicas en cada caso, puesto que son diferentes. Adecuarme a su situación —desde la persona que nunca ha realizado una entrevista de trabajo a la que lleva 7 procesos seguidos siendo descartada— para poder ofrecerles las claves que les permitan ser las destinatarias de la oferta de trabajo.
A veces son suficientes quince minutos y en varias ocasiones he estado más de una hora. El reto es que afronten el proceso con el nivel adecuado de autoestima, pues sin ello todo lo demás pierde valor y efectividad. La tarea que realizan entidades como la Fundación Quiero Trabajo es fundamental para avanzar en la inclusión y la igualdad real de las mujeres en riesgo de exclusión.
Y me gustaría animar a todos a plantearse dedicar una pequeña parte de su tiempo libre a colaborar con cualquier organización, iniciativa, plataforma, etc. que contribuya a mejorar las condiciones de quienes realmente lo necesitan. Todos tenemos algo que aportar y, aparte de ser muy enriquecedor personalmente, en muchos sentidos mejora la cohesión social.
***Juan Manuel Soto es presidente de March Asset Management y voluntario mentor de la Fundación Quiero Trabajo.