Las declaraciones y convenciones internacionales tienen objetivos como garantizar el derecho a la educación o que la infancia pueda gozar de oportunidades para un desarrollo pleno y armonioso. En 2022, la Conferencia Mundial sobre Políticas Culturales perfiló la cultura como bien público mundial y subrayó la importancia de potenciar las sinergias entre cultura y educación, reconociendo el imperativo de una educación adaptada al contexto.
El cumplimiento de estos derechos pasa, sí o sí, por convertir la educación artística en una parte importante y obligatoria del programa educativo de todas las escuelas, así como de los museos e instituciones culturales.
Con motivo de la Semana Internacional de la Educación Artística que se celebra desde 2011 por mandato de la Unesco, parece oportuno recordar que el arte en las escuelas es la clave para formar generaciones capaces de reinventar el mundo que han heredado. La educación artística ya no es una opción, es una necesidad a la que todos debemos atender.
Esta –vista no solo desde simples técnicas plásticas o musicales, sino desde la transversalidad– contribuye a mejorar los aprendizajes y competencias tanto del profesorado como del alumnado. Además, ayuda al desarrollo socioemocional de los estudiantes, quienes aumentan su capacidad para reflexionar sobre problemáticas sociales y medioambientales.
También favorece la convivencia y el buen ambiente del centro, fortaleciendo su proyecto educativo, entre otros beneficios. Así lo avalan los buenos resultados de proyectos como LÓVA, que trabaja en entornos escolares utilizando la creación de una compañía y la producción de una ópera como plataforma para el aprendizaje.
Además, que los niños adquieran estas capacidades desde pequeños, resulta especialmente importante para afrontar los retos que presenta la sociedad del siglo XXI como el cambio climático o la justicia social.
De hecho, el informe de la relatora especial sobre el derecho a la educación de Naciones Unidas, junto con el reciente marco de Unesco sobre el futuro de la educación, insiste en la urgencia de incorporar la educación artística en los sistemas educativos de una forma decidida para afrontar los grandes desafíos contemporáneos expresados en la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible.
Lo cierto es que, desde hace décadas, en diversos foros nacionales e internacionales, se viene tratando este tema, si bien no termina de cristalizar su concreción. Quizá ahora, que desde organismos como Unesco se nos conmina a pensar futuros posibles, sea cuando esta competencia cobre todo sentido. También la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) acaba de presentar La educación artística da un paso al frente.
Se están produciendo grandes avances, ahora solo cabe preguntarnos: ¿son los suficientes? Recientemente, se ha celebrado en Nueva York, en el seno de las Naciones Unidas, la Cumbre sobre la Transformación de la Educación en respuesta a una crisis mundial de la educación en materia de igualdad, inclusión, calidad y pertinencia.
Además, en septiembre del año pasado tuvo lugar la Conferencia Mundial sobre Políticas Culturales, Mondiacult 2022, en cuya declaración, firmada por 150 Estados en un contexto de conflicto internacional, se perfila la cultura como bien público mundial y se subraya la importancia de potenciar las sinergias entre cultura y educación, reconociendo el imperativo de una educación adaptada al contexto que abarque el patrimonio cultural, la historia y los conocimientos tradicionales, así como la valoración de la diversidad cultural, el multilingüismo, la educación artística y la alfabetización digital.
En el plano nacional, el sistema educativo reconoce como una de las competencias clave la conciencia y expresiones culturales, y son numerosas las referencias en la LOMLOE a la utilización de representaciones y expresiones artísticas. Ahora habrá que ver cómo se desarrolla de forma óptima.
Para ello, diversas organizaciones de profesorado de educación artística han elaborado el Libro Blanco, en el que pueden apreciarse las grandes diferencias entre las horas lectivas dedicadas a la materia en las diferentes comunidades autónomas o incluso en otros países.
Así, por ejemplo, las sesiones por ley en Educación Primaria son de 110 en Portugal, 836 en Finlandia, 744 en Francia y Bélgica o 481 en Alemania. En el caso de España no es obligatorio por ley y queda en manos de las comunidades autónomas, generando grandes diferencias territoriales, con el mínimo de Murcia (185 sesiones anuales) al máximo de Canarias (777 sesiones).
Quizá sea tiempo para la esperanza, pues en algunos territorios como en Cataluña, desde el Consell Nacional de la Cultura i de les Arts (CONCA) se ha impulsado el trabajo conjunto entre los departamentos de Universidades, Educación y Cultura, y recientemente el Ayuntamiento de Barcelona ha modificado su propia estructura para abordar la dimensión cultural a lo largo de la vida, Cultura 360.
Por su parte, en la Comunidad de Madrid se aprobó en 2021 la PNL Pedro Sarmiento para dar soporte material, económico y formativo a las actividades artísticas en la Comunidad dentro de los centros educativos.
Además, en los últimos años se están produciendo numerosas iniciativas por parte de la sociedad civil y las fundaciones. Es el caso de la Fundación Banco Santander, la Fundación Carulla o la Fundación Daniel y Nina Carasso, que están desarrollando proyectos en todo el territorio nacional en el ámbito del arte y la escuela.
La Fundación Daniel y Nina Carasso, por ejemplo, puso en marcha en 2019 la red de arte y escuela PLANEA, una iniciativa que genera planes artísticos educativos en más de 200 centros públicos junto a más de 60 agentes culturales y cuyos aprendizajes, resultados y experiencias pueden visualizarse en sus dos cuadernos publicados: Lo que puede una escuela –sobre oportunidades y herramientas para introducir prácticas artísticas en las comunidades educativas– y Despacios –sobre la transformación de espacios educativos–.
No hay tiempo para las dudas, la educación artística no puede ser una alternativa, tiene que ser una realidad y nuestro futuro depende en gran parte de ello. Porque como bien expresa Elliot Eisner, "las artes enseñan a los niños que su sello personal es importante y que hay varias respuestas a las preguntas y varias soluciones a los problemas".
*** Irene Aláez Vasconcellos es doctoranda de Derecho de la Cultura en la Universidad Carlos III, fundadora de la empresa de gestión cultural 'Una más una', codirectora del máster en Gestión Cultural Internacional e Innovación Social de la Universidad Complutense e instructora del Programa Arte Ciudadano de la Fundación Daniel y Nina Carasso.