El análisis serio y razonado de cómo consumimos recursos y manejamos desechos también incrementa el número de factores cuyo impacto medioambiental debemos contemplar. En los últimos años, un lugar cada vez más importante lo ocupan los datos, que se han convertido en el verdadero corazón de nuestras organizaciones.
Incluir un bien inmaterial, como la información, en el debate climático era, hasta hace poco, inconcebible. Hoy, sin embargo, el descomunal volumen de datos, la certeza de que el mismo va a seguir creciendo con la economía digital (hasta los 175ZB, en 2025, según IDC) y su expansión hacia la nube y los miles de millones de dispositivos edge, están transformando los consumos energéticos ligados a la explotación de la información en una prioridad para el mundo analógico y digital. El hecho de que España se esté convirtiendo en un hub para los centros de innovación de muchas multinacionales tampoco permite aplazar el debate a nivel nacional.
En la actualidad, tenemos demasiados datos sin aprovechar, lo que genera un enorme despilfarro digital. Su recopilación y almacenamiento impactan en nuestro medioambiente y en el clima, ya que a medida que crece la información, también lo hace la energía necesaria para gestionarla y, en consecuencia, su huella de carbono.
Como economía y sociedad debemos tomar conciencia del impacto que suponen las acciones digitales, desde el simple envío de un email. Pero considerar el impacto medioambiental de los datos no significa convertirlos en “villanos”, ya que los mismos son la base de los principales avances de los últimos años.
Como ejemplo, si el tamaño de los datos generados en el planeta para 2025 es de 176 Zettabytes y hacemos una comparativa, si un byte fuera el tamaño de una gota de agua, 176 zettabytes equivaldría al volumen de más de 6500 veces el volumen total de los océanos en la Tierra. Otro ejemplo, si quisiésemos almacenar 176 zettabytes de datos en un iPad ¡necesitaríamos 5,5 billones de iPad de 32gb!. Cada iPad mide 0,6 cm de grosor de media. Si los pusiéramos uno encima de otro tendríamos una altura equivalente a 87 veces la distancia entre la Tierra y la Luna.
Generamos cantidades ingentes de datos que, alimentados por la inteligencia artificial, están acelerando el diagnóstico de enfermedades, facilitando la conducción autónoma y otros múltiples beneficios. En solo dos años, el 97% de los coches estarán conectados, según Statista y, para 2030, serán auténticos centros de datos sobre ruedas, según Microsoft. Todo ello muestra hacia dónde evoluciona el mercado e indica que el siguiente gran reto en nuestro desarrollo será la sostenibilidad de la información.
Las dos caras de la misma moneda
El reto de mejorar la sostenibilidad y de aprovechar mejor los datos en las organizaciones son las dos caras de la misma moneda. Y la respuesta a ambos es impulsar la madurez digital. La tecnología y la estrategia data-driven crean un tejido con datos siempre disponibles, accesibles y fáciles de consumir, que no solo mejoran los resultados empresariales, sino que permiten que la transformación digital de las empresas sea cada vez más sostenible. En este modelo, las TI son de nuevo el camino para impulsar el progreso social y crear un mundo más respetuoso con el planeta, conectado e inclusivo.
Entre las innovaciones en este ámbito, la nube destaca de manera especial. Las empresas son cada vez más conscientes de su potencial y empiezan a incorporarla a sus estrategias de sostenibilidad de datos. En uno de nuestros estudios más recientes en el ámbito del cloud, el 79% de los ejecutivos tecnológicos consultados a nivel global afirmó que los sistemas en la nube de sus empresas se desarrollan teniendo en cuenta objetivos de sostenibilidad y un 74% de los directivos TIC encuestados en EMEA aseguró que sus compañías incluyen la nube de manera destacada, a la hora de desarrollar iniciativas para reducir su huella de carbono.
Una estrategia centrada en la nube permite que las organizaciones planteen un acercamiento altamente sostenible para el almacenamiento y el manejo de datos. Su despliegue necesita contemplar cuatro pasos básicos, desde la evaluación del uso actual de los recursos de información de la organización, albergados en local y en la nube; pasando por el análisis detallado de cómo se usan estos datos, dónde se encuentran y su nivel de actividad; hasta el traslado de los datos adecuados a la nube y la comprobación de que el almacenamiento de la información que permanece en los centros de datos es energéticamente eficiente.
Los proveedores tecnológicos estamos totalmente comprometidos con ayudar a las empresas a tomar consciencia, evaluar y mejorar el impacto medioambiental de sus datos. Este compromiso pasa por ayudarles a hacer un uso correcto de los datos en la nube con la identificación de recursos de información infrautilizados o desaprovechados, por ayudarles a detectar herramientas para el análisis térmico en los centros de datos que arrojen una visión en tiempo real del gasto energético y por dotarles de informes sobre la huella de carbono de los datos con una estimación razonable de su impacto medioambiental.
El multi-cloud híbrido y las nuevas tecnologías para la óptima gestión de los datos en este nuevo entorno representan el último gran reto que cambiará las reglas del juego en el manejo de la información empresarial, reduciendo la complejidad y costes de traslado de los datos para que las empresas consigan desencadenar todo el potencial de la nube y aplicarlo a la mejora de sus resultados y a su estrategia de sostenibilidad.
La sostenibilidad de los datos tampoco está reñida con su seguridad, ya que la práctica de minimización de datos, que predica no recopilar ni conservar más información de la necesaria, también refuerza su protección.
De la concienciación a la acción
Como dice el título de este artículo, no existe un momento mejor para abordar el impacto medioambiental de los datos que ahora y, para ello, su gestión debe convertirse en parte esencial de las estrategias de sostenibilidad.
Con la toma de medidas y un examen detallado de sus datos, de sus activos informáticos y su estrategia de nube híbrida, las organizaciones hoy podrán reducir unos costes energéticos desorbitados y, al mismo tiempo, conseguir que su infraestructura sea más ecológica y sostenible de cara al futuro.
***César Cernuda es autor de este artículo y presidente de NetApp.