Si usas las redes para contar tu vida, pero no eres capaz de poner tu negocio en internet; si reenvías información por WhatsApp, pero no sabes utilizar herramientas que te permitan trabajar en red; o si cada vez que tienes que hacer un trámite con la administración tienes que pedir ayuda, estás en situación de vulnerabilidad digital.
La razón principal que lleva a España a tener una de las brechas digitales más grandes de Europa no es en sí la falta de acceso a infraestructuras de internet, sino la ausencia de esos conocimientos digitales por parte de la ciudadanía.
Por supuesto, hay que seguir trabajando para que todo el mundo tenga acceso, pero no podemos obviar el gran reto que tenemos por delante: ayudar a que todas las personas tengan las competencias mínimas que les permitan vivir en igualdad y tener las mismas oportunidades.
En Fundación Cibervoluntarios, llevamos más de 20 años trabajando contra la brecha digital. Ayudamos a las personas a que adquieran competencias digitales básicas necesarias para su día a día de una forma cercana y directa, de tú a tú, con calidad y cercanía.
Todo gracias al apoyo de una red de más de 2.000 personas cibervoluntarias y 1.400 entidades colaboradoras entre ayuntamientos, centros educativos y oenegés. Esto nos permite tener capilaridad, estar cerca de las personas y de sus necesidades. De esta forma, llegamos a unas cien mil personas anuales.
No obstante, queda mucho por hacer, según refleja el Plan Nacional de Competencias Digitales. Hoy por hoy, 15 millones de personas carecen de competencias digitales básicas en España. Cada vez hay más gestiones que sólo y exclusivamente pueden realizarse a través de internet; algunas de ellas son ayudas destinadas a las personas con menos recursos.
Se supone que no deberían conllevar problemas y, sin embargo, la realidad es otra. En Fundación Cibervoluntarios hemos recibido reiteradas llamadas de personas que querían solicitar ayudas y ni siquiera tenían correo electrónico, así como de cientos de jóvenes que tampoco saben manejarse con el DNI electrónico o el certificado digital.
La misma situación nos estamos encontrando ahora con el Ingreso Mínimo Vital. Y dudo que la solución sea poner un autobús a recorrer 40 municipios de los más de 8.000 existentes. Volver a formatos del siglo pasado para problemas de este no es la solución.
Hay una clara falta de formación en competencias digitales básicas, incluso entre los más jóvenes. Y sin duda, las plataformas de la Administración y de muchas otras entidades no ayudan, son complicadas. El lenguaje es burocrático, la experiencia de usuario deja mucho que desear, y a veces, incluso, fallan. Queda mucho por hacer en este sentido y hay que tomar partido.
Estamos en un momento crucial en el que hay una apuesta por la transformación digital. Pero hay que hacerlo con cabeza y sentido. Hay que hacer autocrítica, trabajar duro desde la Administración y las entidades para establecer procesos más sencillos, claros, dinámicos, directos y accesibles. Mejorar en usabilidad y comunicación. Que se entiendan. Y por supuesto, hay que ayudar a que las personas se formen.
Pero hay que hacerlo partiendo del conocimiento, de las necesidades de esas personas en su día a día. De lo que verdad necesitan para mejorar algo en sus vidas, ya sea a nivel laboral, social o personal. No se trata de dar formación a diestro y siniestro, por y para todo, pues corremos el riesgo de desperdiciar esfuerzos y fondos. Y lo que es más grave, así solo se conseguiría producir en la sociedad frustración y falta de interés.
Pongo un ejemplo real que viví poco después de crear la fundación. Teníamos en zonas rurales un evento tecnológico, Cibermix, al cual se acercó un hombre mayor. Su interés y afán por aprender era increíble. Me contó que él iba de forma habitual al telecentro de su pueblo para aprender tecnología. Cuál fue mi sorpresa al saber que le estaban enseñando herramientas de ofimática, que tanto por su edad como por sus motivaciones no estaban adaptadas a su interés.
En apenas cinco minutos me contó un montón de cosas de su vida. Y al saber que había sido migrante y ver la ilusión con la que me hablaba de aquella época, opté por enseñarle a buscar y navegar por internet, Wikipedia y Google Earth. Se pasó la tarde entera visitando lugares que no veía desde hacía años, navegando, leyendo sobre aquella ciudad, viendo fotos. No se me olvida el brillo en sus ojos. La ilusión al recorrer aquellas calles de forma virtual y la alegría que tenía al compartirlo conmigo.
Por ello, es vital escuchar a las personas, ir más allá de la alfabetización tecnológica per se. Tenemos que trabajar en la apropiación tecnológica, el aprender las herramientas que necesito, que me sean útiles, que me faciliten la vida, no que me la compliquen.
Este año, Carlos San Juan, con su campaña Soy mayor, pero no idiota, reivindicaba el derecho a ser atendido de otra manera sin tener que “usar tecnologías complejas que muchos no sabemos utilizar”.
Sin embargo, como firme convencida de que la tecnología es una herramienta que no crea brecha, sino que nos ayuda a eliminar las existentes, quiero poner el foco en que justo su reivindicación no hubiera llegado muy lejos si no llega a utilizar precisamente una plataforma tecnológica como altavoz de su reclamación.
Con ello quiero mostrar lo importante que es apropiarse de la tecnología, ponerla a tu servicio, como ha sido este caso, aunque sea para pedir no utilizarla en otra parte de tu vida.
La tecnología está para ayudarnos, es esa palanca que nos impulsa, nos hace ganar autonomía, independencia, voz, calidad de vida. Por eso, es necesario saber utilizarla, pues como cualquier otra herramienta, si no la usas de la manera adecuada, puedes correr el riesgo de que no te sirva o conlleve riesgos.
En Fundación Cibervoluntarios lo sabemos por propia experiencia. Por eso vamos a seguir trabajando para que todas las personas tengan las mismas oportunidades, conseguir que sean agentes activos y protagonistas de ese cambio.
***Yolanda Rueda es fundadora y presidenta de Fundación Cibervoluntarios.