El calentamiento global producido por el ser humano, la construcción de zonas propensas a las inundaciones, la deforestación y el conflicto convirtieron un fenómeno meteorológico común —las lluvias torrenciales— en desastres humanitarios. Esta es uno de los descubrimientos de un estudio realizado por científicos de la World Weather Attribution (WWA) que tratan de esclarecer el nivel de influencia que tiene el cambio climático sobre los fuertes temporales que azotaron algunos países del Mediterráneo en las últimas semanas.
A principios de septiembre, una gota fría o DANA afectó a España y un sistema de bajas presiones, bautizado como tormenta Daniel por el Servicio Meteorológico Nacional Helénico—el equivalente a la AEMET—, provocó grandes cantidades de lluvia durante un periodo de 10 días en varios países, entre ellos, Grecia, Bulgaria, Turquía y Libia.
El estudio arroja resultados que sugieren que el calentamiento global inducido por el hombre ha hecho que un fenómeno como el observado en Grecia, Bulgaria y Turquía sea hasta 10 veces más probable y hasta un 40% más intenso. Y que las devastadoras lluvias serían hasta 50 veces más probables y hasta un 50% más intensas si el clima fuera 1,2 °C más frío.
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En el caso de España, no se ha podido realizar un análisis que atribuya al cambio climático las repercusiones (en intensidad y frecuencia) de la DANA que azotó el territorio durante unas horas. "no es posible realizar un estudio cuantitativo sólido de atribución para las precipitaciones que provocaron las grandes inundaciones en España", señalan en el estudio. Y aclaran que una DANA como la que se vio el pasado 3 de septiembre es un fenómeno que sucede, según uno de las bases de datos analizadas, cada 37 años.
Las fuertes precipitaciones resultaron en inundaciones que asolaron los hogares de millones de familias y provocaron la muerte de al menos cuatro personas en Bulgaria, seis en España, siete en Turquía y 17 en Grecia. El balance más grave se vio, sin duda, en Libia, donde solo en la región de Derna —al noroeste del país norteafricano— se ha confirmado el fallecimiento de 3.958 personas. A lo que hay que sumar la cifra de muertes en el resto del país -170- y el número de personas desaparecidas que asciende a más de 10.000.
Para analizar qué culpa tiene (y tendrá) el cambio climático en la frecuencia e intensidad de estos eventos, un grupo de científicos de Grecia, Estados Unidos, Países Bajos, Alemania y Reino Unido han colaborado en el análisis del histórico de datos y modelos computaciones. Los expertos compararon el clima actual, tras un calentamiento global de aproximadamente 1,2 ºC desde finales del siglo XIX, con el clima del pasado.
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"El Mediterráneo es un punto caliente de peligros alimentados por el cambio climático”, explica Friederike Otto, profesora de Ciencias del Clima en el Instituto Grantham de Cambio Climático y Medio Ambiente del Imperial College de Londres y coautora del estudio. Y aludiendo a las situaciones sobrevenidas de incendios y olas de calor, admite que “cuantificar la contribución del calentamiento global a las inundaciones resultó más difícil”.
Más intensas y frecuentes
"Una atmósfera más cálida puede retener más humedad. Por lo tanto, los fenómenos de precipitación —con lluvia, nieve o granizo— en un clima más cálido son más intensos y pueden provocar más inundaciones", afirmó Stefan Uhlenbrook, director de Hidrología y Criosfera de la OMM, la semana pasada a través de un comunicado.
Y señaló que más del 80% de la humedad de las nubes procede de los océanos. "Esto significa que unos océanos cada vez más calientes avivarán aún más las tormentas". Según el Instituto de Investigaciones Marinas del CSIC, el Mediterráneo (y el Atlántico) batieron en la última semana de julio sus récords de temperatura máxima medida, alcanzando una media de 28,71 °C.
Tal como advierte Uhlenbrrok, las temperaturas de la superficie del mar superiores a 26 °C pueden potenciar y alimentar esas tormentas después de que se desarrollen. Según los datos de la Organización Meteorológica Mundial, las aguas de la costa de Libia llegaron a superar los 27,5 °C.
"El agua más caliente no sólo alimenta esas tormentas en términos de intensidad de las precipitaciones; también las hace más feroces", declaró a Science Media Centre Karsten Haustein, científico del clima de la Universidad de Leipzig.
Vulnerables a las inundaciones
"Esta devastadora catástrofe muestra cómo los fenómenos meteorológicos extremos provocados por el cambio climático se combinan con factores humanos para crear impactos aún mayores", señala Julie Arrighi, directora del Centro del Clima de la Cruz Roja y la Media Luna Roja. Donde más se notó esto fue en Libia, donde una combinación de factores convirtió la devastación de un temporal inusual en un desastre humanitario.
La tormenta Daniel, el último ejemplo de huracán en el Mediterráneo (o Medicane), alcanzó el norte del país norteafricano. "Las intensas lluvias fueron causadas directamente por las cálidas aguas del mar Mediterráneo, y dieron lugar a totales de precipitaciones de más de 400 mm Libia", señala Nadia Bloemendaal, profesora de Riesgos Meteorológicos Extremos en el Instituto de Estudios Medioambientales y el Real Instituto Meteorológico de los Países Bajos.
Según los datos del último recuento realizado el sábado, se han confirmado unas 4.000 muertes. El elevado número de muertos, según los datos de la base de datos mundial sobre desastres naturales y tecnológicos EM-DAT, convierten a la tormenta Daniel en el episodio meteorológico más mortífero en África desde 1900.
Tal como detalla Bloemendaal, en Derna, la ciudad más afectada de las siete que experimentaron las terribles precipitaciones, el fuerte temporal, el colapso de dos presas y la mala planificación urbana provocó que muchas casas y apartamentos colapsaran.
Un factor adicional, y que explica también alguno de los ya mencionados, tiene que ver con las condiciones económicas y políticas del país. "Son muy deficientes", señala Bloemendaal, lo que provoca que sea muy complicado "proporcionar sistemas adecuados de alerta temprana de inundaciones".