Europa es el continente que más rápido se está calentando, el doble que el promedio mundial desde la década de 1980. El pico de ese calor imparable se alcanzó el último año, cuando gran parte de la región se sumió en temperaturas extremas y una sequía que aún perdura en países como España. Se alcanzó un récord muy peligroso: en 2022, llegamos a un aumento de 2,3 grados por encima de la media preindustrial (1850-1900). Es decir, excedimos el límite seguro que se marcó en 2015 en el Acuerdo de París.
Son datos que revela ahora la segunda edición del informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) sobre el Estado del Clima en Europa. El documento, elaborado conjuntamente con el Servicio de Cambio Climático Copernicus de la Unión Europea, pone de relieve cómo el cambio climático está dejando cicatrices importantes en el continente. No obstante, se empiezan a cumplir los deberes con respecto a abandonar la dependencia de los combustibles fósiles más contaminantes.
De acuerdo con el informe de la agencia de Naciones Unidas, Europa se está poniendo las pilas, y es que, por primera vez, la energía producida a partir de las renovables superó a la generada por los combustibles fósiles. Entre la eólica y la solar produjeron el 22,3% de la electricidad de la UE en 2022, frente al gas fósil, que alcanzó un 20%, y al carbón, en un 16%.
La guerra de Ucrania lo ha acelerado todo, pero sobre todo la necesidad de impulsar la independencia de los combustibles fósiles que obteníamos de países como Rusia. En este sentido, hace unos meses la UE debatió un nuevo reglamento para darle el espaldarazo definitivo a las energías renovables.
La normativa propuso sobre todo medidas para simplificar los procedimientos administrativos para la concesión de autorizaciones a proyectos de energías renovables. Como señalaron desde Bruselas, se calcula que, entre 2021 y 2025, un total de 38 gigavatios de capacidad eólica terrestre llegarán al final de su vida útil normal de 20 años. Esto “daría lugar a una reducción sustancial de la capacidad de energía renovable actualmente instalada” y “complicaría aún más la situación del mercado de la energía”.
Pues bien, según el informe de la OMM, la producción de energía solar ha estado encabezada por los países del sur de Europa. Reciben una mayor radiación solar superficial por la posición en la que se encuentran y por tener una menor cobertura de nubes. Así, durante el período de 30 años de 1991 a 2020, la radiación ha aumentado en esa zona.
En el informe anual de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) y Photovoltaic Power Systems Programme, España alcanza la mayor penetración de la energía solar. Era de un 19,1%, casi dos puntos por encima de otros países como Grecia, en la segunda posición.
Por su parte, la energía eólica encuentra su oasis en el océano y, más concretamente, frente a las costas de Irlanda y Portugal y en el mar Egeo. No obstante, hay que recordar que la energía solar y eólica tienden a complementarse durante todo el año: la radiación solar es mayor en la mitad del año en verano, mientras que la intensidad del viento suele ser mayor en invierno.
Como comenta Petteri Taalas, secretario general de la OMM, "el aumento del uso de fuentes de energía renovables y bajas en carbono es crucial para reducir la dependencia de los combustibles fósiles". Y aún queda camino por delante, porque la UE se ha comprometido a aumentar la producción de energía renovable hasta al menos el 42,5 % del consumo total para 2030, casi el doble de los niveles de 2019. Eso en un contexto en el que, debido a la variabilidad climática, aspectos como la demanda de energía también se verán alteradas y, posiblemente, incrementadas.
Problemas con la nuclear
Como se pudo conocer hace un año, con 50 votos, el Parlamento Europeo respaldó la decisión de incluir la energía nuclear dentro de la taxonomía verde. Es decir, se considera no contaminante. Más allá del debate que pueda formarse al respecto, el informe detalla algunos problemas con las plantas nucleares.
Como recoge, a nivel mundial, las interrupciones de las operaciones de energía nuclear debido a condiciones climáticas adversas han aumentado en las últimas tres décadas, aunque todavía representan una parte muy pequeña de las totales.
Según los datos recopilados, en 2021, las pérdidas de producción relacionadas con el clima reportadas representaron aproximadamente el 0,33 % de la generación mundial de energía nuclear. Entre las causas principales están los caudales bajos de los ríos y el aumento de las temperaturas y los extremos de calor.
Por ejemplo, hace un año, el calor y la sequía, que golpearon con fuerza a Francia, también atacaron al sector energético. Los reactores de sus plantas nucleares —responsables del 70% de la electricidad del país— no eran capaces de enfriarse, así que el país galo tuvo que ralentizar su actividad de manera temporal para evitar verter agua demasiado caliente en los ríos.
No obstante, y de manera excepcional, se otorgaron exenciones durante este mes a cinco de las centrales nucleares para verter este agua caliente por encima del umbral “por necesidad pública”. Y es que, por aquel entonces, nuestros vecinos franceses afrontaban precios de la energía superiores a 600 euros el megavatio hora.
Los escenarios climáticos a medio y largo plazo son, por tanto, algo que hay que tener muy en cuenta, sobre todo porque se prevé que empeoren. Sin ir más lejos, en el sur de Europa se podrían experimentar algunos de los mayores aumentos porcentuales globales en temperaturas extremas superiores a 40 °C y en el número de días secos consecutivos.
Este resultado, como apunta el informe de la OMM, y particularmente para los sitios de plantas nucleares potenciales en el sur de Europa, subraya la necesidad de establecer disposiciones de adaptación asociadas con revisiones estrictas de seguridad si se toma la decisión de que las plantas deben continuar operando.
Europa vivió su verano más cálido
Varios países, incluidos Bélgica, Francia, Alemania, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Portugal, España, Suiza y el Reino Unido, tuvieron el año más cálido registrado en 2022. De hecho, según el informe, la temperatura media del continente estuvo entre la segunda y la cuarta más alta registrada, con una anomalía de aproximadamente 0,79 °C por encima del promedio de 1991-2020.
Unas temperaturas que también se han contagiado a los mares. Las alcanzadas en la zona del Atlántico Norte fueron las más altas registradas y gran parte de los mares de la región se vieron afectados por olas de calor marinas intensas o incluso graves y extremas. Una problemática que provoca la migración de especies y extinciones masivas, la llegada de especies invasoras y la alteración de los ecosistemas y la biodiversidad.
Las tasas de calentamiento de la superficie de los océanos, particularmente en el este del mar Mediterráneo, los mares Báltico y Negro y el sur del Ártico, fueron más de tres veces el promedio mundial. De hecho, en lo que tiene que ver con España, y según publicó la Agencia Estatal de Meteorología, la temperatura que alcanzaron las aguas circundantes a la Península Ibérica alcanzaron sus mayores temperaturas desde 1940.
A este calor extremo se le unieron unas precipitaciones por debajo del promedio en gran parte de la región. De hecho, fue el cuarto año seco consecutivo en la Península Ibérica y el tercer año seco consecutivo en las regiones montañosas de los Alpes y los Pirineos. Destacan la situación de las reservas de agua en España, que se redujo hasta el 41,9% de su capacidad total el 26 de julio, con una capacidad aún menor en algunas cuencas.
Por su parte, los glaciares de Europa perdieron un volumen de unos 880 km 3 de hielo entre 1997 y 2022. Los Alpes fueron los más afectados, con una reducción media del espesor del hielo de 34 metros. En 2022, los glaciares de los Alpes europeos experimentaron una nueva pérdida de masa récord en un solo año, causada por cantidades muy bajas de nieve en invierno, un verano muy cálido y la deposición de polvo del Sahara.
La capa de hielo de Groenlandia también perdió 5.362 ± 527 Gt de hielo entre 1972 y 2021, lo que contribuyó con alrededor de 14,9 mm al aumento medio global del nivel del mar. Continuó perdiendo masa durante 2022, según evaluaciones científicas.