El campo ya no se puede trabajar de la misma forma. Multitud de agricultores llevan observando en los últimos años cómo sus cultivos no rinden igual y cómo el clima les obliga a dar por perdidas más cosechas. El tiempo está cambiando y ya pone contra las cuerdas a sectores como el de la agricultura, que miran al cielo esperando una estabilidad climática cada vez menos habitual.
En el contexto del inicio de la cumbre del clima en Egipto (COP27), los ruegos del sector no se han hecho esperar. Más de 70 organizaciones internacionales, en representación de más de 350 millones de pequeños productores, han publicado una carta abierta en la que piden ayuda a los líderes mundiales.
“El aumento del hambre durante el último año ha expuesto la fragilidad del sistema alimentario mundial. Es altamente vulnerable a los impactos, ya sean ocasionados por el Covid, los conflictos o el cambio climático, y no está preparado para un mundo donde el calor extremo, la sequía y las inundaciones son la nueva normalidad”, denuncian.
Aseguran que, por la senda actual, la seguridad alimentaria global está en riesgo, a menos que los Gobiernos proporcionen financiación para la adaptación a los productores de pequeña escala y promuevan un cambio hacia una agricultura más diversa y con baja demanda de recursos.
El sistema alimentario global no está bien preparado para lidiar con el impacto del cambio climático, incluso si limitamos el calentamiento global a 1,5 °C, señalan. Por este motivo, recuerdan que "desarrollar un sistema alimentario que pueda alimentar a todo el mundo en un planeta con cada vez más temperatura" debe ser una prioridad para la COP27.
Aunque aún no existe una escasez global de alimentos, sí que se puede constatar una crisis a este respecto, y se puede percibir en los precios que estamos asumiendo en supermercados y restaurantes. Las sequías extremas, las inundaciones y el calor han perjudicado las cosechas de todo el mundo y los científicos advierten que ha aumentado el riesgo de que ocurran fallos simultáneos en los cultivos de los principales graneros del mundo.
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Como publicamos en EL ESPAÑOL, a lo que llevan las temperaturas extremas como las que hemos vivido este verano es a una inhibición del crecimiento de cualquier cultivo, a la vez que provocan la proliferación de malas hierbas y plagas.
Según Rosa Rivero, investigadora científica en el Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura (CEBAS-CSIC), “si hay alguna actividad productiva que dependa directamente del clima y de su variabilidad, esta es sin duda la agricultura”. Cuando estas temperaturas se producen de manera temprana e intensa, como ha ocurrido este año en gran parte del mundo, esa situación “conlleva a un aborto de las flores, con lo cual la producción final se ve seriamente dañada”, aseguraba Rivero. Todo está conectado.
Pero es que, además, en un contexto de cambio climático, se corre el riesgo de que esto último se solape con olas de calor intensas y duraderas en el tiempo y con la necesidad por parte de los agricultores de tener que regar con aguas de muy baja calidad (salinas) por escasez o por no tener acceso a otro tipo de recurso. “El efecto sobre la producción final de nuestras cosechas es absolutamente catastrófico”, apuntaba la experta.
Por este motivo, y en el contexto de la COP27, los agricultores y pequeños productores piden “un impulso masivo” a la financiación climática del sector. Sobre todo, para que estos trabajadores tengan la información, los recursos y la formación necesarios para poder seguir alimentando a las próximas generaciones.
“Somos fundamentales para lograr la seguridad alimentaria global”, recuerdan. Ahora mismo, los pequeños productores, entre los que también se encuentran pescadores, pastores y productores forestales, generan el 80% de los alimentos que se consumen en regiones como Asia o África subsahariana.
“Sin embargo, décadas de desinversión y un sistema alimentario mundial desigual dirigido por y para poderosas compañías agrarias se traducen en falta de infraestructura, tecnología, recursos y espacio democrático para lidiar con un clima cada vez más extremo y errático”, denuncian los trabajadores en la carta publicada hoy.
Un cambio de enfoque
Aseguran que el conocimiento que hemos acumulado a lo largo de generaciones y la conclusión del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático es que la diversidad es la clave. Es decir, a su juicio, se necesita desarrollar una mayor variedad de cultivos locales, cultivos mixtos, ganado, silvicultura y pesqueras, reducir el uso de productos químicos y crear vínculos sólidos con los mercados locales.
Al final todo tiene que ver con un cambio de enfoque, de ver los manejos para regenerar el suelo y recuperar fertilidad, además de la adaptación de los cultivos al clima. La idea que proponen los científicos es avanzar hacia un concepto agroecológico. Esto es aplicando estrategias para reducir la evapotranspiración, generalizar los policultivos o integrar sectores como la ganadería y la agricultura.
Para las organizaciones demandantes esto debe convertirse en una prioridad de la agenda política. Esto “significa reenfocar los 611.000 millones de dólares que se gastan en subsidios para la producción de alimentos cada año, muchos de los cuales están dirigidos a agricultura industrial que es perjudicial para las personas y el medio ambiente”.
En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre de Glasgow en 2021, los países desarrollados económicamente acordaron duplicar la financiación general para la adaptación y así llegar a 40.000 millones de dólares por año hasta 2025, lo cual representa solamente una parte de lo que se necesita.
Además, insisten en que ese cambio de enfoque debe incluir también hacer frente a “injusticias y desigualdades históricas” del sistema alimentario, como la concentración de la propiedad de la tierra que está empujando a los agricultores a parcelas de tierra cada vez más pequeñas, o incluso forzándolos a abandonarlas por completo; y la discriminación que sufren las mujeres, quienes representan más de la mitad de los agricultores, pero poseen menos del 20% de toda la tierra.
Hacen un llamamiento a “dejar atrás la agricultura industrial”, porque esto también “ayudará a reducir las emisiones” de gases de efecto invernadero a la atmósfera. Un reto que se debe acometer lo antes posible ante las dificultades climáticas que está creando el calentamiento global.
“El sistema alimentario actual es responsable del 34 % de los gases de efecto invernadero y está impulsando una crisis que podría ocasionar que casi un tercio de la tierra agrícola no pueda usarse para la producción de alimentos para fines del siglo”, recuerdan. Por este motivo, subrayan la urgencia de que se tenga en cuenta durante las actuales negociaciones climáticas.
En su carta concluyen: “Cuando se reúnan en Egipto, nuestro mensaje es simple. Aprendan las lecciones del 2022. Escuchen a los 350 millones de agricultores y productores a pequeña escala que conforman nuestras redes. Trabajen con nosotros para sentar las bases para un sistema alimentario más sólido que alimente a las próximas generaciones”.