El Parlamento Europeo se ha reunido esta semana en sesión plenaria para abordar una de las cuestiones que más preocupa. La presencia de Contaminantes Orgánicos Persistentes (COP) en los productos que consumimos y manejamos habitualmente están suponiendo un verdadero problema, y no sólo para el medioambiente, sino también –y sobre todo– para la salud pública.
Entre estos químicos eternos están los que se conocen como PFAS: sustancias de perfluoroalquilo y polifluoroalquilo potencialmente dañinas y peligrosas que están presentes en muchos productos de consumo diario; en particular, en los de los niños. Así lo ha dado a conocer un estudio publicado recientemente en Environmental Science & Technology por la Sociedad Química Americana.
Los investigadores ponen de manifiesto que, de acuerdo a sus comprobaciones, varios productos para niños anunciados como resistentes al agua o antimanchas contienen PFAS. Incluso, los artículos etiquetados como "verdes" o "no tóxicos".
La exposición a este tipo de contaminantes –ya sea por inhalación o por ingesta– se ha relacionado con una serie de problemas de salud, incluidos la disminución de la eficacia de las vacunas en los niños, el cáncer y el colesterol alto, tal y como recogen los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos.
No obstante, son pocos los estudios que han analizado las exposiciones a sustancias como las PFAS en niños y adolescentes a partir de los productos con los que interactúan. En este sentido, los investigadores analizaron qué compuestos estaban presentes, por ejemplo, en sus prendas de vestir, la ropa de cama o los muebles que se comercializan para menores.
De esta forma, encontraron que 54 de los 93 artículos encuestados contenían flúor, un indicador de PFAS. Además, un total de 19 tenían compuestos precursores que pueden transformarse en ácidos perfluoroalquilo altamente estables cuando se oxidan en el medioambiente o en el cuerpo humano. Lo que tenían en común estos productos tóxicos es que se anunciaban como repelentes de agua o antimanchas.
Muchos de los productos analizados en los que estaban presentes estos tóxicos tenían certificación ecológica e, incluso, en su etiqueta anunciaban su falta de toxicidad. Sin embargo, lejos de alarmarse, los autores del estudio reconocen que estos resultados no les han sorprendido. Muchos procesos de certificación, aseguran, no incluyen una verificación o comprobación de los PFAS.
No obstante, el hecho de que se estén comercializando estos productos con estas sustancias químicas nocivas no debería ser la norma general. Como concluyen los autores del estudio, los productos representan un uso no esencial de contaminantes. Por eso, sugieren que se eliminen para proteger la salud pública.
Los planes de la UE
Esto es precisamente lo que se ha debatido esta semana en el Parlamento Europeo. El Ejecutivo comunitario está inmerso en un proceso de reforma legislativa del reglamento sobre contaminantes persistentes, como los PFAS. Y es que el problema con estas sustancias radica en que no son biodegradables y pueden acumularse biológicamente en un organismo. Especialmente, en sus tejidos grasos.
Entre los efectos adversos que provocan a largo plazo están enfermedades como el cáncer, alteraciones en el sistema endocrino y hormonal o, también, trastornos reproductivos. De hecho, se sabe que a través de la leche materna, estos químicos que vamos acumulando a lo largo de nuestra vida en nuestro cuerpo, pasan al organismo de los más pequeños.
Por este motivo, la eliminación de estos contaminantes está siendo una de las prioridades de la Unión Europea. En la última sesión plenaria, los eurodiputados han acordado un endurecimiento de los límites a contaminantes persistentes como los PFAS.
César Luena, eurodiputado y vicepresidente de la Comisión de Medioambiente, asegura que el objetivo de esto es “proteger la salud humana y el medioambiente de los efectos adversos causados por las sustancias COP y eliminar o minimizar las emisiones de estas sustancias procedentes de los residuos”. Es decir, hay una postura clara a favor de cerrar el ciclo tóxico que viene produciéndose hasta ahora.
El Parlamento considera que los límites más estrictos impuestos ahora son “realistas”, pues tiene en cuenta los datos existentes y las posibilidades de gestión de los residuos. “Los COP pueden permanecer en el medioambiente a través de los residuos, por lo que la revisión del Reglamento de la UE es muy importante”, asegura Luena.
En suma, la adopción de límites elevados provoca contaminación por el reciclado, de tal forma que vuelven a entrar en la economía en lugar de ser eliminados. Por este motivo, los europarlamentarios han decidido reforzar lo propuesto previamente por la Comisión, conforme a la realidad del mercado y la industria, que –sin duda– se verá afectada por esta decisión.
En su intervención, Martin Hosjík, ponente del informe sobre estos químicos, aseguró que no se puede tolerar la presencia de estos contaminantes en materiales y residuos. “De lo contrario, no habrá economía circular en la UE ni textiles sostenibles, sino una economía de productos tóxicos reciclados”, puntualizó.
Considera, asimismo, que la reducción de las PFAS o las dioxinas ayudará a las empresas de la UE a ser más sostenibles y a garantizar que los ciudadanos puedan confiar en los productos reciclados y de uso diario.