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Las elecciones presidenciales de Estados Unidos están a la vuelta de la esquina. La próxima semana se celebra un combate reñido en el que se decidirá el futuro de la nación. Kamala Harris y Donald Trump se baten en un duelo cruento por los derechos de las mujeres, de las personas migrantes, de las energías renovables… y de las ambiciones climáticas del país. 

La próxima persona que se siente en el despacho oval, aunque no lo ocupe hasta enero, tendrá un inusual poder para influir sobre temas clave que marcarán los próximos años de la agenda climática global. Porque, como explica Tim G. Benton, investigador del think tank británico Chantham House, EEUU "juega un papel fundamental tanto en la creación como en la gestión del impacto de la humanidad sobre el medio ambiente". 

Por eso, dice, quien ocupe la Casa Blanca tiene "mucha relevancia para el mundo entero". Especialmente, puntualiza, "dada la urgencia de las medidas necesarias para mantener el cambio climático dentro de los límites manejables establecidos por el Acuerdo de París". 

Con la 29ª Conferencia de las Partes (COP) sobre cambio climático de Naciones Unidas, que dará comiendo en Bakú (Azerbaiyán) el próximo 11 de noviembre, cobran aún más relevancia los comicios estadounidenses. Y es que el próximo martes se decide el rumbo de la transición ecológica en uno de los países con más peso —y capacidad tractora— de la cumbre.

La sombra del escepticismo

Tal y como recuerda Benton, el manifiesto demócrata que se lanzó cuando el actual presidente, Joe Biden, aún era candidato, reconoce que "el cambio climático produce riesgos tanto globales como domésticos muy reales".

Por eso, el partido de Harris propone que la lucha contra este debe estar "en el corazón mismo del gobierno estadounidense"; también como política de liderazgo global. Además, apunta Benton, durante su discurso de presentación de su candidatura, "Kamala Harris redefinió el cambio climático como patriotismo" y como una "lucha por una serie de libertades fundamentales".

Y es que la actual vicepresidenta del país tiene claro que "la libertad de respirar aire limpio, beber agua limpia y vivir libre de la contaminación que alimenta la crisis climática" debería estar en los fundamentos de las políticas de la Casa Blanca. 

"En términos medioambientales, Harris será continuista", indica Benton. Y señala a que se trata de una candidata "pragmática", especialmente "después de cambiar de opinión sobre el fracking". Recalca que no solo "reconoce que la expansión de los combustibles fósiles ha llegado a máximo, pero que la transición energética ofrece oportunidades económicas significativas en EEUU". 

Por su parte, el think tank estadounidense Brookings insiste en que una victoria de Harris sería "mucho menos disruptiva" pues mantendría el "orden actual". Y es que, aseguran sus investigadores, lo primero que haría Donald Trump sería "salirse del orden climático internacional". 

Algo que, recuerda Benton, sigue en línea con su personaje, pues se ha "autoproclamado escéptico climático". Y alerta de que su agenda política, "de implementarse, será tendrá consecuencias extremas tanto para el medioambiente como para la manera en que se gobierne".  

Eso sí, el impacto negativo del que habla Benton no se deriva solo de los planes republicanos "para eliminar los reglamentos ambientales nacionales o retirarse del Acuerdo de París". Más bien, apunta, el golpe fatal para la naturaleza tendrá que ver con un "enfoque mucho más amplio": la manera en que Trump quiere "remodelar la economía de Estados Unidos y su papel en el mundo".

Porque el expresidente, continúa el politólogo, podría "ayudar a impulsar una nueva era de relaciones internacionales que desbarataría la gobernanza ambiental". 

El impulso climático, en jaque

Realmente, como ya ha mencionado Benton, una victoria de Kamala Harris no supondría ningún cambio sustancial en la situación actual de Estados Unidos respecto a la emergencia climática. Sin embargo, alerta, "la reelección de Trump tendría consecuencias nefastas para la agenda climática global".

Desde Brookings le dan la razón. Pues indican que, de primeras, "parece que nada podría ser más destructivo para la cooperación internacional que salir del Acuerdo de París y posiblemente abandonar la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCC), un tratado negociado por un presidente republicano a principios de los años 90 con apoyo permanente de EEUU".

Sin embargo, aseguran, "tener a la Administración de Trump formalmente en el exterior sería menos disruptivo que si los Estados Unidos se adhirieran al tratado, pero el equipo de Trump lo boicotease desde dentro". 

Para Benton, el problema está en la "regionalización, fragmentación y volatilidad" que tendrá el nuevo orden que surja tras una posible reelección del expresidente.