Las playas son el principal lugar de ocio de millones de españoles, especialmente en verano. Esta masificación no solo supone tener que llegar más pronto para poder desplegar nuestra sombrilla cómodamente, sino también un gran riesgo. El maltrato al que se ven sometidas, combinado con los impactos del cambio climático, han conseguido que la costa y las playas dejen de sonar a disfrute, y comiencen a parecer una realidad que puede desaparecer.
España puede presumir de tener casi 8.000 kilómetros de costa, que lleva décadas atrayendo a millones de turistas y aferrando a todos los que piensan en mudarse. No obstante, cada vez son más obstáculos los que nos dificultan disfrutar de este tesoro litoral y desde organizaciones ecologistas como Greenpeace cada vez son más conscientes.
Más de una decena de playas de la Comunidad Valenciana están en 'peligro de extinción', según Greenpeace. El informe Crisis a Toda Costa 2024. Análisis de la situación del litoral ante los riesgos de la emergencia climática, ha advertido que el 64,8% de las playas de la costa valenciana han visto disminuir su extensión en la última década, lo cual puede suponer su desaparición en los próximos años.
La organización ecologista alerta de que no hay región costera española que no esté expuesta a riesgos por exceso de urbanización e infraestructuras, contaminación, la construcción de barreras artificiales (como diques, espigones, paseos marítimos o puertos deportivos), el despilfarro de recursos naturales y el encauzamiento, soterramiento y desvíos de cauces fluviales.
Sin embargo, de todas ellas la costa valenciana es la más afectada. Según el análisis realizado, si no se frenan las emisiones de CO2 para 2030, el mar subirá 12 centímetros en el Golfo de Valencia, lo que supondrá que las playas pierdan una docena de metros de ancho.
Los puntos más afectados serán Moncofa, El Grao de Castellón, Nules, Xilxes y Els Estanys d’Almenara, en Castellón; Marjal dels Moros, Puçol, El Saler, L’Albufera, El Perellonet, El Perelló, Tavernes de Valldigna y Gandia, en Valencia, y en el Parque Natural de la Marjal de Pego-Oliva, Santa Pola y Torrevieja, en Alicante.
Una decena de playas valencianas en 'peligro de extinción'
Según investigaciones llevadas a cabo en las costas de España, en los últimos cinco años, el ritmo de subida del mar se ha duplicado. Aumentó a un ritmo de 1,6 milímetros por año desde 1948 hasta 2019, mientras que, desde ese año, la velocidad a la que se incrementa el nivel del mar es de 2,8 milímetros.
Este ascenso tiene muchos motivos, pero todos ellos tienen que ver con al cambio climático. Por un lado, se debe al calentamiento de las aguas, que produce su expansión térmica y el aumento de su volumen, y por otro al aumento de la masa de agua, debido al drástico deshielo de Groenlandia y la Antártida.
Aunque parezca un dato irrelevante, los expertos llevan años sugiriendo que esta subida del mar tendrá efectos graves, como el retroceso de la línea de costa y pérdida de playas, o el mayor impacto de los temporales sobre las construcciones e infraestructuras costeras.
Este ascenso del agua ejerce una presión adicional sobre las costas, erosionando progresivamente las playas y reduciendo su anchura. Las tormentas y los fenómenos meteorológicos extremos, que se han vuelto más frecuentes e intensos, también contribuyen a este proceso al remover grandes cantidades de arena y modificar el perfil de las costas.
Según la regla de Bruun, de media se estima que por cada centímetro que suba el nivel del mar, la costa retrocederá un metro, lo cual pone en punto de mira la gravedad del asunto y la necesidad de establecer un protocolo, no solo por parte de los expertos, sino también por parte de los humanos.
Y es que, además de los factores climáticos, la actividad humana ha tenido un impacto significativo en la erosión de las playas. La construcción de infraestructuras como puertos, espigones y diques ha alterado las corrientes naturales del mar, impidiendo el flujo normal de sedimentos que, en condiciones normales, contribuirían a la regeneración de las playas.
La urbanización intensiva en las zonas costeras, impulsada por el desarrollo turístico y residencial, ha reducido los espacios naturales de amortiguación y ha aumentado la presión sobre estos ecosistemas.
La entidad asegura que es urgente hacer frente a estos riesgos y apuntan que tan solo con una reducción moderada de las emisiones de gases de efecto invernadero se podría evitar el 40% del retroceso de las playas de todo el mundo.
Además, el anteproyecto de ley de Protección y Ordenación de la Costa Valenciana plantea acabar con la protección de las 7.500 hectáreas de costa que todavía permanecían sin urbanizar y rebajar de 1.000 a 500 metros la distancia a la línea de costa de la construcción de viviendas.