Dos jóvenes de Woodlands, Texas, Victoria Ou y Justin Huang, ambos de 17 años, se han hecho con el primer premio en la categoría de Ciencias de la Tierra y el Medio Ambiente en la Feria Internacional de Ciencia e Ingeniería Regeneron (ISEF). Lo han hecho gracias a su último proyecto destinado a solucionar uno de los mayores problemas ambientales de nuestro tiempo: la contaminación por microplásticos.
Se trata de unas diminutas partículas de plástico, generalmente de menos de cinco milímetros de diámetro, que surgen principalmente de la descomposición de objetos plásticos más grandes y del desgaste de productos sintéticos.
Estos fragmentos pueden ser tan pequeños que resultan invisibles a simple vista, pero su impacto es enorme y devastador. Se encuentran en todas partes: en los océanos, en la nieve de las montañas, en el polvo de los hogares e, incluso, en los alimentos y el agua que consumimos.
Aunque se desconoce la cantidad exacta de plástico en los mares, desde Greenpeace, se estima que hay entre 5-50 billones de fragmentos, sin incluir los presentes en el fondo marino o en las playas. Además, señalan que el 70% de este material se queda en el fondo marino, el 15% en la columna de agua y, el resto, otro 15% es el que vemos en la superficie.
De seguir por el mismo camino, en el 2025 habrá una tonelada de plástico por cada tres toneladas de peces y, en el año 2050, habrá más plástico que peces en el océano, según indica un informe de 2018 de la Fundación Ellen MacArthur.
La problemática de los microplásticos
La presencia de microplásticos en el medioambiente plantea serios riesgos, tanto para la salud como para el ecosistema. Estudios recientes de WWF han revelado que las personas ingieren e inhalan, aproximadamente, cinco gramos de plástico cada semana, es decir, el equivalente al peso de una tarjeta de crédito.
Estas partículas pueden acumularse en el cuerpo, llegando a los pulmones, la sangre, la leche materna o los testículos, siendo la causa de problemas futuros como la fertilidad, el cáncer, alteraciones hormonales y problemas de desarrollo.
Las cifras son alarmantes. De los 5-50 billones de fragmentos que se estima que hay en el mar, de ser una masa combinada, podría llegar hasta las 236.000 toneladas. De ellas, 1.500 toneladas se encuentran en los ríos españoles en su camino a las desembocaduras en los mares.
La propuesta de Ou y Huang
En este cruel panorama, la invención de los estadounidenses Ou y Huang brinda una luz de esperanza. Su dispositivo utiliza ondas sonoras ultrasónicas para eliminar los microplásticos del agua y, según indicaron las primeras pruebas de laboratorio, este sistema conseguía eliminar entre el 84 y el 94% de las partículas en una sola pasada. Ahora, en una nueva configuración, han logrado aumentar la eficiencia entre el 94 y el 96%.
Todo comenzó con una visita a una planta de tratamiento de agua, donde los jóvenes descubrieron que los sistemas existentes no eran efectivos en la filtración de los microplásticos.
De este modo, inspirados para encontrar una solución, tomaron la decisión de adentrarse en el desarrollo de un dispositivo que, a partir de transductores eléctricos, generan ondas sonoras que crean presión, empujando estas partículas hacia atrás mientras permiten que el agua sigua su camino.
"Queríamos encontrar una solución a esto porque las alternativas actuales no son realmente efectivas", comentaba Justin Huang en declaraciones a Business Insider. "Este es el primer año que hacemos esto. Si pudiéramos refinarlo, realmente podríamos mejorar nuestro dispositivo y prepararlo para la fabricación a gran escala", añadía.
Un proyecto ganador
A través de este innovador proyecto, y su consecuente presentación en la ISEF, los jóvenes han conseguido alzarse como ganadores en la categoría de Ciencias de la Tierra y el Medio Ambiente.
Pero la cosa no se quedó ahí y fueron un paso más allá, siendo merecedores del Premio Gordon E. Moore por Resultados Positivos para Generaciones Futuras, con un galardón de 50.000 dólares. Unos fondos con los que esperan continuar desarrollando y mejorando su dispositivo con la esperanza de que, en un futuro —no muy lejano—, pueda ser utilizado en plantas de tratamiento de aguas residuales, instalaciones industriales e, incluso, electrodomésticos del hogar.
"Esto es algo con lo que he soñado toda mi vida, así que todavía me estoy pellizcando tratando de descubrir si es real o no", confesaba emocionada la joven.