Los suplementos alimenticios están de moda. Tanto que, ya en 2021, un estudio de Fundación MAPFRE y la Academia Española de Nutrición y Dietética (AEND) alertaba de cómo “un 75% de los españoles toma algún suplemento alimenticio”. Y añadía que “la mayoría sin prescripción”.
Según Alfonso Carabel, nutricionista deportivo de Olympia, dentro de estos datos de consumo de suplementos habría dos motivos principales: “Para prevenir o recuperarse de un déficit nutricional o como ayuda ergogénica a nivel deportivo”. Y matiza que una sustancia se considera ergogénica cuando “incrementa nuestro rendimiento” físico.
El problema aparece, añade Belén Fontán, nutricionista del Hospital Universitario Ruber Juan Bravo, cuando las personas que toman estos suplementos no los necesitan. Pues, indica, “una dieta variada y equilibrada, conseguiría reunir micronutrientes y macronutrientes suficientes y la suplementación no sería necesaria”. Aunque, reconocen tanto Carabel como Fontán, actualmente abundan las dietas con carencias nutricionales debido, en la mayoría de los casos, “al ritmo de vida que llevamos”.
Eso sí, recuerda que “nuestro cuerpo absorbe mejor los nutrientes de los alimentos que de los suplementos”. Por tanto, es vital “priorizar la dieta a la suplementación”. Aunque Fontán insiste en que “los suplementos alimenticios deben incluirse siempre y cuando la alimentación del individuo no pueda satisfacer los requerimientos nutricionales necesarios para un estado de salud óptimo”.
Sucede lo mismo, dice, ante determinadas enfermedades que generan —ya sea la propia patología como su tratamiento— una “carencia de nutrientes”. La nutricionista pone como ejemplo la osteoporosis: un paciente con esta dolencia necesitaría complementar su dieta con calcio y vitamina D. También lo necesitarían aquellas personas que acuden al especialista para perder grasa o ganar masa muscular.
Carabel añade que se pueden dar “situaciones estresantes” para nuestro cuerpo que pueden “generar un déficit”, como el deporte con “exigencia muy alta”. El nutricionista deportivo señala que en este caso se produce un “gran desgaste” que lleva de la mano “unos requerimientos nutricionales muy altos”.
Además, hay momentos vitales en los que, dicen los dos expertos, es fundamental la suplementación. El embarazo y la lactancia sería un caso claro. En ese momento, explica Fontán, “es importante suplementar, ya que los requerimientos de la madre para poder llevar a cabo una gestación sana varían y las carencias de algunos nutrientes como el ácido fólico pueden ser graves y repercutir en la salud fetal”.
¿Suplementación o sobresuplementación?
Fontán explica que “una persona estará sobresuplementada cuando la ingesta de suplementos está por encima de los requerimientos nutricionales que necesita”. Por ejemplo, si tiene la vitamina D “en rango” y sigue con el tratamiento vía oral.
Aunque, indica, también puede considerarse “suplementación en exceso” cuando el complemento alimenticio que se toma no está aportando ningún beneficio al individuo. Y lo ejemplifica con el caso de una persona que sigue una dieta con una “adecuada ingesta proteica”, pero que, pese a ello, “toma batidos de proteína”.
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La clave para descubrir si un paciente está o no sobresuplementado, dice Carabel, estaría en las analíticas. “En ellas podemos ver exceso de vitaminas o minerales con facilidad”, indica. Lo que sí reconoce que es complicado es “saber si un suplemento o su dosis está afectando negativamente al rendimiento”. Aunque, admite, “lo que sí puede generar es cierta dependencia”.
Este nutricionista deportivo explica que “hay personas que se han acostumbrado a entrenar con estimulantes o con hidratos de carbono independientemente de la intensidad que se busque”. Esto, aclara, “puede generar una dependencia de esa sustancia, aunque no haya una necesidad real para el objetivo de ese entrenamiento”.
Los riesgos de la sobresuplementación
Para Fontán, la suplementación dependerá del tipo de ejercicio físico o deporte que se practique. “Si estas variables no se controlan en un deportista, el rendimiento de este puede verse afectado de forma negativa”, matiza. Porque, añade, por un lado, “las expectativas del individuo no se van a alcanzar” y, por otro, “cuando los suplementos no son necesarios pueden provocar fatiga, falta de apetito, cansancio, daño orgánico…”.
De ahí que Carabel ponga el foco en la “posible caída en el rendimiento” si se consumen suplementos en exceso y, de golpe, se retiran de la dieta. Esto, alerta, “puede mermar el rendimiento del atleta”.
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Fontán, además, recuerda que estas prácticas mejoran el rendimiento en “un momento concreto”, pero “suplementarse durante mucho tiempo podría causar efectos nocivos fisiológicamente, sobre todo cuando esta es innecesaria”. Los riesgos que supone, aclara, tienen que ver sobre todo con el hígado (hepáticos) y con los riñones (renales) por “la sobrecarga que puede causar una suplementación crónica en estos órganos”.
La nutricionista también alerta sobre la adicción que algunos suplementos pueden provocar. Sería el caso de las sustancias estimulantes, que “pueden conllevar problemas a nivel psicológico como la ansiedad, el insomnio y la depresión”.
Los suplementos más comunes
Ambos expertos destacan los siguientes suplementos entre los más consumidos en la actualidad:
Complejos multivitamínicos. Especialmente, indica Fontán, en “periodos de mayor cansancio o astenia”.
Vitamina C y D.
Suplementos para dormir.
Minerales. Como el magnesio, el hierro o el zinc.
Proteína en polvo o de suero de leche. Fontán indica que son los más utilizados por los “deportistas amateurs” para “ganar masa muscular y mejorar su resistencia física”.
Hidratos de carbono intraentrenamiento. Estos, explica Carabel, se suelen consumir en formato gel o barrita.
Creatina. “Para aumentar la fuerza”, indica Carabel.
Estimulantes. Como, por ejemplo, la cafeína.
Los esteroides no son suplementos
Algo que los dos nutricionistas recalcan es que los esteroides no son un tipo de suplemento. Si no “versiones sintéticas de hormonas sexuales como la testosterona”, matiza Carabel. Y clarifica: “Su uso, ilegal en ámbito deportivo, aumenta el desarrollo de fuerza y de masa muscular”.
Fontán, además, añade que su consumo fomenta la aparición de problemas a nivel cardiovascular, desde una tensión arterial descontrolada hasta ataques cardiacos, daño de órganos como el hígado y el riñón, y de problemas de crecimiento hasta acné.
Destaca, dice, que “emplear esteroides como suplementación deportiva se ha asociado a problemas de conducta (incremento de la agresividad) e incluso se describen trastornos de conducta grave”.