Si la temperatura global sube 2 °C por encima de la era preindustrial, "el 90% de los viñedos tradicionales de España, Italia, Grecia y el sur de California dejará de producir uva de calidad en unas condiciones económicamente sostenible para finales de siglo". Es decir, las sequías, las olas de calor cada vez más frecuentes y otros fenómenos meteorológicos extremos, como las lluvias torrenciales o las granizadas, podrían acabar con ese vino por el que son famosas estas regiones.
Así de contundente es un estudio publicado por el Instituto Nacional para la Investigación Agronómica (INRAE) francés a principios de semana. Sus autores, Nathalie Ollat, del INRAE, y Cornelis Van Leeuwen, profesor en la escuela de agrónomos Bordeaux Sciences Agro, aseguran que "en una escala global, el cambio climático podría reducir los suelos cultivables en las actuales regiones vinícolas e incrementarlo en otras".
El motivo, dicen, es claro: las regiones productoras de vino están situadas principalmente en latitudes medias en las que "el clima es lo suficientemente cálido como para madurar la uva, pero sin un calor excesivo", a la par que "relativamente áridas para evitar la presencia de determinadas enfermedades". Sin embargo, el aumento de las temperaturas, como consecuencia del cambio climático, acelera el desarrollo de las viñas y madura "demasiado rápido" sus frutos en verano.
De ahí, aluden los investigadores, que la vendimia hoy en día tengan lugar "entre dos y tres semanas antes que hace 40 años". Esto, provoca cambios en los tipos de vinos que se producen con esas uvas. "El aumento de temperatura, por ejemplo, cambia la manera en que sabe el vino si la uva pierde acidez, pero también aumenta el alcohol que contiene y modifica su aroma", escriben los autores.
Pero la sequía o los fenómenos meteorológicos extremos no son los únicos desafíos a los que se enfrentan las vides de la cuenca Mediterránea o de California. El aumento de la temperatura media mundial, dicen Ollar y Van Leeuwen, también traerá "nuevas enfermedades y plagas". Algo que impactará directamente en los cultivos.
"Los viñedos pueden aguantar un calentamiento por debajo de los 2 °C gracias a las variedades de uva resistentes a la sequía y a la adopción de métodos de gestión de los suelos y del agua adecuados", explica el estudio. Y recuerda que las estrategias de adaptación dependerán "profundamente" de las condiciones locales y "solo merecerán la pena si pueden asegurar la viabilidad económica de la producción".
Malo para unos, bueno para otros
Eso sí, lo que para unas zonas sería una tragedia, abriría una ventana de oportunidad para otras. Ollar y Van Leeuwen aseguran que "unas temperaturas más altas mejorarían la idoneidad de otras regiones para producir vinos de calidad".
Según los autores del texto, el norte de Francia, los estados de Washington y Oregón en EEUU, la Columbia británica de Canadá y Tasmania en Australia podrían ver sus viñedos convertidos en los principales productores del mundo. Es más, aseguran que podrían aparecer incluso nuevas áreas vinícolas en lugares como Bélgica, Países Bajos o Dinamarca.
La metodología del estudio
Las uvas cultivadas para producir vino son, como deja claro el estudio, muy sensibles a las condiciones climáticas. Los efectos del calentamiento global empiezan a ser ya visibles en los cultivos actuales. Y precisamente por eso, Ollar y Van Leeuwen decidieron aunar conocimiento y experiencia para realizar este "concienciudo" análisis de la literatura científica.
Para llegar a las conclusiones que recogen en su texto, revisaron más de 250 publicaciones que se han realizado en los últimos 20 años. Con su análisis, han establecido un mapa global de las potenciales amenazas y beneficios que la crisis climática aportará al mundo del vino.
Además, como parte de su estudio, establecieron los efectos que tendrán en la producción de vino los cambios en la temperatura, pero también en las precipitaciones, la humedad, la radiación o el CO2.