En noviembre de 2022, los emisarios reunidos en Sharm el-Sheij para la cumbre anual sobre el cambio climático convinieron celebrar la próxima cita en Emiratos Árabes Unidos (EAU). ¿Qué podría implicar que un petroestado ostentara la presidencia de una cumbre que era llamada a ser clave para la humanidad?
Cuando unos meses después, en enero de 2023, se anunciaba que el presidente del encuentro de líderes mundiales sería el ministro de Industria emiratí, Sultan Al Jaber, el ambiente empezó a caldearse. La batuta de la COP28 la llevaría —y la ha llevado— el también presidente de la Abu Dhabi National Oil Company (Adnoc), una de las principales petroleras del país del golfo. Por aquel entonces, la directora ejecutiva de Climate Action Network International (CAN), Tasneem Essop, aseguraba que no podía “presidir un proceso en el que se ataja la crisis climático dirigiendo una empresa responsable de dicha crisis".
Hace un año, Essop era tajante: se corría el riesgo de que "una petrolera nacional de un petroestado” secuestrase “en toda regla las conversaciones climáticas de Naciones Unidas". Ese secuestro, vistos los resultados de la COP28, se produjo a medias. Pero ahora, con la atención puesta en la próxima cumbre del clima, la número 29, cabe preguntarse si los señores del petróleo serán los que marquen el rumbo de las ambiciones climáticas.
La próxima cita de Naciones Unidas sobre cambio climático tendrá lugar en 2024 en Azerbaiyán. País que no deja de ser el mayor socio de la Unión Europea de gas y petróleo por tubo.
Como ya explicamos en ENCLAVE ODS, algunos delegados de la COP28 expresaron su preocupación por la celebración de las negociaciones mundiales sobre el clima en otro país productor de petróleo. Muchos de ellos aún tienen en mente las desafortunadas palabras de Al Jaber sobre “volver a las cavernas” si se eliminan los combustibles fósiles. O su papel central en, presuntamente, propiciar un marco en el que sancionar acuerdos para la producción de combustibles fósiles durante la cita climática.
Sin embargo, Emiratos no ha sido el primer país productor de combustibles fósiles que acoge una COP. Catar, rico en gas natural, acogió la COP18 en 2012. Además, la cumbre se ha celebrado tres veces en Polonia, país rico en carbón. Y, probablemente, Azerbaiyán no sea el último.
“Todos somos petroestados”
Algo que, como explica a ENCLAVE ODS el exeurodiputado Florent Marcellesi, coportavoz de Verdes Equo y miembro de la ejecutiva estatal de Sumar, no nos debería extrañar. Este veterano de las cumbres del clima recuerda que, a fin de cuentas, “todos somos petroestados”, ya sea en calidad de productores o consumidores.
Por ello, Marcellesi lamenta la “hipocresía” de los países europeos y, en general, “del norte global” respecto a las críticas a que Estados como Emiratos Árabes Unidos se encarguen de una COP. Y recuerda que los denominados petroestados también están en su derecho de acoger cumbres del clima como cualquier país, pues “forman parte de la comunidad internacional, como los demás”.
[Rusia y los países de Europa del Este dan luz verde a Azerbaiyán en la carrera para acoger la COP29]
Eso sí, el antiguo eurodiputado español insiste en un matiz: Emiratos en 2023, Azerbaiyán en 2024 o Brasil en 2025 —como ya lo hicieron Egipto en 2022, Reino Unido en 2021 o Madrid y Chile en 2019, y así hasta los inicios de esta cita, en 1995— acogen las COP, no organizan. Eso, en realidad, lo hace la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC, por sus siglas en inglés). Por tanto, los anfitriones tienen un margen de maniobra limitado, para bien y para mal.
La COP ‘histórica’ del gigante fósil
Lo que sí pueden propiciar es un marco más o menos ambicioso para las negociaciones que sucedan en su país. Pero los acuerdos que culminan las cumbres del clima son solo un primer paso. “Hay que ver que pasa durante los meses y años siguientes”, confirma Marcellesi.
Sobre la COP28, celebrada en Dubái el pasado diciembre, Marta Torres, investigadora en el IDDRI, un think tank internacional que trabaja sobre cuestiones de desarrollo sostenible y miembro del panel de expertos en cambio climático de Cataluña, coincide con Marcellesi: "Si vemos cambios significativos en los patrones de inversión en la economía fósil estos próximos 2-3 años, habrá cumplido con su papel".
Porque, aunque no pueda considerarse como una cumbre histórica, matiza Marcellesi, su acuerdo final sí está “en sintonía” con el de París, que supuso “un punto de inflexión” en las ambiciones climáticas de los países. Las oenegés y el activismo climático han ganado, en Dubái, una batalla, pues “se menciona por primera vez en un acuerdo internacional climático que tenemos que salir de los combustibles fósiles”. Algo que hasta 2023, en Emiratos Árabes Unidos, no se ha explicitado en ningún texto final de ninguna COP.
[La COP28 aprueba un acuerdo que promete por primera vez abandonar los combustibles fósiles]
Por consiguiente, Marcellesi proclama que “podríamos estar ante un punto de inflexión que marque el fin de la era de los de los fósiles”. Sin embargo, insiste, esta cumbre ha tenido “una de cal y otra de arena”.
Por un lado, “hay cosas positivas” como el compromiso para triplicar las energías renovables o duplicar la eficiencia energética de cara a 2030. “Justamente, si queremos abandonar los fósiles, pues tenemos que aumentar las renovables y la eficiencia energética”, recuerda el coportavoz de Verdes Equo.
Y al mismo tiempo, el acuerdo de la última cumbre ha sido “insuficiente”. Alicia Pérez-Porro, coordinadora científica del centro de investigación ecológica CREAF, admite que "el acuerdo de la COP28 no permitirá que el mundo mantenga el límite de 1,5 °C”. Aunque también asegura que “nos encontramos en el verdadero 'principio del fin' de la economía mundial impulsada por los combustibles fósiles”.
Marcellesi añade, además, que las "falsas soluciones", como llama a la captura y almacenamiento de carbono o la energía nuclear, "descafeínan" el acuerdo: “Son soluciones peligrosas que nos alejan del objetivo de dejar los combustibles fósiles”. Y, sin embargo, no dejan de ser el peaje a pagar, la “compensación para los que han dejado que se avanzara”.
La COP29, clave otra vez
Tal y como afirma el sexto informe de evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), el ser humano y su relación con el planeta se encuentra en un punto de inflexión sin precedentes. Los próximos años son clave para marcar el futuro de la especie en la Tierra.
Durante la cumbre del clima de Dubái ya se anunció que el mundo está a punto de cruzar cinco puntos de inflexión o no retorno. Es decir, aquellos que se producen cuando un pequeño cambio desencadena una transformación a menudo rápida e irreversible.
Los cinco puntos de inflexión en riesgo actual incluyen el colapso de grandes masas de hielo en Groenlandia y la Antártida Occidental, el deshielo generalizado del permafrost, la extinción de los arrecifes de coral en aguas cálidas y el colapso de la circulación atmosférica en el Atlántico Norte. Y los tres que podrían sumarse pronto a esta lista son la desaparición de los manglares, las praderas marinas y los bosques boreales.
Desencadenar estos cambios no solo causa un impacto negativo inicial, sino que los efectos se propagarán en cascada por los sistemas sociales y económicos globalizados. Podrían llegar a superar, incluso, la capacidad de adaptación de algunos países.
Por ejemplo, una de las consecuencias del colapso de la circulación de vuelco meridional del Atlántico (más conocido como AMOC por sus siglas en inglés), combinado con el calentamiento global, podría provocar la pérdida de la mitad de la superficie mundial de cultivo de trigo y maíz.
Y es precisamente por eso por lo que Marcellesi afirma que la COP29, que se celebrará en Bakú, la capital azerbaiyana, será "clave". Pero matiza que "todas las cumbres son ya decisivas".
Se acabaron los encuentros como el de Kioto (Japón) en 1997, cuando la crisis climática era un posible escenario futuro. 2024 marca un paso más hacia el futuro y hacia una realidad climática que cambia cada día y cuyo futuro aún es incierto. Los próximos pasos que den los líderes mundiales, ya sea en Azerbaiyán o en Brasil o dondequiera que se celebre la COP31, marcarán el futuro de la adaptación humana a la nueva realidad del planeta en el que vivimos.