Cansado del ruido y de la plaga de estrés que contamina a todo ciudadano de una gran capital, Gerard Bofill decidió huir de su antiguo estilo de vida hacia la naturaleza, donde le nació la inquietud de crear una masía sostenible y cuidadosa con el medio ambiente: Can Buch.
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Situada entre las Guillerías y el Parque Natural de la Garrotxa (Girona), la finca nació como un proyecto con el objetivo de "cerrar el círculo" y hacer las cosas con un respeto total a la vida.
La construcción del alojamiento, que duró dos años y medio, se realizó con materiales naturales y ecológicos y con la ayuda de artesanos. "Usamos las piedras que encontramos, barro, cerámica y cal de proximidad. Conseguimos acabados de gran calidad sin emplear materiales químicos ni industriales", explica el creador de este alojamiento eco-turístico.
Gerard Bofill, quiso construir Can Buch con base en todo lo que había aprendido desde su traslado al campo. El feng-shui, la geobiología y la construcción tradicional artesana de la zona fueron pilares fundamentales del proceso.
Con la llegada del verano de 2020, Can Buch pudo por fin abrir sus puertas al público: "Después de todo esto y hoy, con 28 años, puedo decir que lo que me hace más feliz es poder compartir este paraíso de paz, naturaleza y salud con las personas a quienes más quiero y que vienen a pasar unos días, unos meses o su vida aquí", comenta Bofill.
La clave de Can Buch
"Cuidamos del planeta, para que él nos cuide a nosotros. Somos parte de él y por eso lo amamos". Estos son los valores del equipo de Can Buch, que se esfuerza porque la premisa de la sostenibilidad marque cada uno de sus movimientos.
Al estar en medio del bosque, la luz, el agua y el alcantarillado corrientes no son una opción viable. La manera de obtenerlos es a través de lo que es el mayor regalo para Gerard Bofill: la naturaleza.
Por un lado, la luz de la masía se fabrica con 36 placas fotovoltaicas que generan electricidad gracias al sol. En el caso de mal tiempo, el alojamiento cuenta con baterías para almacenar la energía.
Con respecto al agua, esta se consigue a través de la lluvia. Se colecta en los techos, se conduce mediante un sistema de canaletas, pasa por un filtro de arena y grava para separar los sedimentos y finalmente llega en un depósito ubicado bajo tierra.
En este depósito se almacena y, con una bomba de bajo consumo, se hace subir hasta unos depósitos que están arriba de la montaña, donde queda preparada. Gracias a esto se puede utilizar una bomba de desnivel, lo que es esencial para que el agua llegue con la presión necesaria.
Por otro lado, la energía para calentar el agua y para que la calefacción de la masía funcione viene de la leña que los propios empleados cortan del bosque.
"Tenemos un plan forestal para gestionar los recursos que la naturaleza nos facilita; talamos los árboles jóvenes y los ramajes viejos del bosque, lo que lo limpia y previene posibles futuros incendios, a la vez que diversifica los ecosistemas y ayuda los grandes árboles a crecer mejor", explica el equipo de Can Buch.
"Esta leña la secamos de un año al otro y luego la quemamos en una caldera de biomasa que calienta el agua y la almacena en un acumulador para cuando queramos utilizarla", añaden.
Por último, el plan de Can Buch se centra en las aguas negras y grises. Las conducen por unos tubos de desagüe y las tratan en una depuradora que utiliza plantas y grava para filtrar. "La materia sólida se separar de la líquida y, cuando el agua está limpia, la utilizamos para regar los campos y los árboles frutales", concluyen.
Can Buch es el perfecto ejemplo de que las energías renovables están cada vez más cerca de ser una alternativa real a los recursos contaminantes que normalmente se presentan como la "única opción posible".