Se llama Matusalén y tiene la friolera de 4.856 años. No se trata de un fósil ni de una momia. Ni tampoco del vivo retrato del personaje bíblico homónimo. Más bien, es un pino, considerado el árbol más antiguo del mundo, que se encuentra en el bosque Bristlecone, en White Mountains (California).

La importancia de los denominados árboles centenarios y milenarios con más de 100 años es fundamental para la conservación de la biodiversidad y los ecosistemas, ya que proporcionan estabilidad, fuerza y protección a entornos en peligro.

En un artículo publicado en octubre de 2022 en Trends in Ecology & Evolution, un equipo de ecólogos destaca la importancia de preservar estos organismos monumentales y presenta una iniciativa de proyecto para garantizar su protección y longevidad.

"Los árboles antiguos son hábitats únicos para la conservación de especies amenazadas porque pueden resistir y amortiguar el calentamiento climático", escriben los autores, entre los que se encuentran Gianluca Piovesan y Charles H. Cannon.

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Los árboles, como las personas, no son inmortales. Un artículo reciente que estudiaba los ginkgos, una de las especies más longevas del mundo, refutaba esta afirmación. Y revelaba que los árboles podían escapar de la senescencia, que es la última fase del proceso del desarrollo que lleva de la madurez a la completa y final pérdida de organización y funciones.

Para rebatir este argumento, el catedrático de la Universidad de Barcelona, Sergi Munné-Bosch, explica que aunque los signos de senescencia en los árboles tan longevos pueden ser casi imperceptibles para las personas, esto no significa que sean inmortales.

Y añade en la publicación: “Viven tanto tiempo porque tienen muchos mecanismos para reducir mucho el desgaste del envejecimiento".

Meristemo

El secreto detrás de la longevidad de los árboles centenarios y milenarios, según Munné-Bosch, está en el meristemo. En un estudio del que es autor, publicado en la revista Trends in Plant Science en septiembre de 2020, explica que el meristemo es un tejido formado por células indiferenciadas que pueden dividirse y convertirse en cualquier tejido u órgano que una planta necesite para vivir.

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Los árboles producen nuevos meristemos en un ciclo de crecimiento modular que gira en torno al tronco. Y a medida que se añade nuevo tejido, se deja morir el viejo. Los árboles milenarios los que viven miles de años llevan esto al extremo, afirma Munné-Bosch en el documento. De hecho, su tronco está formado por un 99% de tejido muerto, mientras que el tejido vivo se encuentra protegido por la corteza.

Pioneros longevos

Los árboles viejos, de crecimiento lento y macizos constituyen la mayor parte de la biomasa forestal. Y otra investigación sobre los bosques tropicales de Panamá, revela que estos “pioneros longevos” desempeñan un papel importante en el secuestro o captura de carbono. Por eso es tan importante la gestión forestal.

"La gestión forestal debe hacer hincapié en el mantenimiento de poblaciones de árboles grandes", afirma Ann Raiho, del Centro Interdisciplinario de Ciencias del Sistema Terrestre (ESSIC) de la Universidad de Maryland, en declaraciones a la revista Earth.

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"Esto tiene el potencial de emular los procesos naturales de secuestro de carbono y, en última instancia, ampliar las escalas de tiempo y la magnitud en la que los ecosistemas terrestres seguirán amortiguando el cambio climático actuando como sumidero de carbono", añade.

Raiho lideró la investigación que analizaba, cómo se almacenaba el carbono en la biomasa leñosa de los bosques del Medio Oeste de EEUU. Y descubrió que lo que había posibilitado el secuestro de carbono era la expansión de las poblaciones de especies arbóreas de gran biomasa, como la cicuta oriental y el haya americana. Después de que estas especies se establecieran, los bosques de alta biomasa se mantuvieron en la región estudiada durante milenios.

Por eso, a la luz de estos descubrimientos, el estudio subrayó la importancia de preservar los árboles de gran tamaño cuando se gestionan los bosques para mitigar los efectos del cambio climático.