El déficit de precipitaciones acumuladas y el calor más intenso de lo normal llevan dos años cocinando a fuego lento una intensa sequía que amenaza con convertirse en la peor que ha sufrido España en décadas. Es el pronóstico que hace el último informe publicado esta semana por el Joint Research Center (JRC), el centro que ofrece asesoramiento científico a la Comisión Europea y a los Estados miembro de la UE. Alertan de que "si continúan las temperaturas más cálidas que la media generalizada y la falta de lluvias, la situación podría volverse aún más crítica".
Hablar de sequía cuando acabamos de salir de un período de intensas precipitaciones e inundaciones en muchas localidades puede parecer contradictorio. Más, si cabe, cuando la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) registró un mes de mayo normal en cuanto a las lluvias. Sin embargo, ese agua recibida a finales de mes no ha sido suficiente para paliar la situación de sequía prolongada y escasez coyuntural que lleva sufriendo nuestro país desde comienzos del año pasado.
De acuerdo con el último informe elaborado por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), la sequía entendida como fenómeno natural sigue aferrándose con fuerza a nuestro territorio, a pesar de las precipitaciones de mayo. Como recoge, "su distribución ha sido muy irregular". El comportamiento ha sido muy húmedo en el cuadrante sureste peninsular y ligeramente húmedo en algunas zonas interiores. Por el contrario, ha sido muy seco en amplias zonas del Duero y Ebro y en el noroeste peninsular.
Esto se traduce en un descenso en el número de Unidades Territoriales de Sequía (UTS) en situación de sequía prolongada, que pasan de 92 a 73. Es decir, las lluvias han conseguido calmar la situación en algunas zonas de las cuencas más estresadas. Sin embargo, esa disminución de las UTS ha sido de tan solo 2 puntos porcentuales en cuanto a su extensión geográfica, que ahora es del 33% del territorio.
Ahora bien, este mismo informe aborda otra cuestión importante, y es en qué punto estamos para poder asegurar las demandas de agua. En este sentido, tan solo se han notado mejorías en la demarcación hidrográfica del Segura y en la parte oriental de las Cuencas Mediterráneas Andaluzas. Por el contrario, no se producen mejorías, o estas son muy puntuales, en el resto de zonas que tenían problemas importantes de escasez. En cuencas como el Ebro o Duero se produce incluso un agravamiento de la situación en algunas zonas.
A modo de resumen de la situación respecto a la escasez coyuntural, geográficamente, el 22% del territorio se encuentra situado en UTE en escenario de Emergencia, y el 17,9% en Alerta o Excepcionalidad.
Esta situación, tal y como alerta el último informe de expertos de la UE, puede verse agravada con un régimen de lluvias menor y el calor propios del verano. Sobre todo cuando los últimos datos reflejan que las reservas hídricas están temblando ya al comienzo de la época estival.
Hace un año, cuando no se acumulaba tanto déficit de lluvias, los embalses se encontraban al 48,2%, un punto porcentual por encima de lo que registran este año, al 47,5%. No obstante, la situación es más preocupante e ilustrativa si se comparan estos niveles con los normales durante la última década.
Según recoge el último boletín hidrológico del MITECO, la media acumulada en los embalses en estos 10 años ha sido del 67,1% por estas mismas fechas. Por tanto, este año España afrontará el verano con casi un 20% menos de agua de lo normal. Y la peor situación la enfrentarán las Cuencas Internas de Cataluña, Guadalete-Barbate y Guadalquivir, donde el déficit de agua en sus reservas supera el 30%.
Una sequía que también se traslada al propio terreno y que ha despertado otra alerta más de la UE: la de incendios. Hasta ahora, y según contamos en EL ESPAÑOL, se han quemado cerca de 66.000 hectáreas desde enero, el doble de lo normal por estas fechas.
Por este motivo, como recoge Efe, la Comisión Europea insta a estar muy “alerta y preparados” en España ante el riesgo de incendios este verano por “anomalías” en las lluvias, sequía y unos datos que confirman ya más fuegos este año de lo normal.
La alerta se extiende a todo el Mediterráneo
La grave sequía que está afectando a España también se hace extensible a otras zonas del Mediterráneo occidental que el JRC sitúa en alerta. Como recoge el último informe publicado, muchas partes del Mediterráneo occidental han visto lluvias persistentemente bajas durante más de un año. Esto, combinado con un final del invierno y una primavera excepcionalmente secos y cálidos, ha causado una severa sequía en la región.
En el período que va desde mayo de 2022 hasta abril de este año, el calor que han sufrido países como Marruecos, Argelia, Francia o Italia, además de España, ha estado hasta cuatro grados por encima de lo habitual. Unas condiciones que, sin duda, como registra el JRC, han tenido un efecto en unos caudales de los ríos más bajos de lo normal para estas fechas y en una escasez de agua.
Como consecuencia, la mayor parte del Mediterráneo occidental se encuentra ahora en condiciones de advertencia y alerta (los dos niveles más graves) de acuerdo con el indicador de sequía combinado, que integra datos sobre anomalías en las lluvias, la humedad del suelo y el estrés de la vegetación.
Teniendo en cuenta que nos adentramos ya en la época estival, estos científicos europeos analizan cómo la falta de agua ha afectado significativamente a la vegetación y los cultivos en plena campaña, lo que provoca, a su vez, el retraso de las siembras y unas previsiones de rendimientos bajos.
De hecho, las previsiones de rendimiento en el Magreb han empeorado aún más y están muy por debajo de los niveles medios. Por no hablar de la Península Ibérica, donde se espera que el rendimiento esté muy por debajo de los valores de 2022, con superficies sembradas con cultivos de verano sustancialmente reducidas.
El Magreb y la Península se enfrentan a una de las peores sequías estacionales de las últimas décadas, apuntan desde el JRC. Unas previsiones que depende en parte de la gestión sostenible del suelo. Esta cuestión de hecho será motivo de una propuesta de Ley del suelo que adoptará la Comisión a lo largo de este verano. El objetivo está en garantizar que todos los ecosistemas del suelo estén en condiciones saludables para 2050.