El otro desastre que deja el colapso de la presa en Ucrania: puede ser el peor 'ecocidio' desde Chernóbil
La avalancha de agua, lodos y arenas de Nova Kakhovka ha contaminado el agua potable y ha sepultado miles de animales y hectáreas de cultivos.
10 junio, 2023 01:25A su paso por Ucrania, el agua del río Dniéper –el cuarto más largo de Europa– se ha convertido en algo más que una línea de batalla infranqueable. Al derrumbarse parte de la presa Nova Kakhovka el pasado martes, la sexta y última antes de la desembocadura en el Mar Negro, los 18.000 millones de metros cúbicos acumulados hasta entonces adquirieron un papel muy distinto que el de fuente de irrigación o de energía: el de un arma de destrucción masiva que ha anegado hasta 80 localidades cercanas y ha afectado, al menos, a unas 40.000 personas.
Todavía sigue saliendo agua por la parte de la presa que colapsó. Distintas oleadas que, en un contexto de guerra entre Rusia y Ucrania, han afectado tanto a la parte oriental, en manos rusas, como a la occidental, bajo control ucraniano. Y es que los efectos de esa avalancha proveniente del embalse, uno de los más grandes de Europa, podrían extenderse a lo largo de unos 5.000 kilómetros cuadrados a la redonda. Al ser una zona muy cercana a la desembocadura, los desniveles del terreno son muy bajos y, por tanto, el alcance del agua es mayor.
Eso hace que los efectos sean devastadores. Primero, a nivel humanitario, pero también a nivel económico y ecológico. Lo ha arrasado todo a su paso. Como reconoció el propio Andrij Melnyk, viceministro de Asuntos Exteriores de Ucrania, pocas horas después del suceso, el derrumbe de Nova Kakhovka puede ser "el peor desastre ambiental de Ucrania desde Chernóbil", el accidente nuclear ocurrido en el país en 1986.
Aunque aún pasarán semanas hasta que el nivel del agua comience a bajar, sí que se conocen las pérdidas materiales de viviendas e infraestructura crítica, además de una parte de la catástrofe medioambiental que aún está por ver. Como explica a EL ESPAÑOL el experto Julio Barea, portavoz de Greenpeace, "en el embalse, que es inmenso, no solo hay agua, sino cientos de miles de toneladas de sedimentos, lodos, arenas y piedras" que han sido arrastradas en forma de avalancha.
Como resultado, comenta Barea, "buena parte de las zonas aledañas han quedado sepultadas por metros de sedimentos y agua", por lo que "según han ido avanzando las oleadas, han ido arrasando con toda la infraestructura, desde casas, depósitos de gasoil, basura, coches, productos químicos… La catástrofe es incalculable".
En primer lugar, porque estas inundaciones tan brutales ya están generando un problema de contaminación de agua potable. No solo por todos los residuos que haya arrastrado, sino porque los cadáveres de animales llevados por la corriente tenderán a descomponerse, con el consiguiente peligro de insalubridad que puede generar en el abastecimiento. Una contaminación terminará llegando al Mar Negro.
Como explica Barea, recibirá una avalancha de agua dulce y contaminada que afectará, inevitablemente, a la salinidad de buena parte de esta masa de agua. "Muchas especies no toleran esos cambios y van a morir", a lo que habrá que sumarle "toda esa cantidad de contaminantes que ido arrastrando el río". Y no solo de los fertilizantes y químicos utilizados en los miles de hectáreas de cultivos devastadas, sino también de una marea negra de gasoil de hasta 150 toneladas que está arrastrando el Dniéper.
La pesca, por tanto, puede verse afectada, aunque aún es imposible saber hasta qué punto. Como comenta el portavoz de Greenpeace, "hay que esperar a que baje el nivel. Puede tardar semanas o más. Ha salido mucha agua y aún sigue saliendo", por lo que no se pueden conocer todavía la dimensión de los daños causados por las inundaciones.
Eso sí, a pesar de la aportación excesiva de nutrientes y la contaminación que recibirá el Mar Negro, el experto descarta que se puedan dar episodios de anoxia o hipoxia (falta de oxígeno) como los ocurridos en el Mar Menor, porque "tienen características muy diferentes". No obstante, reconoce que sí se darán casos de muertes de animales y aumentará la contaminación que ya soportan sus aguas. "Es otra gota más en un vaso a punto de rebosar", lamenta.
De hecho, como recoge una organización ecologista ucraniana, ya han muerto innumerables peces por asfixia –como ha ocurrido en la localidad de Snihurivka, en Jersón– y otros lo harán, seguramente, en los próximos días al ser arrastrados por la corriente hasta zonas donde han terminado por quedarse sin agua. A ellos les seguirán las muertes de incontables crías de aves que se encontraban anidadas en zonas inundables y todos aquellos animales que no han podido escapar rápidamente –muchos en reservas naturales o, también, en un zoo–, así como especies de plantas fijadas al suelo. "Muchas se han visto totalmente sepultadas", comenta.
El miedo a otro Chernóbil con Zaporiyia
Desde que comenzó la invasión rusa de Ucrania se ha hablado no solo del drama humano que está dejando tras de sí la ofensiva de las tropas rusas en Ucrania. También del enorme daño de los constantes bombardeos a sus infraestructuras críticas, recursos naturales y espacios protegidos que dejarán una herida perdurable en el tiempo difícil de cicatrizar.
Como se publicó en este periódico, las armas que llevan utilizándose desde el comienzo de la guerra generan gases tóxicos y partículas que o bien se quedan en suspensión o bien filtran metales pesados en suelo y agua. Es uno de los efectos invisibles que quedan latentes en zonas de conflicto.
"Aunque solo estuvieran disparando balas u obuses de plomo, eso está esparciendo por el territorio miles y miles de toneladas de diversos metales pesados. Algunos de estos obuses llevan uranio empobrecido. Eso queda en el medioambiente", comenta Barea. Antecedentes similares así lo acreditan.
Aun en el 2011 se encontraron en Bélgica concentraciones de contaminantes en sus suelos derivados de los proyectiles utilizados durante la Primera Guerra Mundial. Fue un daño colateral del conflicto por la corrosión de las municiones sin estallar, los fragmentos metálicos de las que sí explotaron o la fuga de gases de los proyectiles que contenían las armas de guerra.
En Ucrania pervive, además, el miedo a que pueda desatarse otro accidente como el de Chernóbil, pero esta vez con la central de Zaporiyia, la mayor de Europa, bajo control ruso y aguas arriba de la zona del derrumbe de la presa. No obstante, esa agua, que se escapa de manera descontrolada, también es necesaria para enfriar los reactores nucleares.
No obstante, la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) y el gobierno ruso se han apresurado a asegurar que no hay ningún peligro inminente que relacione las inundaciones con el estado de la central nuclear. De momento, vigilan la situación "de cerca". Al menos cinco reactores están apagados en frío y uno en caliente, por lo que el nivel del agua utilizada para el enfriamiento no ha cambiado.
Se investiga un posible 'ecocidio'
Como ya ocurrió con las fugas detectadas en los gasoductos Nord Stream 1 y 2 del pasado septiembre, sobrevuelan varias teorías acerca de la responsabilidad de lo sucedido con la presa Kakhovka.
Tanto Ucrania como Rusia se acusan mutuamente de hacer volar deliberadamente la barrera de hormigón, mientras hay medios que referencian a imágenes satelitales que mostrarían cómo uno de los caminos cercanos a la presa ya se habría inundado días atrás o hipótesis que apuntan a un fallo estructural de la propia presa. Sea lo que sea, las investigaciones continúan y, en caso de llegar a conocer la causa del derrumbe, no será hasta pasado un tiempo.
Por su parte, el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, convocó una reunión de emergencia de su consejo de seguridad el mismo día del colapso. Tras el encuentro, comunicó su intención de investigar el caso como un posible ecocidio –daño masivo al medioambiente–, reconocido en el artículo 441 del Código Penal de Ucrania.
Ya ha habido otros ataques de este tipo en situación de guerra. Ocurrió, por ejemplo, en la Segunda Guerra Mundial, cuando la Royal Air Force destruyó represas alemanas de la cuenca del Ruhr en la Operación Chastise. Los aliados buscaban hacer el máximo daño posible a la producción de acero y la industria pesada armamentística, cuyo corazón se encontraba en ese valle.
De momento no hay pruebas suficientes ni sustanciales de que este colapso en Ucrania en mitad del conflicto armado haya sido o no por una injerencia de algún país. No obstante, de confirmarse, podría llegar a tener consecuencias, aunque no en el corto plazo. Sobre todo desde los últimos movimientos por parte del Parlamento Europeo.
Desde la Asamblea del Consejo de Europa se aprobó una resolución a favor de tipificar como delito el ecocidio dentro del derecho nacional e internacional. Una vez aprobada por el Parlamento, el Consejo y la Comisión europeos, es entonces cuando debe traspasarse a los códigos penales de los países comunitarios. Una cuestión que, en caso de producirse, abriría la puerta a incluir el ecocidio como quinto delito internacional por la Corte Penal Internacional.