Pocas personas pueden decir que han llegado a cumplir los 100 años. De hecho, hace unos pocos siglos, e incluso décadas, era algo casi impensable. Pero el avance de la ciencia y la mejora de las condiciones de vida han permitido que los seres humanos puedan vivir más. Y algunos incluso pueden decir que tienen (casi) la fórmula secreta de la vida eterna.
Curiosamente, la mayor parte de las personas centenarias suelen vivir en islas. Lugares como Cerdeña (Italia), Okinawa (Japón), Nicoya (Costa Rica) o Icaria (Grecia) algunos de los lugares con una mayor densidad de centenarios y, además, gozan de una salud de hierro.
Además, todas ellas forman parte de las conocidas zonas azules del planeta, un concepto creado por Dan Buettner, investigador de la American National Geographic Society y autor de éxito de varios libros. Esta idea básicamente recoge un estilo de vida y unas condiciones medioambientales que favorecen la longevidad. Esto es, el elixir de la vida que tantos han buscado a lo largo de la historia.
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En el caso de Okinawa, que una vez fue la cuna de la longevidad, tiene en la actualidad 68 centenarios por cada 100.000 habitantes. Esta cifra se encuentra muy por encima de la media nacional japonesa, que se sitúa en los 62. En Nicoya, la media baja a 42. En Icaria, una de cada tres personas llega a cumplir los 100. Y, en Cerdeña, hay 30 centenarios por cada 100.000 habitantes.
Una cuestión de factores
Los genes tienen mucho que ver a la hora de buscar el secreto de la longevidad, pero existen diversos factores adicionales que también favorecen una vida más longeva, según descubrió Buettner. Por ejemplo, en el caso de Okinawa, la alta esperanza de vida tiene mucho que ver con la dieta y algunas prácticas sociales muy específicas, que además coinciden con otras que llevan a cabo en otros lugares del mundo con altos niveles de longevidad.
Tras reunir a un equipo de investigadores médicos, antropólogos, demógrafos y epidemiólogos para estudiar estas 'zonas azules', Buettner descubrió que existían una serie de denominadores comunes entre todas estas regiones:
- Moverse naturalmente. Las personas más longevas no van al gimnasio o corren maratones, sino que viven en entornos que favorecen el ejercicio físico. Por ejemplo, el cultivo de jardines sin comodidades mecánicas.
- Propósito. Puede llamarse de diferentes maneras —en Okinawa es ‘Ikigai’ y en Nicoya, ‘plan de vida’—, pero la idea podría resumirse en una razón por la que despertarse cada mañana. Según explica Buettner en su página web, tener un propósito puede valer hasta un adicional de siete años de vida.
- Aprender a relajarse. El estrés es algo que existe en todas las sociedades y en las zonas azules no escapan a ello. Y un exceso puede conducir a la inflamación crónica, que puede estar asociada a enfermedades relacionadas con la edad. Para combatirlo, por ejemplo, los ikarianos se echan una siesta. Los sardos, por su parte, celebran una ‘hora feliz’.
- La regla del 80%. Sobre la base del mantra confuciano ‘Hara hachi bu’, en Okinawa dejan de comer cuando sus estómagos llegan a un 80% de su capacidad. La diferencia, el 20% restante, puede ser la diferencia entre perder peso y ganarlo. Según Buettner, las personas de las zonas azules comen su comida más pequeña al final de la tarde o temprano en la noche y luego no comen más el resto del día.
- Más verduras que carne. Los centenarios basan principalmente su dieta en los frijoles, la soja o las lentejas, mientras que la carne solo se consume cinco veces al mes. Además, las porciones son de entre 110 a 140 gramos por cada comida.
- Un poco de vino. A excepción de los adventistas, señala la web de Buettner, todas las personas de las zonas azules beben un poco de alcohol de forma regular. El truco, explica, está en tomar 1 o 2 vasos al día con amigos y con comida. No obstante, advierte de que no se pueden acumular esos vasos para el sábado y tomarlos de golpe.
- La fe. Según la investigación realizada, todos menos cinco de los 263 centenarios entrevistados pertenecían a alguna comunidad que giraba en torno a la fe. Así, los investigadores muestran que asistir a servicios religiosos cuatro veces al mes puede alargar la vida de 4 a 14 años.
- La familia. Otra de las claves de las zonas azules está en la priorización de las relaciones familiares. Esto es, mantener cerca a los padres y a los abuelos mayores, pero también comprometerse con un compañero de vida, algo que puede añadir hasta 3 años en la esperanza de vida.
- Elegir el círculo social correcto. Por lo general, señala el estudio, las personas más longevas del mundo eligieron o nacieron en un círculo social en el que predominaban los comportamientos saludables. Los okinawenses, por ejemplo, se agrupan en grupos de cinco amigos que se comprometen de por vida llamados ‘moais’.