La miel tiene numerosos beneficios para la salud. Por ejemplo, tiene muchas propiedades antioxidantes que permiten reducir la presión arterial o prevenir trastornos del tubo gastrointestinal. También tiene una importante presencia en la gastronomía española. Prueba de ello son los alfajores, la cuajada o los pestiños. No es de extrañar, por tanto, que la tradición de la miel en España se remonte a hace mucho siglos, incluso milenios.
Precisamente, España es el principal productor de la Unión Europea, siendo esta la segunda mundial, solamente superada por China. No obstante, la miel que se produce en el ámbito comunitario no es suficiente para satisfacer toda la demanda e importa, principalmente del gigante asiático, aproximadamente 200.000 toneladas cada año, convirtiéndose en el principal importador de miel de todo el mundo.
El problema es que no toda la miel que se importa y se comercializa en Europa es de fiar. O, al menos, eso es lo que demuestran provisionalmente los estudios recientes. Un informe elaborado por la Oficina Europea de Lucha contra el Fraude (OLAF) y el Centro de Investigación Conjunta de la UE y publicado a finales de abril descubrió que el 46% de las muestras de miel analizadas eran sospechosas de ser fraudulentas. Esto es, no cumplían con las disposiciones de la Directiva europea sobre la miel.
Y es que este estudio europeo, que analizó 320 muestras procedentes de los países comunitarios más Noruega y Suiza, vino a confirmar la sospecha que los apicultores españoles y europeos tienen desde hace tiempo: existe un fraude con la miel que se importa y después se comercializa dentro de la Unión Europea.
“Mucha de la miel que entra de terceros países, sobre todo de China, no es miel”, señala Pedro Loscertales, apicultor de Los Monegros (Aragón) y responsable del sector apícola de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG).
De hecho, la COAG lleva haciendo un seguimiento exhaustivo del mercado de la miel desde hace varios años y alerta de que las importaciones realizadas tanto desde España como desde el ámbito comunitario, dado su precio, es totalmente “incompatible” con su etiquetado como “miel” en el mercado.
[Ensayan en España la primera vacuna para abejas de EEUU: “Aún usamos fármacos del 86”]
Un engaño perfecto
Jarabes de arroz, trigo o remolacha azucarera son algunos de los productos que se utilizan para extender la miel. Unos sucedáneos de jarabes dulces que no tienen nada que ver con lo que producen las abejas en los panales, pero que son mucho más baratos y reducen considerablemente el precio de venta. Esto, claramente, pone contra las cuerdas tanto a los apicultores nacionales como a los europeos, que difícilmente pueden competir con estos precios.
“La miel de China está entrando a entre 1,5 y 2 euros el kilo y la miel de Ucrania podría estar entrando aún más barata por estar suspendidos los aranceles por la guerra”, explica Loscertales. Según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), en la campaña de 2021/2022, el precio de la miel estaba en una horquilla entre los 3 y los 7 euros el kilo, dependiendo de si era a granel o envasada.
Este problema, además, se ha incrementado con el desarrollo de nuevas tecnologías que no permitían ser detectadas por el método de análisis que se venía utilizando en la UE. La miel que se importa se ha sometido anteriormente a procesos de ultrafiltración para quitarle todo el polen posible para que no sea fácil la detección de los países de procedencia. “Hasta el 2002, se analizaban las mieles que entraban en puerto y cuando se veían que esas mieles contenían pólenes de origen asiático, era muy fácil determinar su trazabilidad”, indica Loscertales.
Esa miel importada, finalmente, se mezcla con la miel —y, por ende, el polen— producida en territorio comunitario. El negocio, por tanto, es redondo, ya que “se permite mezclar muchos kilos de miel con la de aquí y etiquetarlo como española”, denuncia el portavoz de COAG. El resultado de todo ello es que, lamente, “la industria ha perdido el interés por la miel del apicultor y, además, ha perdido su espacio en los supermercados”.
Una situación límite
Los apicultores europeos ya han denunciado una situación extremadamente límite. En el último año, el cambio climático y la escalada de los precios repercutió de forma notable sobre la producción de la miel europea. La COAG habla de una reducción del censo apícola de entre el 40 y el 50%.
Ángel Marco, apicultor en Molina de Segura (Guadalajara), reconoció a EL ESPAÑOL en diciembre que los últimos meses del año pasado “fueron los peores en 20 años”. Y es que, tal y como afirmó, las abejas acusaron la falta de alimento a lo largo del 2022 debido a los hielos tardíos de abril y la sequía persistente en todo el territorio nacional, algo que debilitó a las colmenas.
La Asociación Agraria Jóvenes Agricultores (ASAJA) avisa de que la UE podría perder hasta un tercio de sus colmenas en los próximos años. Y, por ello, las diferentes asociaciones europeas piden que haya una respuesta rápida desde Bruselas para atajar la sangría del sector.
“A la luz de la revisión en curso de la directiva sobre la miel, los apicultores europeos y sus cooperativas piden un etiquetado transparente del país de origen, con el porcentaje en orden descendente, que mejore la trazabilidad, y un marco europeo moderno y armonizado para las pruebas de laboratorio de una miel", pidió Stanislav Jas, presidente del Grupo de Trabajo sobre la Miel del Copa y la Cogeca, el pasado mes de marzo.
Los métodos oficiales que actualmente se utilizan para detectar los fraudes, denuncian desde las asociaciones, no son los adecuados. Y, por ello, señala Loscertales, es importante que la Unión sea capaz de homologar cuanto antes los cuatro métodos de análisis y control de miel que existen.
El objetivo, señala el portavoz de COAG, no es que se termine con la importación o comercialización de las mieles del extranjero, sino que sean etiquetadas correctamente por su procedencia y que sea el propio consumidor el que decida cuál consumir.
Pero lo que hay que tener en cuenta, indica Loscertales, es que las abejas juegan un importante papel en el ecosistema. Y su desaparición puede dificultar el mantenimiento de la biodiversidad y la correcta polinización de muchos cultivos. “Si desaparecen las abejas, desaparecerán muchos alimentos que se están produciendo y consumiendo en España”, concluye.
Como señalan desde la organización ecologista Greenpeace, el valor económico que tiene la polinización que llevan a cabo las abejas (y otros polinizadores) para la agricultura es de unos 22.000 millones para Europa y más de 2.400 millones de euros para España. Pero el problema, como muchas veces, denuncia Loscertales, es que los políticos no les creen.