Bután, un pequeño reino enclavado en las altas y escarpadas montañas del Himalaya, es un rincón curioso de la Tierra. Con menos de un millón de habitantes —tiene 777.486 según los datos del Banco Mundial—, es el único país del mundo que mide su desarrollo a partir de Felicidad Nacional Bruta y no por el Producto Interior Bruto (PIB).
Con una cultura claramente influida por el budismo, el paisaje de esta pequeña nación está repleto de impresionantes templos que cuelgan sobre las montañas, en las rocas, como si un ser divino los estuviera sujetando. Sin embargo, su espectacular paisaje no ha sido demasiado recorrido por los turistas extranjeros ávidos de aventuras.
El reino ha vivido durante siglos en un aislamiento casi completo. No fue hasta los años 70 cuando decidió abrirse a los extranjeros. Aun así, sigue sin ser nada fácil acceder al interior de esta nación. Para ello, tal y como explican desde el Ministerio de Asuntos Exteriores español, debe ser solicitado con anterioridad a la llegada al país y solo se expiden visados a través de agencias de viaje o agentes autorizados.
Cada visado tiene un coste de 40 dólares estadounidenses. Y a todo ello hay que añadir la imposición del Consejo de Turismo de Bután de un gasto diario de entre 200 y 250 dólares diarios, con una estancia mínima de cinco días en el país.
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La vida en Bután
El reino budista es un lugar llamativo. Todos los edificios, por ejemplo, deben adecuarse a la arquitectura tradicional del país. La primera carretera del país no fue construida hasta el año 1961. La televisión tardó casi cuarenta años más en llegar. Fue en 1999 cuando se levantó la prohibición a la televisión y a internet, en un paso que el rey consideraba como necesario para modernizar el país y avanzar en el objetivo de alcanzar una alta Felicidad Nacional Bruta.
Para la medición de este índice, según señala Alanis Guerrero en un artículo para la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) se tienen en cuenta cuatro pilares: el desarrollo económico, la preservación ecológica, la preservación cultural y el buen gobierno.
A su vez, estos cuatro pilares giran en torno a nueve áreas prioritarias: bienestar psicológico, uso del tiempo, vitalidad de la comunidad, diversidad cultural, resiliencia ecológica, estándares de vida, salud, educación y buen gobierno.
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Cada año, se eligen al azar 8.000 hogares para realizar una encuesta con una duración de aproximadamente 3 horas, con preguntas que van desde la salud, la educación o el bienestar psicológico. Según el informe de 2017, el 40% de la población era moderadamente o muy feliz.
Un país comprometido con la sostenibilidad
La principal razón para mantener una política de turismo de “alto valor y bajo impacto” de Bután se debe a que es tremendamente protector con su entorno natural y con la cultura de su población. De hecho, según WWF, es el único país del mundo negativo en carbono. Su constitución, además, conserva en todo momento el 60% del territorio nacional bajo cubierta forestal.
“Necesitamos equilibrar la necesidad de desarrollo económico, como la energía hidroeléctrica y el turismo, con la necesidad de proteger los recursos naturales”, dijo Dechen Dorji, representante de WWF en Bután. “Necesitamos equilibrar los trabajos en las ciudades con los trabajos en las aldeas rurales. Y necesitamos equilibrar la tradición y las antiguas creencias religiosas con los deseos de las comodidades modernas”.
Entre otros efectos, esta política ha hecho que Bután sea uno de los pocos países del mundo que no tenga entre sus fronteras un McDonald 's. Y esto, según explica Kate MacIntosh en un artículo para The Borgen Project, “aunque suene divertido, es un símbolo del compromiso de Bután de proteger su patrimonio cultural y su forma de vida”.
Y añade: “Bután entiende que la influencia extranjera es inevitable, pero el país busca lograr un equilibrio entre la modernización, la inversión extranjera y la tradición”.