“En un mundo donde la demanda de agua dulce está en constante aumento y los escasos recursos hídricos se ven cada vez más exigidos por la captación excesiva, la contaminación y el cambio climático, sería sencillamente impensable no aprovechar las oportunidades que brinda una mejor gestión de las aguas residuales”. Esta es la conclusión a la que llegó un informe de la UNESCO de 2017.
El agua es un elemento fundamental para toda vida de este planeta. Sin ella, sería inimaginable nuestra existencia. Pero el cambio climático está poniendo en riesgo este bien tan preciado. El estrés hídrico se está convirtiendo en un problema acuciante en nuestra era. La creciente población mundial, que acaba de alcanzar la barrera de los 8.000 millones, está tensionando el equilibrio entre la oferta y la demanda de agua dulce.
Y esto sucede en un mundo en el que aproximadamente 2.000 millones de personas (o un cuarto de la población mundial) no tiene acceso a servicios de agua potable gestionados de manera segura, tal y como señala el Banco Mundial.
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La contaminación es el otro gran problema a la hora de hablar del acceso a agua limpia. Según el informe de la UNESCO, se estima que el 80% de las aguas residuales —en algunos países en desarrollo, esta cifra llega hasta el 95%— se vierte a la naturaleza sin ningún tipo de tratamiento. Todo ello repercute en la contaminación del agua de los ríos y lagos, muchas veces fuente de agua para muchas familias.
En 2012, según este mismo informe, se registraron más de 800.000 muertes en el mundo a causa del “consumo de agua potable contaminada e instalaciones para el lavado de manos y servicios de saneamiento inadecuados”. Por ello, ante un bien tan escaso como es el agua limpia, será fundamental gestionarlo de una manera más sostenible para que no se convierta en un lujo para unos pocos.
La circularidad, clave en el futuro
Con el aumento de las temperaturas globales en tan solo un grado centígrado, según han advertido los expertos de las Naciones Unidas, habría una caída del 20% en los recursos hídricos renovables, por los que la tasa de extracción de agua no puede superar a la tasa de reposición de agua dulce. Esto es, en el futuro habrá menos agua dulce para repartir entre más personas.
Todos los caminos, en este sentido, llevan a una única solución: apostar por la circularidad y centrar la mirada en las aguas residuales. “Para garantizar la disponibilidad de agua en el futuro, los diferentes escenarios pasan, necesariamente, por apostar por soluciones circulares, ya que la mayoría de las fuentes de agua que utilizamos tienen elevada dependencia de la climatología”, señalan fuentes de Agbar, una de las principales empresas de gestión integral del agua de España.
Entre las diferentes opciones que se plantean, la reutilización y el reaprovechamiento del agua son dos de las formas más eficaces para aumentar la circularidad del agua. Por ejemplo, diseñar los edificios de tal manera que se puedan usar aguas no tan puras para diferentes usos domésticos. “¿Por qué tenemos que utilizar agua potable para tirar de la cisterna o para regar las plantas?”, se planteó Alberto García Martínez, responsable de Comunicación de Aqualia, en una entrevista para ENCLAVE ODS.
Los nuevos tipos de plantas depuradoras también pueden arrojar luz en el problema de la escasez de agua dulce. Un proyecto innovador es el de las ecofactorías, que crea un tipo de sistema de gestión integral que, como explican desde Agbar, está basado en cuatro pilares esenciales: la descarbonización energética, la reutilización de agua, la valoración de los recursos y las exigencias de calidad.
Este modelo de transformación fue reconocido por la ONU gracias a la iniciativa de Aguas Andinas (perteneciente al grupo Veolia), en Chile, pionera en aplicar la economía circular. En la actualidad, en nuestro país, este tipo de ecofactorías están en Granada —gestionada por Emasagra— o en Baix Llobregat, en Barcelona –gestionada por Aigües de Barcelona—.
Una oportunidad de negocio
La economía circular del agua no sólo se convierte en algo llamativo para cuidar el planeta, sino también para invertir en ello desde el ámbito privado. Según un informe publicado por la Corporación Financiera Internacional (IFC, por sus siglas en inglés) en 2021, centrar la mirada en el agua y los residuos municipales de bajo carbono podría llegar a catalizar 2 billones de dólares, 23,4 millones de nuevos empleos directos y la reducción de 313,7 millones de toneladas de CO₂. Al menos, esos son los resultados arrojados tras analizar las oportunidades de negocio de 21 economías emergentes —que engloban el 62% de la población mundial y el 48% de las emisiones globales—.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) estima que se necesitan al menos un billón de dólares de inversión anual para el tratamiento de aguas residuales, plantas de agua y las redes de suministro. Mucha parte de esta inversión dependerán mayoritariamente de la financiación pública, sobre todo en aquellos mercados emergentes donde las poblaciones no pueden permitirse pagar por su agua.
No obstante, tal y como señala un informe de la oenegé WWF junto con The Boston Consulting Group y el banco ING, una “proporción significativa de la necesidad de inversión de más de un billón se compone de proyectos con el potencial de modelos comerciales sólidos y perfiles de ingresos que son atractivos para el sector privado”.
Algunos de los ejemplos que pone el documento son plantas de tratamiento de aguas residuales industriales o inversiones en tecnología limpia en negocios dependientes del agua.