La inseguridad alimentaria no equivale al hambre. Va incluso más allá. Se da cuando un grupo poblacional no tiene acceso a alimentos seguros, saludables y apropiados culturalmente. Este es uno de los grandes reto a la vista en la agenda de la humanidad y en España también es una realidad: un 13,3% de los hogares españoles han experimentado en algún momento inseguridad alimentaria.
Ampliando a nivel global, el panorama es igual de desolador. Según el informe El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición (SOFI 2022), realizado por Naciones Unidas, en 2021 un 11,7% de la población mundial se enfrentaba a niveles graves de inseguridad alimentaria.
Este problema tiene consecuencias por dos lados. A nivel biológico, la mala alimentación afecta directamente a la salud de las personas y a su estado psicológico y emocional. Una persona que sufre inseguridad alimentaria puede desarrollar un sentimiento de vergüenza, culpa y pérdida de autoestima.
A nivel social y político provoca que sufran estigmatización, impotencia e incluso rabia. Las personas casi nunca reconocen estar en situación de inseguridad alimentaria.
[5 claves para que España logre una alimentación equilibrada y sostenible]
La historia del concepto es reciente. Surge después de la Segunda Guerra Mundial para reconceptualizar la noción del hambre. Ahora, inseguridad alimentaria y nutricional abarca al menos cuatro pilares: disponibilidad, accesibilidad, utilización y estabilidad. A esta definición se están empezando a incorporar la sostenibilidad y la agencia.
¿Cómo se mide la inseguridad alimentaria?
La vulnerabilidad alimentaria y nutricional están muy ligadas con la económica. Para determinar cuántas personas sufren este problema, una herramienta muy útil, diseñada por Naciones Unidas, es la escala de experiencia de inseguridad alimentaria (FIES). En España, se realizó una macroencuesta con las siguientes preguntas:
- ¿Se haya preocupado por no tener suficientes alimentos para comer?
- ¿No ha podido comer alimentos sanos o nutritivos?
- ¿Ha comido poca variedad de alimentos?
- ¿Ha tenido que saltarse una comida?
- ¿Ha comido menos de lo que pensaba que debía comer?
- ¿Su hogar se ha quedado sin alimentos?
- ¿Ha sentido hambre, pero no comió?
- ¿Ha dejado de comer durante todo un día?
6.235.900 afectadas
La inseguridad alimentaria y nutricional afecta a 6.235.900 personas y un tercio de estas se encuentra en situación grave. La pandemia de la Covid-19 incrementó en gran medida el número de personas que sufren inseguridad alimentaria: pasó del 11,9% al 13,3% o lo que es lo mismo, hubo 656.418 más.
[Casi dos de cada tres adultos tiene sobrepeso u obesidad en Europa: la alerta de la OMS]
90.000 muertes
En España, las dietas inadecuadas provocan la muerte de hasta 90.000 muertes al año. Y los costes de tratar el sobrepeso ascienden a 1.950 millones de euros al año. Según la Encuesta Europea de Salud en España del año 2020, un 16,01% de personas adultas padecen obesidad.
Más de la mitad reciben ayudas
Casi dos tercios de los hogares españoles reciben prestaciones o ayudas para poder sufragar los gastos de una alimentación segura y saludable: un 57% recibe ayudas de la Administración pública y un 13% de familiares, amigos o vecinos.
La inflación continúa cebándose con los hogares que percibe rentas bajas. Según los últimos datos del IPC, los precios de los alimentos crecieron en noviembre un 15,3% en tasa interanual, una décima menos que en octubre, cuando marcaron cifra récord desde enero de 1994.
Un millón come menos
Casi un millón de hogares (975.249), esto es, un total de 2.438.124 personas, ha tenido que reducir su ingesta de alimentos por falta de recursos. Esta reducción se puede dar de distintas formas: saltarse comidas (4,3%), comer menor cantidad (6%), quedarse sin alimentos (4,2%), experimentar hambre (2,9%) o no comer durante un día entero (1,4%).
[¿Saltarse el desayuno es beneficioso o perjudicial? Habla el experto]
Pero, ¿cómo se puede resolver?
La respuesta a la inseguridad alimentaria son diversas y van más allá del ámbito de la alimentación. Según el Libro Blanco de la Alimentación Sostenible, publicado por la Fundación Alternativas y la Fundación Daniel y Nina Carasso, el enfoque debe ser integral, implementando políticas sociales para eliminar la pobreza, mejorar la salud y cuidados, facilitar el acceso a vivienda o aquellas vinculadas a asegurar precios asequibles de alimentación saludable y sostenible.