Dos décadas después de que las calles gallegas se llenasen de gente al grito de "nunca máis", muchos tienen grabada en su retina la imagen de mariscadores y pescadores recogiendo a paladas en el mar el petróleo vertido por el Prestige.
O a los miles de voluntarios llegados de toda Europa, vestidos con monos blancos, limpiando la costa gallega. O las aves muertas teñidas de negro en la playa.
Precisamente para recordar el desastre del Prestige –ya considerado como una de las mayores catástrofes medioambientales ocurridas en España–, la playa de Riazor (A Coruña) acoge estos días la exposición O Desengano, del fotógrafo Julián Barón.
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Con una serie de piezas con imágenes, en forma de cruz, el Festival de Fotografía de A Coruña (FFoco) quiere hacer "un homenaje al mar", tal y como explica su autor al medio gallego La voz de Galicia.
Esta obra visual sirve de ejemplo para entender la profunda cicatriz que el hundimiento del Prestige provocó en Galicia. Una marca a nivel ecológico, social y económico que persiste incluyo 20 años después de aquel fatídico 13 de noviembre de 2002.
Pero, ¿cómo empezó todo? ¿Qué ocurrió exactamente hace dos décadas? Todo empezó con un derrame. El buque Prestige, propiedad de una empresa de Liberia con bandera de Bahamas y operado por una naviera griega, lanzaba un SOS para alertar a las autoridades de que perdía petróleo por una grieta.
La tripulación del petrolero, que transportaba carga propiedad de una sociedad rusa radicada en Suiza, temía por la integridad de su estructura. En aquel momento se encontraba en las inmediaciones de la Costa da Morte en Galicia.
Tras casi una semana de idas y venidas y maniobras para alejarlo de la costa gallega, acabó partiéndose por la mitad y hundiéndose a 250 kilómetros de ella. El Prestige y sus 77.000 toneladas de fuel pesado acabaron esparciéndose por más de 2.000 kilómetros de costa, de Galicia al sur de Francia, pasando por Asturias, Cantabria o Euskadi, y hasta Portugal.
El desastre, desde la política
Los "hilillos de plastilina" del expresidente Mariano Rajoy, por aquel entonces portavoz del Ejecutivo de José María Aznar y ministro de la Presidencia, son una de las repercusiones políticas del desastre del Prestige que han pasado a la posteridad.
Las palabras concretas del expresidente del Gobierno fueron: "Salen unos pequeños hilitos, hay cuatro en concreto que se han visto, cuatro regueros, me dicen, regueros solidificados con aspecto de plastilina en estiramiento vertical, deben de salir de algunas de las grietas unos hilos…".
Más allá de las polémicas –y ya históricas– palabras de Rajoy, el desastre del Prestige golpeó de lleno al PP en Galicia, presidido en aquel momento por Manuel Fraga, y también al partido a nivel nacional. A Fraga, por ejemplo, la gestión de esta catástrofe medioambiental le costó la sexta mayoría absoluta en la Xunta, tres años después.
Una de las principales críticas por aquel momento al presidente gallego de entonces fue que no visitase las localidades afectadas hasta ocho días después del derramamiento.
Al presidente del Gobierno del momento, Aznar, se le reprochó que no visitase la costa gallega hasta casi 40 días después de que el buque sufriese el accidente.
Desde la sociedad civil se acusó al Gobierno de un intento de "manipulación" y de "minimizar" las consecuencias de la tragedia. Las movilizaciones y el descontento fueron continuas. Bajo el grito "nunca máis", la plataforma homónima –formada por intelectuales gallegos y dirigentes del BNG– convocó una manifestación el 1 de diciembre que desbordó las expectativas de los organizadores.
Fue precisamente la plataforma Nunca Máis la encargada, desde 2014, del proceso judicial que pedía responsabilidades por la gestión del desastre del Prestige.
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Casi 20 años después, tal y como recogía Quincemil, el pasado octubre, el presidente de la Xunta y líder del PP gallego, Alfonso Rueda, admitía que pudo haber "errores" en la gestión del hundimiento del Prestige.
Las consecuencias del Prestige
Fauna afectada. En los seis meses después de que se hundiese el barco, los voluntarios encontraron 23.000 aves cubiertas de chapapote o crudo. El vertido provocó, en total, la muerte de cerca de 230.000 aves marina y de cientos de animales marinos.
Petróleo en las playas. Durante el primer año de limpieza, se sacaron cerca de 100.000 toneladas de arena y petróleo de las playas gallegas. Los datos oficiales elevan el derrame a 63.000 toneladas y a 170.700 toneladas de desechos.
La costa negra. El petróleo acabó cubriendo 2.000 kilómetros de costa. En total, 1.137 playas y 450.000 metros cuadrados de roca se vieron afectadas.
¿Podría haber otro Prestige?
El año pasado, Ecologistas en Acción alertaba de "la catástrofe del Prestige se puede repetir en cualquier momento". Y es que, explican en un comunicado, "40.000 barcos al año, y aproximadamente uno de cada tres (38 al día), transporta mercancías peligrosas, además de su combustible".
Según la oenegé ecologista, los efectos del vertido siguen presentes en la Costa da Morte. "Aún queda chapapote bajo la arena", aseguran en el comunicado. Por eso, dicen, "es necesario que se adopten por parte de las autoridades todas las medidas necesarias para evitar que se vuelvan a producir este tipo de accidentes".
El transporte marítimo de mercancías actual, alertan desde Ecologistas, es "dañino" para el medio ambiente y contribuye "a acelerar el cambio climático". Esto, unido a que el 70% de este transporte europeo pasa por Galicia, pone en jaque la costa que tan dañada se vio hace dos décadas.
Además, la oenegé recuerda que el Prestige no ha sido la única catástrofe medioambiental vivida en mares gallegos: 8 de los 13 principales accidentes con vertidos de fuel en los últimos 60 años se han producido en la costa de Galicia.