La ciudad de Mariúpol es una de las muchas que han quedado sometidas a la barbarie y la destrucción del presidente ruso Vladimir Putin desde el comienzo de la guerra de Ucrania. Los escombros y las ruinas se han convertido en un paisaje difícil de ignorar. Y más cuando la lluvia de misiles no cesa y continúa sembrando el terror en el país.
La gran pregunta es cuándo acabará todo este desastre, pero mientras este anhelo sobrevuela cada nuevo desastre que provoca la guerra de Putin, Europa ya imagina la reconstrucción de una nueva Ucrania más verde. Sucedió el pasado martes en la Conferencia Internacional de Expertos sobre la Recuperación, Reconstrucción y Modernización de Ucrania celebrada en Berlín.
La cita fue impulsada por la presidencia alemana del G-7 (las siete democracias más potentes económicamente) y por la Comisión Europea, en estrecha coordinación con las autoridades de Ucrania. “No tenemos tiempo que perder, la magnitud de la destrucción es asombrosa”, reconocía Úrsula Von der Leyen, presidenta de la institución europea.
“El Banco Mundial cifra el coste de los daños en 348.000 millones de dólares”, proseguía la mandataria, y urgía a poner en marcha una plataforma de coordinación internacional para que su reconstrucción se produzca “lo antes posible; preferiblemente, antes de que acabe el año o a principios del próximo”.
El tiempo parece que vuela mientras las bombas mantienen sometido al país. Y es que aunque la guerra sigue a pleno rendimiento, el chantaje energético mantenido por el gobierno ruso ya marca las políticas mundiales presentes y futuras. Oleg Ustenko, asesor económico del presidente ucraniano Volodímir Zelenski, se preguntaba en una entrevista con la NBC: “¿Por qué ocurrió la guerra? Porque durante décadas, Rusia convirtió en un arma sus recursos energéticos para Europa, incluso para Ucrania”.
Unas palabras que llegan en un contexto en el que la futura adhesión del país a la Unión Europea está sobre la mesa. Recordemos que, el pasado 23 de junio de 2022, los países comunitarios tomaron la decisión de conceder a Ucrania de manera inmediata el estatus de candidato a miembro de la UE. Se unía así a la cola de los otros cinco países con posibilidades de formar parte del entorno europeo: Turquía desde 1999, Macedonia del Norte desde 2005, Montenegro desde 2010, Serbia desde 2012 y Albania desde 2014.
Los requisitos para poder llegar a ser uno más de los 27 son claros. Estos países deben respetar los Criterios de Copenhague: una democracia estable, el Estado de Derecho, una economía de mercado en funcionamiento y la aceptación de toda la legislación de la UE, incluida la relativa al euro.
Entre esas leyes vinculantes están, también, las relativas a la descarbonización recogidas en el Objetivo 55, que remite al de reducción de las emisiones en al menos el 55 % para 2030. Este paquete de medidas propuesto además tiene por objeto adaptar la legislación de la UE al objetivo de 2030.
El 'plan verde' para Ucrania
Si Ucrania tiene una oportunidad para comenzar a reverdecerse y sumarse al perfil ecológico que está cobrando la UE, el momento es ahora. La destrucción que se está perpetrando al este del país es evidente. Su propio ministro de medioambiente, Ruslan Strilets, en una entrevista con Euronews, reconocía que la naturaleza de Ucrania estaba totalmente devastada, con un coste de en torno a los 36.000 millones de dólares.
Durante los meses de la guerra, se habían registrado importantes daños en el suelo y en contaminación del aire y del agua. Eso sin contar que al menos un 30% de las áreas naturales de Ucrania han sido bombardeadas y afectadas por las maniobras militares.
Sin embargo, el propio Strilets reconocía a este mismo medio que el control sobre el estado del medioambiente ha aumentado tras el conflicto y ya trabajan muy intensamente para mejorar su legislación en esta materia y sincronizarla con la de los países comunitarios. “Para que podamos ser miembros de pleno derecho de la UE en el futuro”, aseguró.
Por este motivo, con un Plan Marshall en ciernes –dos palabras que ya se habían escuchado en boca de otros mandatarios como el presidente estadounidense Joe Biden–, Ucrania puede aprovechar el empujón económico para impulsar su cara más ecológica y adaptarse a la urgencia que plantea el cambio climático.
Es parte de lo que se habló en la conferencia de expertos celebrada esta semana en Berlín. Una de las voces que más presionaba por una senda verde para Ucrania fue Svitlana Romanko, abogada defensora del medioambiente y fundadora de la organización ambientalista Razom We Stand.
La experta insistió en la necesidad de apostar por una transición energética. A través de su cuenta de Twitter ha asegurado que en los planes de recuperación de Ucrania se tendrán en cuenta los temas centrados en descarbonizar la economía. Es decir, según lo pactado, las nuevas conversaciones excluirán todo lo relacionado con combustibles fósiles como el gas para la obtención de energía.
Además de esto, también contemplan la construcción de edificios más eficientes energéticamente, así como la apuesta por industrias más sostenibles. Es, de hecho, una estrategia que desde el gobierno ucraniano contemplan casi como una cuestión de seguridad nacional.
Desde Razom We Stand creen, incluso, que Ucrania, aprovechando los fondos de recuperación que se destinarán al país, puede convertirse en todo un ejemplo para un mundo que convivirá con la emergencia de la crisis climática. Puede ser una oportunidad para reconstruirse de una manera respetuosa con el clima tras una era de completa destrucción.
Este impulso hacia lo verde no solo puede inspirar a un país destruido. Según el último informe de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), el conflicto también está obligando a países como los comunitarios a desprenderse de energías contaminantes y acelerar la transición energética hacia las renovables.
No obstante, la cara negra del conflicto es el enorme costo humano que está creando en el país. Una huella imborrable que perdurará en la memoria de la población ucraniana durante décadas. Como también en el rastro de contaminación y el desastre que está creando en el país.
Como publicamos en EL ESPAÑOL, los explosivos crean incendios difíciles de sofocar sobre los que el gobierno ucraniano ha lamentado que, poco a poco, están empeorando la polución en el país. Eso sin contar con los gases tóxicos y partículas que se desprenden de la utilización de armas sobre el terreno, que pueden quedar en suspensión o filtrarse en forma de metales pesados al suelo y a las reservas de agua.
Algunas investigaciones recogen cómo, aún en 2011, se encontraron enormes concentraciones de contaminantes en los suelos de Bélgica como resultado de los proyectiles de la Primera Guerra Mundial.
Si se atiende a los datos que recopiló el Banco Mundial sobre los daños del conflicto de Ucrania hasta ahora, se puede observar que gran parte de los fondos económicos de recuperación se podrían destinar a descontaminación del suelo.
Además, por el momento, y según un informe de la OCDE, los daños en la infraestructura de suministro de agua han dejado a más de un millón de personas sin acceso a agua potable y a otros cuatro millones con un acceso limitado. Todo esto genera un grave problema de salud a largo plazo y mantiene vivo el impacto de la guerra.
Una nueva PAC por Ucrania
Entre las múltiples consecuencias que ha originado la guerra de Putin está la nueva Política Agraria Común (PAC) que se ha visto obligada a configurar la Unión Europea. De acuerdo con un estudio de un equipo internacional de investigadores liderado por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), el conflicto ha impactado de lleno en esta política por la previsible escasez de grano procedente de Ucrania.
En torno al 22% de la producción de trigo, del 20% de la cebada y del 4% del maíz, entre otros, están en zonas de cultivo sujetas a las actuales hostilidades. A esto habría que añadir que las altas temperaturas sufridas y la escasez de lluvia en los pasados meses han pasado factura al rendimiento de estos granos.
Por este motivo, la PAC propone intensificar la producción agraria y ganadera permitiendo ahora el cultivo de tierra en barbecho y cubrir así la falta de cereales en Europa. Como recoge el estudio publicado en la revista Communications Earth and Environment, la utilización de ciertos hábitats seminaturales puede tener un impacto muy negativo en la biodiversidad.
Según un comunicado publicado por la Comisión Europea, “se estima que volverá a poner en producción 1,5 millones de hectáreas con respecto a la situación de hoy. Cada tonelada de cereales producida en la UE contribuirá a aumentar la seguridad alimentaria en todo el mundo”.No obstante, como ya señaló la Comisión, esta será una decisión temporal y limitada al año 2023