‘Just Stop Oil’, la ONG contra el cambio climático y su relación con un magnate del petróleo amante del arte
Aileen Getty, nieta de un 'hombre fuerte' del petróleo, es una de las cofundadoras del fondo que financia a esta organización.
25 octubre, 2022 03:09-¡Seguridad!– gritaba un hombre en la sala de la National Gallery de Londres.
-¿Qué vale más? ¿El arte o la vida? ¿Vale más que la comida? ¿Vale más que la justicia? ¿Estáis más preocupados de la protección de un cuadro o de la protección del planeta y su gente?– preguntaba Phoebe Plummer, una de las activistas de la organización de lucha contra el cambio climático, Just Stop Oil.
“El combustible es impagable”, proseguía la joven hace unos días mientras, tras de sí, colgaba de la pared uno de los cuadros más famosos de Vincent Van Gogh, el de Los Girasoles, manchado de sopa de tomate. Una frase que se ha manifestado cuanto menos contradictoria y que recuerda al chiste de Woody Allen en el que una señora comenta lo terrible que es la comida de un restaurante. La otra responde: “Sí, y además las raciones son tan escasas”.
Más allá de esta comparación sarcástica, lo cierto es que varios medios británicos –entre ellos, The Guardian– no han tardado en hacerse eco no solo de las acciones que está llevando a cabo Just Stop Oil contra los cuadros de Van Gogh, Monet y ahora la figura de cera del rey británico Carlos III. Sino también de dónde viene esta organización y quién les financia.
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Además de disponer de un botón para donaciones particulares –entre las formas de pago están las criptomonedas– la propia organización expone en su página web que recibe financiación de Climate Emergency Fund, un fondo estadounidense creado en 2019 que busca apoyar económicamente formas de protesta radicales y no violentas contra el cambio climático.
Por el momento, este fondo ha donado, según The Guardian, en torno a cuatro millones de dólares a docenas de organizaciones climáticas. Entre ellas, el mayor beneficiado es Just Stop Oil, con 1,1 millones de dólares recibidos para “desencadenar una oleada de protestas por Europa”.
Tras la fundación de Climate Emergency Fund está Aileen Getty, nieta del magnate del petróleo John Paul Getty. Fue el hombre fuerte del petróleo en los años 50 y de la mano de su compañía Getty Oil Company amasó una gran fortuna. Sobre todo tras explotar un pozo petrolífero en Arabia Saudí. Además, fue un ávido coleccionista de arte. Tanto que fundó el conocido Museo J. Paul Getty en California.
Pues bien, su nieta, Aileen Getty es una de las cofundadoras del Climate Emergency Fund que, como decíamos, ha aportado millones de euros a estas acciones de protesta contra el cambio climático. Esta íntima relación y herencia con un pasado petrolero han despertado algunas críticas. Sobre todo entre aquellos que ven inservible este tipo de actuaciones no violentas.
Lo cierto es que Getty, a sus 65 años, mantiene importantes inversiones en empresas filantrópicas relacionadas con la lucha contra el cambio climático. De hecho, en la página web de la Fundación Aileen Getty se deja claro que “apoya a organizaciones e individuos de todo el mundo comprometidos con responder a la emergencia climática y tratar a nuestro planeta y a sus habitantes con amabilidad y respeto”.
Lejos de establecer una conexión directa entre el magnate del petróleo y su nieta, lo cierto es que estas acciones no violentas van a proseguir. “Vienen más protestas”, según declaró Margaret Klein, directora ejecutiva de Climate Emergency Fund. “Este es un movimiento de rápido crecimiento y las próximas dos semanas serán, espero, el período de acción climática más intenso hasta la fecha, así que abróchense el cinturón”, alertaba en declaraciones a The Guardian.
Como publicó El País hace unos días, la National Gallery también guarda sus vínculos con otro de los Getty. En particular con Sabine Getty, mujer del sobrino de Aileen Getty y una de las copresidentas del programa de jóvenes patronos del museo londinense que busca involucrar a nuevas generaciones de donantes. La polémica está servida.
El mensaje tras los ataques
Primero fue la sopa de tomate sobre Los Girasoles de Van Gogh. A los días, el puré de patatas contra Los Almiares de Monet y, más recientemente, el tartazo en la cara de la figura de cera del rey británico Carlos III. Uno tras otro han saltado a los medios de comunicación como ataques contra el patrimonio artístico.
No son los primeros ni mucho menos. A lo largo de la historia y con innumerables causas –o ninguna– detrás, se han manchado, pintado, rajado e incluso golpeado numerosas obras de arte. Situaciones mucho peores que las acaecidas este año, en la que no se han perpetrado daños irreparables.
Por ejemplo, en los años 70, el Guernica de Picasso, cuando aún estaba en el MoMa de Nueva York, fue atacado como protesta al perdón por parte del presidente norteamericano Richard Nixon a William Calley, condenado por el asesinato a 22 civiles vietnamitas en la Masacre de My Lai.
Otro de los ataques, como publicamos en EL ESPAÑOL, fue a un cuadro de Velázquez: La Venus del Espejo. Una mujer acuchilló el cuadro como una forma de protesta contra la sexualidad que tenía la obra, porque los hombres no dejaban de mirar. Sin embargo, con estas acciones y con el paso del tiempo, el mensaje que llega a calar es el del vandalismo y no tanto el de problemas urgentes como el cambio climático.
Para expertos como Fernando Valladares, profesor de investigación del CSIC, lo que ocurre con este tipo de acciones es que no buscan crear concienciación ni divulgar. “Lo que ayudan es a crear urgencia”, asegura, “y en ese sentido están logrando el objetivo que buscan”. En este caso, en lo que tiene que ver con la crisis climática.
Señala que estos movimientos llegan a poner de actualidad un tema, pero también reconoce que “pueden generar, como lo están haciendo, contestaciones y reacciones de desapego, de descontento y negativas” por parte de la población. Y entre las probabilidades está que pueden llegar a despertar, según Valladares, otro tipo de acciones con un perfil de rebeldía y provocación.
“Estas entidades o agrupaciones radicales pueden aprovechar estos momentos o pueden verse de alguna manera inspirados y contribuir a hacer más radical o a enturbiar el mensaje o las campañas, que es algo que no se busca. Es un discurso difícil de prevenir”, comenta el experto. “Estas performances están muy pensadas, para causar el menor daño posible”, prosigue, “pero es fácil enturbiarlas con actuaciones más radicales. Podría ocurrir, pero quiero pensar que con una probabilidad baja”.