Alterar el estado de la conciencia, liberarse, descansar activamente o disfrutar de tiempo libre. Estos conceptos están relacionados directamente con fumar marihuana, una sustancia cuyo consumo está cada vez más extendido como “droga recreativa”.
El tema, tan espinoso y amplio, es de relevancia mundial, pero basta con tomar el ejemplo de Estados Unidos para ponerse a pensar no solo en sus implicaciones para la economía y la salud individual, sino para el impacto ambiental que supone su cultivo, tanto en ese país como en el resto del mundo que funciona como suplidor del producto.
En 18 de los 50 estados de Estados Unidos ya es legal el uso recreativo del cannabis, mientras que en otros está aprobado únicamente para fines medicinales. En el primer caso significa que toda persona mayor de 21 años puede poseer cierta cantidad de la sustancia para uso personal sin que esto constituya un delito, lo cual también se amplía a que se puede cultivar (en el patio de su casa si quiere) y comercializar. Las cantidades permitidas varían según el estado. En Colorado, por ejemplo, el límite son 28 gramos y en Nueva Jersey 170 gramos.
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Un hábito medicinal
Cuando uno se topa con el cannabis y sus diferentes usos, también se encuentra con los grupos que la defienden o la censuran. En su aplicación medicinal los expertos se refieren a sus bondades en el tratamiento de algunas dolencias e incluso en enfermedades como la epilepsia, glaucoma o cáncer entre otras, pero con las advertencias de los cuidados necesarios en su procesamiento, administración y comercialización.
Es de suponer que el cultivo de esta planta debe estar regulado en los diferentes países para suplir a las organizaciones que la conviertan por ejemplo en THC (tetrahidrocannabinol), la base de algunos medicamentos aprobados por la FDA, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos.
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Derivados como el dronabinol o la nabilona provenientes del THC, por ejemplo son recetados en forma de píldoras para el tratamiento de náuseas en pacientes sometidos a quimioterapias o para estimular el apetito en pacientes que tienen síndrome consuntivo debido al sida. Mientras que el cannabidiol (CBD), también compuesto proveniente de la marihuana o cannabis en forma química, se usa en trastornos convulsivos y se está probando para el tratamiento de algunas formas de epilepsia infantil.
No obstante estos derivados sintéticos o transformados reciben las críticas de quienes consideran que el verdadero uso paliativo de la planta está en su uso de forma natural. Lo cierto es que la feria de opiniones es muy amplia y difusa además, donde a nivel de usuarios se mezcla la excusa de aplacar las dolencias con el objetivo de evadir un poco las preocupaciones diarias.
Un usuario consultado para esta líneas es muestra de esto último: “La gota no me deja trabajar, debo estar muchas horas de pie y la marihuana me ayuda a calmar el dolor y a veces a olvidarme de todo y poder dormir”. Realmente se puede pensar que delimitar estas fronteras no importa mucho para un mercado global que según la empresa de investigación de consumo, Euromonitor, será de unos casi 200.000 millones de euros para 2025 (sin contar el segmento de comercio ilícito).
Delito federal, permisividad estatal
Cuesta entender un poco, pero Estados Unidos es una confederación de estados, donde existen algunos mandatos que aplican para todos los ciudadanos y otros particulares a cada estado. Por ejemplo, se puede conducir un coche con el carné de Texas, pero esa mismo carné no sirve en California.
Así, la marihuana es la droga ilegal a nivel federal de mayor consumo cuya tenencia está permitida en algunos estados. Es una masa de aproximadamente 48 millones de personas que la ingieren hasta en forma de dulces y muffins.
Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, del Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos, durante 2019 alrededor del 18% de la población consumió la sustancia al menos una vez. Según esta institución la ingesta afecta el cerebro directamente, sobre todo en las etapas más tempranas de la vida y en partes de este órganos responsables de la memoria, el aprendizaje, la atención, la toma de decisiones, la coordinación, la emoción y el tiempo de reacción.
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Los bebés, los niños y los adolescentes (en quienes el cerebro todavía se está desarrollando) son particularmente susceptibles a los efectos adversos. También se expone que su consumo frecuente o prolongado se ha vinculado a psicosis o esquizofrenia en algunos consumidores.
Sea cierto o no, Nikolas Cruz el joven responsable del asesinato de 17 jóvenes y profesores en la escuela de Parkland en Florida en 2018, al declararse culpable dos años después dijo en el juicio “odio las drogas y creo que a este país le iría mejor si todos dejaran de fumar marihuana”.
¿Quién la provee y a qué precio?
Gustavo Petro, el recientemente electo presidente de Colombia en un encuentro con agricultores lanzó la pregunta al aire: “¿Qué pasa si se legaliza el cannabis en Colombia sin licencias? Como sembrar maíz, como sembrar patatas". Qué tentación.
Este país suramericano que ha sido blanco de la vigilancia mundial por ser origen del comercio ilegal de cocaína, ha visto en la legalización del consumo de marihuana una posible fuente de ingreso y alivio social, porque además según el mandatario, las cárceles serían liberadas al despenalizar el rubro.
Pero también surge la interrogante y solo para esta nación, si según su ministerio de Medio Ambiente, en 2021 se deforestaron 174.103 hectáreas de bosque, ¿qué podría pasar si desde los pequeños agricultores hasta los grandes tenedores de la tierra empiezan a pensar en dólares para ser proveedores de cannabis?.
Esto sin entrar en mayores consideraciones de lo que tardarían acciones como emitir leyes sobre uso de la tierra, trabajo, impacto ambiental, comercio internacional y otros. Para tener una idea, en este país según Naciones Unidas desde 2001 han sido taladas más de 300 mil hectáreas de bosque solo para el cultivo de coca.
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Si se proyecta la inquietud en el globo, se tiene que cada año se suman más países que permiten el uso medicinal o recreativo de la marihuana o ambos. Ya son más de cuarenta naciones en la lista. En cuanto al cultivo, aunque esta planta es de climas templados y tropicales y requiere gran irrigación en terreno, se han ideado sistemas de variables controladas que pueden desarrollarse en cualquier parte del mundo.
Sin embargo, para las dos condiciones se requieren muchos recursos. Se estima que una planta puede requerir hasta 23 litros de agua al día. Y en entornos cerrados o artificiales, aunque el desgaste hídrico puede ser menor, no sucede lo mismo con el consumo de energía para mantener el calor.
En el caso particular de Estados Unidos, científicos de la Universidad de Berkeley, alertaron hace algunos años que si no se realizaban cambios cambios en el patrón espacial de su expansión, el auge de la agricultura de cannabis podría crear amenazas sustanciales para el ambiente circundante.
Solo en una porción de California (en una zona al norte del estado llamada Triángulo Esmeralda) encontraron envenenamiento de animales por el uso de pesticidas, la contaminación y desviación del curso de fuentes de agua, erosión de suelos y fragmentación de bosques.
De allí que una de las conclusiones sea que, si bien pueden hacerse regulaciones que al estar bien diseñadas podrían mitigar los impactos, lamentablemente estas llegan siempre después de que la producción en los cultivos está bien establecida, o lo que es lo mismo, cuando ya es tarde.
A nivel mundial, los principales países productores de marihuana son Marruecos, México, Nigeria, Libia y Paraguay, según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito los cuales suman unas 73 mil hectáreas agrícolas dedicadas a esta planta.
Aunque los datos no discriminan a cual uso va destinado el producto final, lo que interesa en este caso es preguntarse por ejemplo qué pasaría si esa extensión con toda la inversión asociada de otros recursos se destinara a alimentos. Un planteamiento que, sin duda, va más acorde con un defensor de los derechos humanos o con un propulsor de los objetivos de desarrollo sostenible, que con el dueño de un establecimiento que usa el cannabis con fines terapéuticos.