A finales de marzo, el personal del Parque Natural Sierra de Baza, en el norte de la provincia de Granada, detectó un exceso de mortandad entre los ciervos. Habían encontrado un número significativo de ejemplares muertos en un periodo corto de tiempo. El fenómeno fue tan extraño que incluso remitieron los cuerpos al Centro de Análisis y Diagnóstico de la Fauna Silvestre (CAD) para comprobar si se trataba de algún tipo de epidemia.
En esas mismas semanas, un grupo de voluntarios de la asociación Proyecto Sierra de Baza localizó alrededor de medio centenar de ciervos fallecidos sin signos de violencia ni el menor indicio de las causas de la muerte. Los ganaderos y pastores de la zona incluso llegaron a cambiar sus zonas habituales de pastoreo, preocupados por si se tratase de alguna enfermedad que pudiese afectar a sus animales.
Pero el diagnóstico del CAD llegó este mayo y descartaba infecciones o virus. ¿Qué es lo que había atacado a los ciervos de la Sierra de Baza? La crisis climática podría estar detrás de la muerte de estos animales. Aunque en ninguna parte de la nota de la Delegación de Gobierno de la Junta de Andalucía se explicitaba.
Crisis climática
La causa científica de estos fallecimientos repentinos fue una bacteria que los ciervos llevan consigo, en su sistema respiratorio, de forma natural, la manhemia haemolytica, habitual también en el ganado bovino. Inofensiva la mayor parte del tiempo, en épocas de mucho estrés o debilidad del animal, puede provocar congestión pulmonar y con ella, la muerte.
Y justo eso ocurrió con los ciervos de Baza tras el largo periodo de sequía sufrido este invierno y las lluvias torrenciales posteriores.
José Ángel Rodríguez, investigador del Proyecto Sierra de Baza, explica que se estima que los animales fallecidos reales son “entre tres y cuatro veces más”. Esto equivaldría al 25% de una población que el último censo del parque, de 2013, situaba en 1.800 ejemplares, pero se cree que debía rondar los 1.200 antes de la mortandad de este invierno.
“En un parque natural de 53.000 hectáreas, muchos cuerpos no se habrán localizado por estar en barrancos o bosques, o porque habrán desaparecidos devorados por los carroñeros. Incluso los zorros se suelen llevar los huevos, así que es imposible saber el número exacto”, asegura el experto.
Rodríguez celebra que “el CAD fue descartando escenarios que habría sido incluso más graves, como la lengua azul, la sarna u otras epidemias”. Pero lamenta la responsabilidad directa e inevitable “de dos episodios atípicos como fue la extrema sequía –no cayó una gota de agua entre el 5 de enero y el 17 de febrero, cuando precisamente el invierno suele ser la época de mayores precipitaciones–, y luego pasamos a 390 litros por metro cuadrado entre el 21 y 25 de marzo”.
Otros casos similares
Lo cierto es que desde la dirección del Parque Natural y organizaciones como Proyecto Sierra de Baza se barruntaba la explicación antes de que el CAD la confirmase oficialmente. En otras zonas de España, ya se han registrado episodios parecidos, como en la Sierra de Grazalema, entre Cádiz y Málaga, o el Parque Natural de Gorbeia, en Álava.
La más grave y reciente tuvo lugar en la Reserva Natural de la Sierra de la Culebra, en Zamora: en 2010 se registró la muerte de 141 ejemplares a largo de un periodo de dos meses; aunque allí la población total era de más de 4.000 ciervos.
El conservacionista lamenta que “no hay forma de prevenir” otros episodios similares en el futuro, ya que la crisis climática apunta a que “alteraciones en las lluvias como las de este año pueden convertirse en habituales". Y sentencia: "No es que vaya a pasar todos los años como este, con un cambio tan extremo, pero sí con cierta frecuencia, y algunos animales no podrán soportarlo".
Sus conclusiones, sin embargo, son eminentemente prácticas: "Los animales, de manera selectiva, se van a adaptar. Los que han quedado es porque tienen una inmunidad mayor frente a estos episodios que los que han muerto… y son los que se van a seguir reproduciendo".
Y añade: "Se puede interpretar como una selección natural de los animales. Los que superen situaciones como esta estarán en mejores condiciones para enfrentarse al cambio climático, algo que también ocurrirá con las especies vegetales. La naturaleza tiene sus respuestas".
Algo que ya subrayaba un informe de la Universidad de Arkansas publicado en 2017 por la revista Science: desde hace años la crisis climática está interviniendo, de forma decisiva y acelerada –para el ritmo habitual del fenómeno– en la evolución de determinadas especies.
Precisamente, la investigación señalaba el papel decisivo de los patrones de precipitaciones, volviendo más secas o húmedas determinadas zonas o enfrentando a los organismos a cambios extremos a los que no están acostumbrados.
De momento, en Baza van a empezar por analizar el estado de la cuestión: la dirección del Parque Natural ha anunciado un nuevo censo este verano para actualizar los datos de 2013 y las estimaciones posteriores. Protegida desde 1989, la Sierra de Baza se debate en la encrucijada entre la conservación, los tradicionales usos ganaderos y la despoblación de una zona cuya arquitectura singular también está declarada de interés, pero se pierde por el abandono.