“Este episodio ya va implicar una evaporación importante del agua que hay embalsada”. Son palabras de José Miguel Viñas, meteorólogo y consultor de la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Las reservas hídricas para este verano están ya por debajo de la media para estas fechas. Si a eso se suman unas temperaturas abrasadoras para el mes de mayo, el cóctel está servido.
Los termómetros de España van a marcar niveles inusuales este fin de semana, con hasta 15 grados por encima de lo habitual. No se recordaba algo así desde hace dos décadas. Las predicciones de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) apuntan a que gran parte del país va a volver a sufrir estas temperaturas e, incluso, varias ciudades pueden batir récords.
El tiempo anticiclónico unido a la entrada de una masa de aire muy cálido procedente del norte de África guardan gran parte de culpa de la llegada de este calor tan atípico en primavera. La cuestión es que no sólo es el calor, sino sus efectos sobre unas reservas de agua más bajas de lo habitual para estas fechas, sobre las cosechas y sobre una vegetación muy seca e inflamable. Más, si cabe, tras la falta de lluvias acumulada desde el otoño.
De acuerdo al último boletín hidrológico del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco), los embalses están al 50,4% de su capacidad. Estos niveles reflejan que estamos hasta 10 puntos por debajo de la media registrada hace sólo un año por estas fechas. Incluso, si miramos la media de la última década, los datos son peores. La estadística oficial revela que este año afrontamos el verano con un 20% menos de agua.
La preocupación es evidente. Hace falta más agua, hace un calor inusual y los expertos llevan semanas avisando de que se avecina un verano difícil en materia de incendios. Viñas apunta que aunque hubo una recuperación del agua tras un mes de marzo muy lluvioso, “hay muchas cuencas que siguen arrastrando un déficit importante”.
Además de que en la época estival aumenta el consumo de agua, el experto alerta que si en junio volvemos a tener algún episodio extremo de estas características, “seguirán bajando las reservas de los embalses”, y lamenta que “no va a ser ni mucho menos una situación idónea”. Tampoco para la agricultura. El hecho de tener hasta 15 grados más de lo habitual, “va a implicar una serie de daños en determinados cultivos”.
Ahora bien, hay que precisar que España acumula déficits estructurales de agua derivados de un uso poco sostenible de las reservas hídricas. Las hectáreas de regadío no han dejado de aumentar en nuestro país, como tampoco el consumo de agua per cápita. Si a esto se le suma el factor climático, el panorama es bastante delicado.
Fernando Valladares, experto en cambio climático y profesor de investigación del CSIC, subraya que, cada año, va a producirse un aumento de la aridez asociado a la crisis climática. “No es sólo que en España no vaya a haber agua para llenar las piscinas, es que incluso en algunos hospitales va a haber problemas de suministro”, comenta el investigador, y añade que “lo más paradójico es que lo sabemos y no se toman medidas”.
Las estaciones se desdibujan
A pesar de las predicciones de temperaturas superiores de los 40 grados en plena primavera, la Aemet se resiste a calificarlo como ola de calor. Rubén del Campo, su portavoz, en la última actualización, asegura que “podría tratarse del episodio más intenso en mayo de los últimos 20 años”, tanto por las máximas como por las mínimas.
Recuerda que para que un evento como este pueda considerarse como ola de calor en sentido estricto se deben cumplir varios factores de manera simultánea. El primero de ellos es que el episodio dure al menos tres días. Además, debe afectar mínimo a un 10% del territorio y las temperaturas tienen que ser extremadamente altas. Las diurnas tendrían que ser un 5% más cálidas que la media registrada entre julio y agosto.
“Este último episodio, el de intensidad, es el que hace difícil que el episodio pueda calificarse como ola de calor en sentido climatológico estricto”, asegura Del Campo. Para determinarlo, habría que analizarlo a posteriori y, en caso de que se confirmase, sería la ola de calor más temprana jamás registrada en nuestro país.
Para Viñas, sin embargo, no suponen lo mismo 37 grados en mayo que en pleno verano. “Al margen del criterio técnico y en vista de lo que va a pasar, por supuesto que es algo excepcional y probablemente no hayamos visto algo parecido en mucho tiempo”. El experto comenta que este evento va en la línea de otros vistos recientemente, como los acaecidos en India y Pakistán, donde se alcanzaron temperaturas de hasta 50 grados.
De momento son todo predicciones y esto hace difícil calificarlo como una ola de calor, y ni mucho menos asociar su origen únicamente al cambio climático. Para ello, habría que poner en marcha un sistema computacional complejo de análisis de datos climatológicos que demostrase estadísticamente la imposibilidad de que hubiese ocurrido este fenómeno sin la situación actual de calentamiento global. Algo que podrá realizarse pasado el episodio.
Lo que sí está claro y de lo que ya hay estudios es que la crisis climática está acelerando la acumulación del calor en la atmósfera y está haciendo más inestable el clima. Como explica Valladares, “los vaivenes del clima son exactamente lo que trae consigo el cambio climático”. Asegura que “no sólo se está adelantando el verano, sino que se desdibujan las estaciones”.
Cada año, en zonas templadas como España, se prevé que el verano vaya ganando terreno, hasta el punto de que en unas décadas, la época estival dure hasta seis meses, con las consecuencias que esto tiene sobre nuestras cosechas y reservas de agua. Viñas señala que la época estival “se está estirando y está abarcando parte del otoño y la primavera”
Valladares asegura que lo más probable es que, tras este episodio de calor, lleguen temperaturas algo más frescas. Añade que “si ocurriera que enlazamos este evento con el verano, estaríamos en una fase de cambio climático muy adelantada”. Lo que sí ve probable es que lo que estamos viendo es una época estival adelantada que puede seguir aumentando como consecuencia de los récords de emisiones de gases de efecto invernadero en la atmósfera.
Si seguimos contaminando, advierte el experto, en una o dos décadas podemos llegar a tener veranos varios meses más en España, con un período casi ininterrumpido de sequía y calor intenso. Pero aún hay tiempo de evitarlo. Como apunta Valladares, “este es un escenario que podemos evitar si hacemos los deberes”.