El cine de Hollywood ha sido precursor de numerosos principios recogidos por los ODS. De forma directa o indirecta, consciente o inconsciente, cientos de películas que han triunfado en la taquilla y han desfilado con orgullo mientras paseaban su estatuilla sobre la alfombra roja de los premios Óscar hoy son ya indiscutibles ejemplos en cuestiones relacionadas con la sostenibilidad.
A lo largo de la madrugada del domingo al lunes se celebrará la 94 edición de los galardones más importantes del cine. Aunque películas como El poder del perro y Drive My Car parten como favoritas, muchos han colocado en lo alto de sus apuestas títulos mucho más ODS como CODA o No mires arriba, la exitosa sátira de Netflix sobre el fin del mundo que hace un urgente llamado a la acción por el clima (ODS 13).
En respuesta, desde ENCLAVE ODS hemos decidido recoger algunas de las más destacadas obras que ganaron el Óscar a mejor película (se ha tenido en cuenta sólo la categoría principal, no aquellas que triunfaron en el de mejor título de habla no inglesa) y demostraron su compromiso con los ODS (aunque estos aún no existieran) tanto en su intencionalidad artística y creativa como en el efecto que generaron en los espectadores de la época en la que la vieron.
Nomadland (2020)
La emotiva y triste historia de una mujer nómada que recorre los parajes desérticos de Estados Unidos buscando trabajos temporales recala sobre tres de los principales ODS propuestos por Naciones Unidas: la necesidad de reducir la desigualdad (ODS 10), acabar con la pobreza (ODS 1) y fomentar un trabajo digno que permita el crecimiento económico de las personas (ODS 8).
La cinta de Chloé Zhao a veces cae en el terreno de la ambigüedad, ya que al presentar a esos personajes trashumantes que se ven obligados a vivir en caravanas se les une la fascinación que ellos mismos sienten por su libertad, ese 'no tener que rendir cuentas a nadie'. En última instancia, Nomadland presenta los efectos devastadores de un sistema consumista generador de pobreza, pero también las virtudes de quien decide ir a contracorriente del sistema y romper sus cadenas. Una libertad que, esencialmente, se construye sobre los añicos del sueño americano.
Parásitos (2018)
Arrasó en los Óscar y abrió un complejo debate ético en el que nadie salía bien parado. La historia presentó a dos familias, una rica y otra pobre, que sacaban lo peor de sí mismas en una situación de crisis. Los ricos son presentados como esnobs insoportables; los pobres, sátrapas que a la mínima se aprovechan de sus empleadores. El director, Bong Joon-ho, no señala buenos y malos, sino seres humanos que son incapaces de convivir. De refilón, parece recordar de forma muy sutil que para evitar el caos y la brecha social se necesita un trabajo digno que permita el crecimiento (ODS 8) y acabar, de nuevo, con la pobreza (ODS 1).
12 años de esclavitud (2013)
El título y la película, basada en la historia real de Solomon Northup, un músico negro de alta cuna asentado en Nueva York que fue vendido como esclavo, hablan por sí solos. Steve McQueen ahonda en las raíces del racismo sistemático de los Estados Unidos, país importador de esclavos durante décadas, y pone sobre la mesa la necesidad de no sólo reducir, sino acabar de forma inmediata con la desigualdad (ODS 10).
La lista de Schindler (1993)
Spielberg, descendiente de una familia judía que sufrió en sus propias carnes la brutalidad del Holocausto, rinde homenaje a los millones de exterminados por los nazis en una película definitiva sobre los campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial. A través de su estilo sobrio, rematado por un blanco y negro fúnebre, el cineasta retrató la frialdad de los altos mandios del nacionalsocialismo y recordó la importancia de llegar a alianzas para cumplir con los objetivos (ODS 17) de paz y justicia y lograr construir unas instituciones sólidas (ODS 16).
Cowboy de medianoche (1969)
Dolorosa radiografía de dos perdedores solitarios que tratan de sobrevivir como pueden en la jungla de asfalto. Cowboy de medianoche revolucionó los festivales de cine y fue la primera película de la historia calificada como R (restringida; +18) en llevarse un premio Óscar a mejor largometraje. Jon Voight y Dustin Hoffman bordaron sus papeles, y el director John Schlesinger consiguió firmar un sombrío retrato sobre hasta qué punto el mito del sueño americano es eso, un mito, un sueño imposible.
El protagonista, un gigoló idealista de poca monta, se hace amigo de un timador enfermo que le quiere estafar. Entre ambos nacerá una amistad que se cimienta sobre la necesidad de buscar apoyo en una vida miserable. Finalmente, uno de ellos muere aquejado de una turberculosis que no puede curar, ya que no tiene recursos para poder pagarse un médico. La película incide una vez más en la reducción de la desigualdad (ODS 10) y en la necesidad de una salud y bienestar (ODS 3) universales.
Qué verde era mi valle (1941)
John Ford firmó a principios de los años 40 una de las películas más comprometidas con los derechos de los trabajadores. En concreto, con los mineros de Gales, lugar que acoge a la tradicional familia Morgan. Las disputas entre los patronos y los trabajadores, a quienes bajan el sueldo por motivos injustificados, despiertan una auténtica revolución en el pueblo y en el seno de la familia, con un padre ultraconservador proclive al estatismo y unos hijos que apoyan a la unión sindical mucho más cercanos al socialismo y que reclaman, por supuesto, un trabajo decente y crecimiento económico para sus familias (ODS 8).
Sin novedad en el frente (1930)
El mejor alegato antibelicista ganador de un Óscar a mejor película: ni iconos como Apocalypse Now, La delgada línea roja o Senderos de gloria consiguieron la estatuilla a mejor película, sólo, en todo caso, El cazador, donde también se exploraban los traumas de la guerra de Vietnam.
En Sin novedad en el frente el director Lewis Milestone explora el proceso de desencanto de un grupo de jóvenes idealistas que, arengados por su profesor, deciden lanzarse al frente. Allí descubren que las cosas no son como esperaban. No hay héroes ni hombres de acero: las balas atraviesan la piel de jóvenes y adultos, expertos e inexpertos, de la misma forma; el fuego de mortero ruge como un demonio infalible; el terror se apodera de todos los soldados. Han pasado más de 90 años sobre esta película sobre la Gran Guerra; a pesar de todo, hoy merece ser reivindicada como un precioso (y durísimo) alegato a favor de la paz, la justicia y las instituciones sólidas (ODS 16).